Capítulo 239
Sin darse cuenta de lo que pasaba, Teresa cerró los ojos, respiró hondo y repitió el «lo siento» con voz aún más alta.

Gabriela entonces la empujó a un lado.

Las «amigas» que habían venido con Teresa ni siquiera se atrevieron a acercarse para ayudarla.

Ni las vendedoras ni la encargada de la tienda se movieron; contemplaron, sin intervenir, cómo Teresa caía sentada de golpe en el piso.

—He grabado tu disculpa. Si más adelante se divulga cualquier rumor que se parezca al que inventaste hoy, Álvaro asumirá que fuiste tú quien lo propagó. Y entonces, aunque toda tu familia se arrodille ante Cintia y se rompa la cabeza contra el suelo, él no les va a tener piedad. —Gabriela levantó el teléfono a la altura de sus ojos, mostrando la grabación.

Cintia contempló a Gabriela con asombro, sintiendo un nudo de emociones mezcladas en su interior.

Por ser hija ilegítima, había sufrido acoso desde pequeña; la mayoría de los chismes la acusaban de robar.

Siempre intentaba explicarse, pero nadie le cre
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