Capítulo 850
Una estrella fugaz surcaba el cielo.

Bajo la noche, el rostro de Luis mostraba una expresión de confusión.

Alegría, en sus brazos, mordía su brazo a través de la tela de su camisa y, con voz lastimera, decía:

—Papá… tengo hambre.

Luis bajó la mirada y la acarició:

—Papá te llevará a comer algo.

Al lado había una cafetería abierta las 24 horas, regentada por un ciudadano de Ciudad BA, con un sabor auténtico y delicioso.

Alegría disfrutó mucho la comida, terminándose un tazón de arroz con leche.

Después, se quedó dormida en los brazos de Luis, pero en sus sueños, seguía llamando a su mamá:

—Mamá, mamá.

Luis la acunaba suavemente, mientras sus ojos se dirigían hacia la ventana.

Había intentado llamar a Dulcinea.

Pero su teléfono estaba apagado.

Preocupado de que le hubiera sucedido algo, decidió ir a la Casa Astorga en plena madrugada.

Las empleadas, sin embargo, no soltaron ni una sola palabra de lo que realmente sucedía.

Al salir de la Casa Astorga, con Alegría dormida en su espalda,
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