Capítulo 842
Sin agua, se tragó las pastillas de un solo golpe.

El dolor inmediato fue agudo, pero pronto comenzó a disminuir.

Cuando el dolor cedió, su mirada recuperó algo de brillo. Observó a Dulcinea en su estado de angustia, abrió la puerta del coche y con voz ronca dijo:

—Te llevo a casa.

—Puedo conducir yo misma.

—Dulcinea, por favor, hazme caso.

Su tono evocaba los días de recién casados, cuando ella le llamaba «cariño» y dejaba todas las decisiones en sus manos, sin preocuparse por nada.

Pero,

esos días habían quedado atrás, sepultados bajo el peso de los años y las heridas.

Luis la empujó suavemente dentro del coche y rápidamente rodeó el vehículo para subirse al asiento del conductor.

Ajustó la calefacción y sugirió que se quitara la ropa mojada.

Dulcinea, abrazándose a sí misma, respondió con frialdad:

—No es necesario, en un momento llegamos.

Luis no insistió.

Aceleró suavemente y el BMW blanco avanzó lentamente a través de la intensa lluvia, como si atravesara una cortina de agua gris
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