Capítulo 245
—Quiero lo mismo.

Sabía que Emiliano era muy buen cocinero y Gabriela solo había aprendido de él esa preparación específica; no dominaba ninguna otra.

—¡Perfecto! —exclamó Álvaro, mucho más animado. «Debe de haberle encantado, por eso quiere repetir.»

Tras la comida, Cintia llevó a Gabriela a ver el jardín que había estado arreglando desde temprano.

Ya había caído la noche, y las luces decorativas sobre el carísimo pino brillaban intensamente.

También se distinguían varios farolillos encendidos aquí y allá, dándole un aire muy festivo al lugar.

Gabriela recorrió con la mirada cada detalle.

—Esto está mucho más vivo que la antigua casa de los Rojo — comentó.

En la residencia de los Rojo, nunca colocaban adornos luminosos; se limitaban a pegar recortes de papel de colores y redactar buenos deseos para el Año Nuevo.

Al oír que Gabriela mencionaba a los Rojo, Cintia se aseguró de que nadie más estuviera escuchando. Se inclinó un poco hacia su oído y soltó:

—¿Es verdad que mi hermano dester
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