Capítulo 263
Desafortunadamente, Gabriela lo descubrió.

—¿En serio, gran CEO Saavedra? ¿Peleándote con los niños del orfanato por un pedazo de pastel? ¡Vaya ocurrencia…! —dijo Gabriela, sin saber si reír o enfadarse.

Concha, que tenía la cara llena de harina y cubría su boca desdentada (le faltaban dos dientes), lanzó una risita burlona mientras miraba a Álvaro.

Al final, Álvaro no se llevó el pastel.

Porque Gabriela le prometió que para la víspera de Año Nuevo haría uno fresco.

Solo entonces él, ya de mejor humor, decidió soltarlo.

Después del almuerzo.

Gabriela se quedó enseñándoles pasos básicos de baile a los pequeños que se le pegaban, ansiosos por aprender.

Cuando ella daba un par de movimientos, así fuera de manera casual, seguía luciendo tan grácil que parecía flotar.

Álvaro, que antes se sentía bastante complacido, notó su danza y de pronto su ánimo decayó un poco.

Al observarla moverse, se llenó de arrepentimiento.

Llevaban más de tres años de casados, y en cada función que ofrecía Gabrie
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