Capítulo 236
Llena de entusiasmo, Cintia propuso posponer la compra de provisiones para las fiestas y pidió a Álvaro que condujera hacia el centro comercial donde se concentraban las boutiques de lujo.

—Genial, no se te olvide que tú mismo lo dijiste, «todo lo que me guste, lo compro» —declaró Cintia, frotándose las manos incluso antes de bajarse del coche.

Álvaro, de buen humor, replicó:

—¿Acaso crees que vas a dejarme en bancarrota?

Cintia se quedó un segundo con la boca abierta. Con la fortuna de su hermano, vaciar todo el centro comercial sería tan solo un pellizco insignificante en su bolsillo.

Los tres acababan de bajarse del auto cuando una voz llamó:

—¡Gabriela!

Al voltear a ver de dónde provenía, se encontraron con Hans, quien por fin había dejado sus pantalones rotos para vestirse con un estilo mucho más formalito y pulcro. Corría hacia ella, y detrás de él se veían varias mujeres con pinta de señoras distinguidas.

—¡Hans! —exclamó Cintia al reconocerlo, casi gritando.

—¡Gabriela, ¿tú con
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