Capítulo 269
Álvaro giró en su mano la copa de vino tinto que sostenía. El líquido escarlata se agitaba contra las paredes del cristal, evocando la imagen de sangre fresca.

—Todos están aquí con el corazón en un puño, muertos de miedo, mientras tú te comportas como si nada pasara. ¿No crees que eso te pone un poco fuera de lugar? —preguntó él, con aparente indiferencia.

Leandro miró de reojo a los amigos de Álvaro, que se encontraban dispersos por el rancho.

Casi todos sus viejos conocidos habían sido convocados esa misma mañana.

Antes, una invitación así de Álvaro habría sido motivo de celebración; hoy, en cambio, solo aumentaba su inquietud.

—Yo no tengo nada de qué asustarme. Si de algo estoy seguro, es de lo mucho que admiro a la señorita Gabriela. Desde lo más profundo de mi corazón apoyo su causa —respondió Leandro con una sonrisa confiada.

Álvaro lo observó un momento, sin molestarse en refutarlo.

—¿Y tu primo Hans? ¿Por qué no lo trajiste? —preguntó Álvaro de pronto.

Recordaba perfectamente
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