Capítulo 335
Ese sentimiento de impotencia era nuevo para él: fuera de casa se sentía invencible, capaz de doblegar cualquier desafío, pero con su matrimonio, se hallaba sin ningún plan B.

—Está bien… —murmuró Álvaro, bajando un poco la cabeza. Tomó la mano de Gabriela, cediendo terreno con un tono sereno—. Solo quería que te sintieras mejor. Si no quieres que vaya, no iré. Pero, ¿tú… planeas ir a verlos? Puedo llevarte en auto y esperar fuera del cementerio.

Gabriela lo contempló en silencio. Sintió que su corazón era punzado por una miríada de agujas diminutas.

—No, hace unos días fui con Soren, —dijo, soltando la mano que él sostenía—. De veras, necesito comer algo.

Se dio la vuelta y se fue sin volver a mirarlo. La luz del vestidor era tenue, apenas reforzada por luces ambientales. La alta silueta de Álvaro quedaba medio en penumbra, medio en una suave claridad. Él, con la cabeza gacha, dirigió la vista a la marca de mordida que Gabriela le había dejado la noche anterior en el antebrazo izquier
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