Tenía muchos planes y sueños.Sabía que también debía contemplar la posibilidad de que su salud no mejorara, y en ese caso, quería despedirse de ella de la mejor manera posible.Los pasos de Dulcinea se escucharon desde la cocina. Ella se detuvo en el umbral y con voz suave le dijo:—El arroz con leche está en la olla, el huevo cocido se debe comer mientras esté tibio. También freí dos huevos y preparé un tazón de fideos… Clara no está, así que asegúrate de encontrar a alguien que pueda ayudarte pronto.Luis se volvió hacia ella y la miró directamente a los ojos.—Voy a pedirle a Catalina que encuentre a alguien. Vamos, desayuna conmigo antes de irte.Dulcinea negó con la cabeza, respondiendo suavemente.—Leonardo está en casa y no me siento tranquila dejándolo solo.Miró hacia la habitación donde dormía Alegría, su mirada reflejaba la mezcla de amor y preocupación que sentía. Finalmente, se puso el abrigo y se preparó para marcharse.Luis la detuvo, tomando su mano con firmeza pero co
Entró al despacho.La puerta del despacho estaba abierta, y desde dentro se oían ruidos de cosas rompiéndose, seguidos por los gritos de Marlon:—¡Estudia en el extranjero o cásate… ahora mismo elige una!Matteo dijo algo que no se entendió.—¿Te parece que esto es motivo de orgullo? ¡Has deshonrado a nuestra familia! —la voz de Marlon se alzó aún más—. Con tantos maestros respetables que te hemos conseguido, enseñándote el camino correcto… ¿y así es como nos pagas? Dime, ¿cuándo comenzó todo esto? ¿Desde cuándo?—Siempre, desde siempre —dijo Matteo, con una calma aterradora.Su frente sangraba, pero su expresión era desafiante.—Siempre la he querido, ¡nunca he dejado de hacerlo!—¡¿Cómo te atreves?! —gritó su abuelo—. ¡Descarado, cómo te atreves!Arrojó un pisapapeles.Pero Dulcinea se interpuso, recibiendo el golpe en el hombro. Su mirada se cruzó con la de Matteo… en ese instante, los sentimientos de Matteo eran un caos.Dulcinea habló suavemente:—Discúlpate con el abuelo, di que
Dulcinea, con una calma fría y distante, dijo:—Papá, me iré del país en tres días.Marlon se quedó sin palabras.Michelle, sorprendida, reaccionó rápidamente y sujetó a Dulcinea por los brazos:—No tiene que ser tan drástico. Podemos hablar con papá, encontrar una solución.Dulcinea negó lentamente con la cabeza.Marlon, con las manos cruzadas a la espalda, se quedó mirando la colección de libros en su biblioteca, incapaz de enfrentar la realidad de su decisión.Dulcinea se acercó a él, con su habitual serenidad y delicadeza:—No sé cuándo volveré. Cuídese, papá.Al entrar, sentía una gran ansiedad.Al salir, su mente estaba clara. Sabía que esto era lo que don Marlon necesitaba que hiciera, y que era lo mejor para todos.Matteo no tendría que someterse a citas forzadas,Marlon no tendría que vivir preocupado,solo sería ella quien estaría lejos, vagando por el extranjero sin fecha de regreso.Dulcinea estaba tranquila, pero al salir del despacho sintió un dolor agudo en la espalda. S
Una estrella fugaz surcaba el cielo.Bajo la noche, el rostro de Luis mostraba una expresión de confusión.Alegría, en sus brazos, mordía su brazo a través de la tela de su camisa y, con voz lastimera, decía:—Papá… tengo hambre.Luis bajó la mirada y la acarició:—Papá te llevará a comer algo.…Al lado había una cafetería abierta las 24 horas, regentada por un ciudadano de Ciudad BA, con un sabor auténtico y delicioso.Alegría disfrutó mucho la comida, terminándose un tazón de arroz con leche.Después, se quedó dormida en los brazos de Luis, pero en sus sueños, seguía llamando a su mamá:—Mamá, mamá.Luis la acunaba suavemente, mientras sus ojos se dirigían hacia la ventana.Había intentado llamar a Dulcinea.Pero su teléfono estaba apagado.Preocupado de que le hubiera sucedido algo, decidió ir a la Casa Astorga en plena madrugada.Las empleadas, sin embargo, no soltaron ni una sola palabra de lo que realmente sucedía.Al salir de la Casa Astorga, con Alegría dormida en su espalda,
