Capítulo 238
La mente de Teresa quedó en blanco tras el impacto, y sus compañeras, que la estaban acompañando, se estremecieron y se quedaron con la sonrisa congelada.

Antes de que Teresa pudiera reaccionar del todo, Gabriela la sujetó por el cabello y la jaló con fuerza hacia sí:

—Señorita Ponce, ¿esa es la educación de tu familia? ¿Te atreves a inventar rumores tan sucios sobre la hermana de Álvaro en pleno centro comercial? ¿Qué pasa? ¿Ya se cansaron ustedes de vivir tranquilas?

—¡Gabriela García! —chilló Teresa al volver en sí—. ¿Están sordas? ¡Sepárenla de mí de una vez!

—A ver quién se atreve a tocar a mi cuñada. ¡Mi hermano también vino con nosotras y llegará de un momento a otro! —advirtió Cintia enérgicamente, ya recuperada del susto.

Gabriela no pronunció palabra.

Su mirada, helada y cortante, recorrió a las presentes.

Aquellas señoritas, en realidad, tenían incluso menos influencia que la familia de Teresa.

Había un dicho que rezaba algo así como: «Cuando los dioses pelean, los simples m
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