Prólogo Parte dos.

Tomé la mano de mi madre y salimos juntos de la habitación.

Ella me siguió con la frente el alto.

Ignoramos a todos los lobos hasta llegar a la oficina del Alfa.

Entré sin siquiera llamar a la puerta.

Levantó la vista con un gruñido que cortó cuando vió a mi madre. Se lamió los labios.

-Puedes irte. Espero mi dinero en tres horas. - Dijo levantándose de su escritorio.

Yo cerré la puerta y los tres quedamos dentro.

Me acerqué a él mientras me gruñía y, en un movimiento rápido saqué mis garras y corté sus piernas. Él cayó al suelo con una maldición.

Eran cortes profundos.

Estando ahí corté sus brazos y gruñó de dolor.

Todo esto fue en segundos; así de rápido me había vuelto desde que mi mejor amiga Rose me había insistido en ser su muñeco de práctica.

Algo que le agradecería después.

Él estaba a punto de gritar por refuerzos, así que solo puse mis garras en su garganta.

-¿En dónde tienes al cachorro? - Pregunté con voz letal. - Habla.

Él me miró confundido antes de reír forzadamente.

-¿Te enamoraste de esa ramera y ahora quieres adoptar a mi hijo?

Me di cuenta de que algo jodidamente malo me pasaba en el momento en que salieron las palabras de su boca y no sentí ni una pizca de enojo.

Me sentía más bien frío.

-¿Dónde lo tienes? - Me repetí.

Él volvió a decir alguna tontería y yo había terminado de ser amable.

Desgarré un trozo de su camisa y se lo metí dentro de la boca antes de cortar los tendones de sus brazos y comenzar con una satisfactoria amputación de pierna.

Él chillaba como un cerdo.

Cuando arrojé la pierna lejos miré hacia arriba y vi a mi madre en primera fila. Su rostro estaba serio pero no perdía detalle.

-¿Dónde lo tienes?

Le quité la tela de la boca y enseguida gritó.

-¡Ayú...!

Ni siquiera lo dejé terminar y volví a meterle la tela por la boca.

-No creo que me responda. - Dije levantándome del charco de sangre cada vez más grande. - Los guardias del edificio seguramente olerán la sangre y vendrán hacia aquí. Yo cuidaré de la entrada, puedes hacer lo que quieras con él, madre.

Comencé a caminar hacia la puerta y escuché los pasos de mi madre acercarse al lobo. Un segundo después el cobarde pedía ayuda a gritos... y luego gemía de dolor.

Al salir y cerrar la puerta vi a mi madre empuñando la pierna del lobo para golpear con fuerza su entrepierna como si de un b**e se tratara.

Su expresión feroz casi hace que me riera aunque no podía sentir la diversión. Quizá era algo como un reflejo ante la situación.

Justo como pronostiqué, los primeros guardias llegaron un minuto después y me gruñeron.

-¿Alguno de ustedes sabe a dónde llevan a los cachorros? - Pregunté.

Ninguno me respondió antes de atacarme.

Los había juzgado mal durante todos estos meses. No necesitaba un ejército para acabar con todos ellos; supongo que debí de darme cuenta después de que matara a uno de sus mejores peleadores.

Durante los siguientes minutos ni siquiera fue necesario transformarme. Desgarré sus inútiles gargantas sin esfuerzo.

Y eso ocurrió durante algún tiempo. Guardias venían, yo les preguntaba, ninguno contestaba y luego morían.

Era como estar en un bucle infinito.

Cuando dejaron de venir porque por fin se habían acabado los lobos dentro del edificio, abrí la puerta.

Me encontré a mi madre sentada sobre el estómago del lobo mientras clavaba una y otra vez una pluma en su pecho.

Me acerqué con curiosidad y vi que los agujeros tenían el propósito de escribir algunas letras.

"Ramera" era una palabra que le quedaba bien.

El lobo agonizaba por la pérdida de sangre. Quizá debí de haberme contenido un poco más para que mi madre hubiera podido disfrutar de la carnicería por más tiempo.

-En cuanto muera, es probable que todos los lobos que aún quedan en la manada vengan hacia aquí. - Dije cruzándome de brazos mientras ella continuaba su trabajo. - Yo te protegeré, por supuesto, solo me gustaría saber qué es lo que quieres hacer después.

Sorprendentemente el Alfa aún tenía fuerza para decir estupideces.

