—Cuando termine el año, nos mudaremos de la finca a la ciudad. Así podrás venir con más frecuencia a verlas si lo deseas —dijo Álvaro, tomando la mano de Gabriela con infinita dulzura.Gabriela lo miró con atención.Parecía que él hablaba muy en serio, como si de verdad estuviera haciendo planes a futuro.Ella no respondió. Retiró lentamente su mano de la de Álvaro.—Antes siempre estabas muy ocupado en estas fechas, ibas de fiesta en fiesta. ¿Acaso este año no irás a ninguna?Incluso aquel Año Nuevo en que Gabriela resultó gravemente herida, Álvaro siguió asistiendo a algunas reuniones, aunque menos de lo habitual y sin quedarse mucho tiempo.—No le encuentro sentido —contestó él—. De ahora en adelante, todo el tiempo que pueda, lo pasaré en casa.La mirada de Gabriela se tornó compleja. Después de unos segundos, apartó la vista y se perdió en el ocaso, en esa puesta de sol que teñía el cielo de un naranja intenso.En el fondo de su corazón, ella solo quería regresar a Isla Mar de Cri
En realidad, había salido a contestar una llamada relacionada con esta sorpresa.—¿Regalo? —Gabriela frunció el ceño, notoriamente intrigada.Hasta ese momento, Álvaro jamás le había dado obsequios.En fechas especiales, él solo le enviaba cheques y nada más.—Ábrelo y verás —insistió Álvaro, dedicándole una sonrisa.Gabriela lo pensó un instante, pero terminó tomando el estuche.Al levantar la tapa, encontró una hermosa gargantilla con un ópalo de fuego sobre un fondo de terciopelo negro.Se quedó paralizada.Esa piedra le resultaba inconfundible. Era la misma joya que Emiliano le había regalado en su fiesta de mayoría de edad…¡Aquella que Noelia se había robado tiempo atrás!—¿Noelia te la devolvió? —preguntó Gabriela, sin despegar los ojos del collar. En su rostro se encendió una alegría que Álvaro llevaba tiempo sin ver.Entusiasmada, Gabriela tomó la gargantilla con cuidado, pero en seguida notó algo extraño.El ópalo de fuego podía no ser la joya más exclusiva del mundo, pero ha
Desde que Álvaro supo de la existencia de aquel collar, se propuso recuperarlo para Gabriela.Pero Noelia insistió en que lo había tirado.Así que, tras pensarlo mucho, él decidió mandarse a hacer una réplica idéntica.Creyó que se trataba de un regalo de la madre adoptiva de Gabriela y jamás imaginó que las cosas fueran a terminar de esta manera.Se quedó inmóvil durante un buen rato, cual estatua. Finalmente, se inclinó para recoger el pequeño cofre, pero en el último segundo retiró la mano. Lo dejó allí y se dio la vuelta para dirigirse a su estudio.«Si ella no lo quiere», pensó, «el obsequio pierde todo su sentido.»***Al día siguiente, Gabriela se levantó tarde.Estaba agotada por lo que sucedió la noche anterior, y el descanso no había sido reparador.Después de asearse, bajó con el ánimo decaído y fue directo al comedor.—Señorita, ¿le preparo fideos con mariscos o algo más saludable? —preguntó Alicia, acercándose con una sonrisa amable.—Fideos con mariscos —respondió Gabriel
Álvaro giró en su mano la copa de vino tinto que sostenía. El líquido escarlata se agitaba contra las paredes del cristal, evocando la imagen de sangre fresca.—Todos están aquí con el corazón en un puño, muertos de miedo, mientras tú te comportas como si nada pasara. ¿No crees que eso te pone un poco fuera de lugar? —preguntó él, con aparente indiferencia.Leandro miró de reojo a los amigos de Álvaro, que se encontraban dispersos por el rancho.Casi todos sus viejos conocidos habían sido convocados esa misma mañana.Antes, una invitación así de Álvaro habría sido motivo de celebración; hoy, en cambio, solo aumentaba su inquietud.—Yo no tengo nada de qué asustarme. Si de algo estoy seguro, es de lo mucho que admiro a la señorita Gabriela. Desde lo más profundo de mi corazón apoyo su causa —respondió Leandro con una sonrisa confiada.Álvaro lo observó un momento, sin molestarse en refutarlo.—¿Y tu primo Hans? ¿Por qué no lo trajiste? —preguntó Álvaro de pronto.Recordaba perfectamente
