—Desde que murió su padre, cambió por completo. Dicen que somos sus amigos, pero a veces somos más bien como mascotas: si está de buen humor, nos da un poco de cariño; si no, ¡nadie sabe cómo va a reaccionar!—Era mejor el Álvaro de antes, más cálido y humano, no este sujeto frío y perturbador.—Bah, ya qué… Estamos en sus manos. Esta noche nos toca inclinar la cabeza ante Gabriela y aguantarnos. ¡Después de eso, lo mejor será huir de estos dos cuando los veamos!Al final, hicieron algunas llamadas a casa y cada uno juntó un obsequio de mucho valor, esperando que con esos regalos pudieran mejorar un poco la situación.***Cuando Álvaro regresó a casa, empezó a caer una ligera nevada.En el vestíbulo, los floristas acababan de terminar de arreglar las flores que él había hecho traer en avión desde el extranjero.Gabriela siempre había adorado esos ramilletes de colores vivos.Antes, cada vez que se topaba con flores bonitas fuera de casa, se entusiasmaba tomándoles fotos para enviársela
—Presumida —farfulló Álvaro en voz baja, sintiendo una punzada de celos.Aunque, pensándolo bien, esas flores que Gabriela le había dado a Cintia eran sólo una de tantas que había ahí, tomadas al azar de una montaña de ramos.En cambio, las que alguna vez él recibió de Gabriela habían sido cuidadosamente preparadas por ella.¿Había comparación posible? Desde luego que no.Después de todo, si se hablaba de dedicación y amor, él sabía que, en el corazón de Gabriela, había un sitio único y exclusivo reservado para él.Cintia se movía de un lado a otro, radiante de felicidad.—Oye, acabo de oírle a Alicia que tus amigos, esos con quienes siempre sales de juerga, vendrán a cenar esta noche —comentó, recordando el verdadero motivo por el cual había salido de su habitación, dejando por un rato los estudios.—Sí —respondió Álvaro con un tono neutro.Cintia murmuró algo en voz baja, sin que se distinguieran bien sus palabras. Gabriela, con una sonrisa, la rodeó del brazo y se la llevó hacia ade
Encontrar la forma de hacerla feliz se había convertido en el mayor enigma de su vida.Leandro fue el primero en llegar a la finca.No llevaba traje ni corbata, más bien vestía como si fuese de visita a casa de un pariente cercano.Traía regalos muy sencillos y prácticos: pasteles de una famosa marca no disponible al público, toda clase de botanas, una gran variedad de frutas y algunos alimentos más.Cuando Gabriela bajó, llevaba encima sólo un abrigo adicional, sin lucir el costoso vestido que Álvaro le había enviado.Él la observó con un ligero atisbo de frustración, pero sin llegar a enfadarse.Para sus ojos, ella lucía hermosa e imponente tal y como estaba.—¡Señorita Gabriela! Se ve muy bien de salud —la saludó Leandro con una amable sonrisa.Gabriela asintió con cortesía.Luego avanzó como de costumbre hacia la televisión para ver el noticiero de la noche, pero tras dar apenas un par de pasos, se detuvo.Volteó a mirar entre las cosas que Leandro había traído y fijó la vista en u
La mente de Cintia viajó en un instante a recuerdos incómodos.—Lo entiendo —musitó, tragándose de mala gana sus ganas de soltar algún comentario venenoso.Gabriela esbozó una ligera sonrisa y le dio un pequeño apretón en la mano:—Llegará el día en que no tengas que preocuparte por los que actúan con bajeza a tus espaldas.—¡Y no falta mucho para eso! —declaró Cintia, como si hubiera recibido un torrente de energía repentina.Gabriela sonrió aún más al verla tan decidida.Después de eso, Cintia fue a saludar de manera directa al grupo de «amigos» de Álvaro.Desde el primer instante notó algo raro… ¿cómo describirlo? ¿Estaban tensos?La verdad era bastante curioso usar la palabra «tensos» para referirse a un grupo de jóvenes privilegiados que siempre se habían sentido dueños del mundo. Pero ahí estaban, cada uno más tieso que el anterior.Cintia observó la escena y, de inmediato, se le esfumó el último rastro de mal humor.Sabía perfectamente por qué estaban temerosos y también estaba