-Mis lobos no son tan débiles como para perder ante ti. - Dijo dándome aquella sonrisa exasperante. - Morirás, me curaré y conservaré a esta puta para que la siga preñando hasta el día de su jodida muerte. No es como si no estuviera acostumbrada a tener todos sus agujeros rellenos de...

No sabía que me estaba moviendo hasta que mi zapato tocó el suelo con fuerza después de pasar por su cara... y por su cráneo.

Era un espectáculo grotesco.

Muy tarde me di cuenta de que los pinchazos que tuve repentinamente en mi sien no eran por la increíble satisfacción de ver muerto al Alfa.

-¿Quieres salir de aquí mientras me encargo del resto? - Pregunté a mi madre.

Ella negó con la cabeza y continuó apuñalando al cadáver.

Cerré la puerta silenciosamente detrás de mí.

Por alguna razón conocía exactamente las ubicaciones de los lobos en las cercanías. No lo cuestioné, solo fui hacia allí y comencé a matar a todos y cada uno de los lobos.

Ninguno merecía vivir.

Pregunté una y otra vez sobre la ubicación de los cachorros sin éxito. La sangre se acumuló sobre la tierra mientras yo me volvía cada vez más frío.

El sol escapó del horizonte y la oscuridad me acompañó a cazar a mis presas que intentaban huir.

Era como si un frenesí de salvaje lujuria por la sangre me hubiera poseído.

Miré hacia arriba, justo a la Luna que había observado mis actos por eternos momentos.

-Gran Madre, tu hijo se ha perdido.

Ni siquiera sabía si me refería a mi hermano o a mí mismo.

Entonces, salido de ninguna parte apareció el Alfa Frederick. Un lobo que conocí hace algunos meses gracias a que Rose, la actual Alfa y mi mejor amiga, tenía un lazo cercano con él.

Era un lobo viejo pero con una infinidad de secretos detrás de su ciega mirada.

Me contó qué era lo que hacía aquí, y de alguna forma supe Nuestra Gran Madre no nos había abandonado.

Él tenía a mi hermano bajo su custodia. Bueno, él y Rowan.

El pequeño niño que me devolvió la mirada me recordó a mí mismo en una época feliz; sin embargo, sus ojos eran de un adulto que había pasado por mucho. Era el actual reflejo de mi alma.

Le pregunté lo más suavemente que pude si quería conocer a mamá y solo así el cachorro me siguió sin temor.

-Aguarda aquí. - Dije a pocos metros de la puerta en donde había dejado a mi madre y luego me adelanté a tocar. - ¿Mamá?

Abrí una rendija y vi a mi madre clavarle la pluma que aún sostenía en su entrepierna.

-Mamá, hay alguien que te quiere conocer.

Ella me miró por fin y parpadeó como saliendo de un trance. Soltó la pluma como si le quemara y se levantó sobre sus piernas temblorosas.

Yo caminé los pocos pasos que nos separaban y luego la tomé en brazos. No protestó.

Salí de la habitación y la sentí tensarse al ver al cachorro frente a nosotros.

-Mi... hijo. - Dijo comenzando a estirar sus brazos con anhelo.

Me acerqué al cachorro que no retrocedió, pero miró a mamá con una leve curiosidad.

-Ella es nuestra madre. ¿Puedes cuidar de ella por algunas horas? Necesito encargarme de algo. - Dije y luego doblé mis rodillas para que mamá pudiera subirlo a bordo.

Ella lo hizo rápidamente y creo que estaba asfixiando un poco al cachorro en ese abrazo mortal, pero no sé quejó.

Ninguno dijo nada sobre el incontenible llanto de mamá.

La dejé llorar por pocos minutos antes de llamar su atención.

- Me he desecho de todos los machos en el territorio, ahora están a salvo. ¿Podrías llevar a mi hermano a nuestra habitación? Oh, también pueden pasar por la cafetería, la comida aún está caliente.

Mamá se mantuvo estable cuando la dejé sobre sus pies en la planta baja. No había dejado de sostener a mi hermano contra su pecho.

Me miró y estiró su mano para acariciar tiernamente mi cara.

-Gracias, hijo. Te esperaremos aquí.

Yo le sonreí huecamente y me di la vuelta.

Yo aún tenía algo de violencia acumulada que debía sacar antes de hacer cualquier cosa.

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