—¿Dictatorial? —Marlon se sentó bajo la lámpara, su expresión era amarga y oscura.Se levantó y salió del estudio.Momentos después, la voz grave de Marlon resonó en la habitación:—Gael, ¿dices que soy dictatorial? Ven conmigo y mira cómo tu preciado hijo ha perdido la cabeza. Escucha lo que ha dicho, palabras que desafían toda lógica.El corazón de Gael se llenó de preocupación.Recordó a su esposa llorando todos los días, a los médicos entrando y saliendo de la casa, no solo nutricionistas sino también los mejores psicólogos de la ciudad, todos atendiendo a Matteo… y él, como padre, ni siquiera podía verlo.Marlon abrió la puerta de la habitación.Matteo yacía en la cama, notablemente más delgado, rodeado de médicos preocupados.Marlon los hizo salir de la habitación.En el gran dormitorio solo quedaban los tres hombres de la familia Astorga. Marlon caminó lentamente hacia la cama y, mirando a Matteo, habló con una frialdad implacable:—Sí, ella se ha ido al extranjero. Y mientras n
Dulcinea había dejado Ciudad B y se había ido al extranjero, algo que Luis desconocía.Todos los días, iba a la misma trattoria italiana donde solían encontrarse, pasaba un par de horas observando el atardecer, viendo cómo el crepúsculo envolvía el paisaje hasta que la última luz del día se extinguía.La esperaba cada día.Pero Dulcinea ya estaba en otro país, y él no tenía forma de saberlo.Con el tiempo, empezó a pensar que, después de aquel momento íntimo, ella se había arrepentido. Que no quería hablar del futuro con él, que simplemente estaba evitando verlo.Pasó un mes.Luis se preguntaba cómo era posible que Dulcinea no extrañara a Alegría.Había intentado visitar la familia Astorga en múltiples ocasiones.Pero para alguien como él, ahora distanciado, la puerta estaba siempre cerrada. Ni Marlon ni Gael le permitían el acceso.…A finales de ese verano.La situación de Luis empeoró. Su hígado no aguantaba más, y Ana lo llevó al hospital para una cirugía. Insistió en que se tomara
Las luces de neón brillaban intensamente, y las tiendas seguían abiertas, mientras una cantante de voz rasposa y melancólica llenaba el aire con su música.Pero la ciudad ya no tenía a su Dulcinea ni a su Leonardo.En medio del bullicio de la calle, Luis se sintió perdido y desorientado.Entonces, lo vio:Matteo estaba en un restaurante elegante, en una cita. Su compañera era una mujer bien educada, de rostro no muy espectacular, pero con una apariencia agradable y una elegancia innata.Los padres de ambos conversaban animadamente, creando un ambiente de satisfacción y aprobación.Luis se quedó quieto, observando desde afuera. Vio a Matteo, quien solía ser tan seguro de sí mismo, ahora con una expresión vacía en sus ojos. Parecía un hombre completamente diferente.Luis esperó hasta que los Astorga salieron del restaurante.Gael y su esposa lo vieron y, aunque sorprendidos, no dijeron nada. Luis miró a Matteo y le habló en voz baja:—Quiero preguntarte algo.Matteo asintió y les dijo a
La niña había colocado 26 velas en el pastel, esperando.El corazón de Luis se encogió al ver la escena.Pensó que con el tiempo, Alegría olvidaría a Dulcinea, pero ella seguía preguntando por su madre, por dónde estaba y cuándo volvería.El tiempo pasó. Año tras año.Luis intentó mantener viva la esperanza.En el segundo cumpleaños de Dulcinea desde su partida, llevó a Alegría a Ciudad BA.En el tercer año, compró de nuevo la torre de Grupo Fernández y la mansión donde solían vivir. Ese año, su fortuna se recuperó, y estaba de nuevo en condiciones de enfrentarse a la familia Astorga.Ese mismo año, la esposa de Matteo dio a luz a mellizos.Luis, junto con Alegría, asistió a la celebración del primer mes de vida de los bebés, llevando dos regalos muy valiosos para ellos.Michelle, al ver a Alegría, le sonrió a Luis y comentó:—El amuleto de la suerte de tu hija es muy hermoso.Alegría ya tenía cuatro años.Era una niña delgada y bonita, siempre en los brazos de su papá, haciendo que mu