En esta clase de reuniones, el alboroto no podía faltar.Álvaro, fiel a su estilo, hablaba poco, así que Antonio y los demás hacían un esfuerzo constante para mantener la conversación y que el ambiente no decayese.Entre amigos de la infancia, lo más natural era remontarse a anécdotas de cuando eran niños.Sin embargo, la infancia de Álvaro había sido bastante monótona.Aunque los llamaran «amigos de toda la vida», en realidad él casi nunca salía a divertirse con ellos.La familia Saavedra, enfocada en su formación como heredero, se había encargado de educarlo estrictamente desde muy pequeño.Por eso, la mayoría de los temas de charla se reducía a recordar las veces en que Álvaro llegaba como «salvador» y rescataba a sus amigos de líos.Por ejemplo, aquel episodio en Europa occidental en el que Antonio ofendió a la hija de un jefe mafioso, tanto que le apuntaron con una pistola en la frente.En pleno pánico, le marcó a Álvaro, y antes de que pasara mucho tiempo, Antonio estaba sano y s
Tres años después de su matrimonio, Gabriela García se encontraba en la sala de obstetricia del hospital cuando, inesperadamente, vio a Álvaro Saavedra, su esposo, a quien no había visto en tres meses. Él no estaba solo. A su lado, iba su amante.La mujer, delicada y encantadora, tenía un rostro que podría haber sido el reflejo distorsionado de Gabriela, como si alguien hubiese mezclado sus rasgos en un 50 o 60 por ciento. Era Noelia García, la impostora que durante dieciséis años había vivido la vida de Gabriela.Medio año antes, Gabriela había comenzado a sospechar que Álvaro tenía a otra mujer, pero jamás habría imaginado que esa mujer sería Noelia. Aunque, en el fondo, tal vez no era tan sorprendente. Después de todo, en los círculos de la alta sociedad, todos sabían que el amor de Álvaro siempre había sido su amiga de la infancia: Noelia. Y ella, Gabriela, había sido el ángel caído que irrumpió para destruir aquella pareja perfecta.El corazón de Gabriela, que había soportado tant
Teatro Principal de la Ciudad Midred.Un hombre alto, envuelto en la frialdad del invierno, permanecía inmóvil en la penumbra, su mirada indescifrable clavada en el escenario. Allí, una deslumbrante y única Cisne Negro capturaba cada alma presente.El Cisne Negro era ágil, seductora, una sombra viviente de misterio. Cada movimiento suyo irradiaba una magia que hechizaba a quienes la observaban, despertando en ellos un deseo casi primitivo de poseerla, de consumir hasta el último destello de su ser.Cuando la presentación llegó a su punto final, el hombre apartó la vista, su rostro sombrío como una noche sin luna. Con pasos largos y decididos, se encaminó hacia el backstage, dejando atrás el resplandor del escenario.***Al concluir la función, Gabriela sintió un dolor sordo en la cintura, como una advertencia silenciosa de su cuerpo. Pero se mantuvo firme, dominando el dolor con la misma disciplina que había forjado en años de entrenamiento. Con una despedida perfecta, realizó su rever
Álvaro soltó una risa sarcástica, asintiendo con un «de acuerdo» antes de dirigirse hacia la puerta.Era un hombre alto, de hombros anchos y cintura estrecha. Gabriela lo observó mientras se alejaba, pero en su mente, la figura que veía era la del joven alto y delgado que apenas recordaba. El dolor que había permanecido adormecido comenzó a aflorar, agudo y punzante.De repente, Álvaro se detuvo en la puerta y giró la cabeza hacia ella.—Gabriela —dijo con un tono frío—. Ya no estoy bajo el control de mi abuelo Octavio, así que no tendrás una segunda oportunidad. Tú pediste este divorcio, así que si te arrepientes después, no vayas a molestar a Noelia. Ya has causado suficiente daño.Álvaro siempre había sido consciente del amor intenso de Gabriela por él. En su vida, tan desprovista de todo, no había más que danza… y él. Estaba convencido de que las acciones de Gabriela en este momento no eran más que una reacción impulsiva provocada por la aparición de Noelia. Una vez que se calmara,