Capítulo 241
—Ahora sigue con el cangrejo — indicó al cabo de unos segundos.

El cangrejo, con sus pinzas al aire, parecía dispuesto a contraatacar, pero Álvaro lo inmovilizó de un solo movimiento y terminó lavándolo sin la menor complicación.

Gabriela no supo qué decir ante tal eficacia. Una vez que tuvieron todos los ingredientes listos, Álvaro continuó siguiendo las indicaciones para sofreír, sazonar y poner el cronómetro.

Terminó y le sonrió a Gabriela:

—Esto es más entretenido de lo que pensaba.

Gabriela se cruzó de brazos y lo miró fijamente. «¿Será que cuando Dios repartió dones, a los más apuestos también les tocó ser genios?» se preguntó.

Luego, sin más, le hizo un ademán con el pulgar, sin cambiar la expresión impasible en su rostro, y se dio la vuelta para salir de la cocina.

Álvaro, por su parte, no dio importancia a la cara de pocos amigos de Gabriela; ese simple pulgar arriba lo hacía tan feliz como si acabase de cerrar un gran negocio.

—Amor, si se te antoja algo especial, dímelo. Est
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