Leandro lo miró sin poder descifrarlo.No sabía si lo decía en broma o si de verdad estaba tan fuera de sus cabales.—¿Qué te pasó en la mano? —preguntó Leandro con rapidez, cambiando de tema para evitar meterse en problemas con un comentario fuera de lugar.Álvaro miró de reojo el vendaje que envolvía su mano. Tenía una actitud despreocupada, pero, de alguna forma, se le notaba un leve orgullo al responder:—Me la lastimé mientras cocinaba para Gabriela. Insistió en llevarme al hospital para que me atendieran, pero se me hizo una pérdida de tiempo.Leandro se quedó callado un instante.«Por tu tono de voz, diría que estás de lo más contento, no que te parezca molesto», pensó para sus adentros.—Al menos la señorita Gabriela se preocupa por ti. Se ve que, si la sabes contentar, todo podría arreglarse —comentó con cuidado.Mientras hablaba, Álvaro seguía contemplando su mano herida como si se tratara de una pequeña obra de arte creada por Gabriela.—Ella solo estaba enojada conmigo. Rec
—Desde que murió su padre, cambió por completo. Dicen que somos sus amigos, pero a veces somos más bien como mascotas: si está de buen humor, nos da un poco de cariño; si no, ¡nadie sabe cómo va a reaccionar!—Era mejor el Álvaro de antes, más cálido y humano, no este sujeto frío y perturbador.—Bah, ya qué… Estamos en sus manos. Esta noche nos toca inclinar la cabeza ante Gabriela y aguantarnos. ¡Después de eso, lo mejor será huir de estos dos cuando los veamos!Al final, hicieron algunas llamadas a casa y cada uno juntó un obsequio de mucho valor, esperando que con esos regalos pudieran mejorar un poco la situación.***Cuando Álvaro regresó a casa, empezó a caer una ligera nevada.En el vestíbulo, los floristas acababan de terminar de arreglar las flores que él había hecho traer en avión desde el extranjero.Gabriela siempre había adorado esos ramilletes de colores vivos.Antes, cada vez que se topaba con flores bonitas fuera de casa, se entusiasmaba tomándoles fotos para enviársela
—Presumida —farfulló Álvaro en voz baja, sintiendo una punzada de celos.Aunque, pensándolo bien, esas flores que Gabriela le había dado a Cintia eran sólo una de tantas que había ahí, tomadas al azar de una montaña de ramos.En cambio, las que alguna vez él recibió de Gabriela habían sido cuidadosamente preparadas por ella.¿Había comparación posible? Desde luego que no.Después de todo, si se hablaba de dedicación y amor, él sabía que, en el corazón de Gabriela, había un sitio único y exclusivo reservado para él.Cintia se movía de un lado a otro, radiante de felicidad.—Oye, acabo de oírle a Alicia que tus amigos, esos con quienes siempre sales de juerga, vendrán a cenar esta noche —comentó, recordando el verdadero motivo por el cual había salido de su habitación, dejando por un rato los estudios.—Sí —respondió Álvaro con un tono neutro.Cintia murmuró algo en voz baja, sin que se distinguieran bien sus palabras. Gabriela, con una sonrisa, la rodeó del brazo y se la llevó hacia ade
Encontrar la forma de hacerla feliz se había convertido en el mayor enigma de su vida.Leandro fue el primero en llegar a la finca.No llevaba traje ni corbata, más bien vestía como si fuese de visita a casa de un pariente cercano.Traía regalos muy sencillos y prácticos: pasteles de una famosa marca no disponible al público, toda clase de botanas, una gran variedad de frutas y algunos alimentos más.Cuando Gabriela bajó, llevaba encima sólo un abrigo adicional, sin lucir el costoso vestido que Álvaro le había enviado.Él la observó con un ligero atisbo de frustración, pero sin llegar a enfadarse.Para sus ojos, ella lucía hermosa e imponente tal y como estaba.—¡Señorita Gabriela! Se ve muy bien de salud —la saludó Leandro con una amable sonrisa.Gabriela asintió con cortesía.Luego avanzó como de costumbre hacia la televisión para ver el noticiero de la noche, pero tras dar apenas un par de pasos, se detuvo.Volteó a mirar entre las cosas que Leandro había traído y fijó la vista en u