Capítulo 845
Un sonido de algo rompiéndose interrumpió el silencio. Era el vaso sobre su escritorio.

Alegría se despertó.

Miró a su papá empapado en sudor y con una expresión de dolor.

Se levantó en su pequeña cama.

Con esfuerzo, abrazó el brazo de Luis, intentando consolarlo como había visto hacer a los adultos. La pequeña lo miró con ojos llenos de inocencia y preocupación.

Luis la abrazó suavemente.

Las lágrimas rodaban por sus mejillas. Solo él sabía por qué insistía en mantener a Alegría con él.

No solo era un intento desesperado por recuperar a Dulcinea, sino también una manera de llenar el vacío de la hija que nunca tuvieron, Dulce.

Con las manos temblorosas, intentó llamar a Catalina, pero en su lugar, marcó el número de Dulcinea.

Apoyado en la pared, respiraba con dificultad.

Alegría, al escuchar la voz de su mamá por el teléfono, empezó a llamarla insistentemente:

—¡Papá! ¡Papá!

Dulcinea llegó rápidamente en la noche.

Para cuando llegó, Luis ya se había calmado.

Estaba dormido con Alegría
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