Capítulo 2

Estuvimos en silencio un par de minutos cuando de repente, el niño de mis sueños acarició mi mejilla con el dorso de su mano. Le miré de reojo primero porque me tomó por sorpresa y la vergüenza se había apoderado de mí por completo. El movió su mano a lo largo de mi cara. Quité mi brazo de sus hombros y me di la vuelta por completo para verle: era tan tierno, tal parecía que nunca estuvo enfadado, porque en su cara sólo había dulzura y ningún signo de tristeza. No sabía que decir o si era el tiempo adecuado para articular palabra , ya que vivíamos un momento único, lleno de armonía y paz; sería una pena estropearlo. Me imagino ese instante como uno de esos cuadros, donde un niño y una niña que siempre juegan juntos llegan a darse cuenta que se gustan y no saben como reconocerlo. Mi felicidad era tan grande que sentía que volaba, al menos era la sensación en aquel entonces. De un momento a otro me pareció ver un movimiento en el cielo y con mucha prisa moví la mirada hacía allá. Efectivamente una lluvia de estrellas nos llamó la atención a los dos, tanto que nos apoyamos en una pared que había a nuestras espaldas y por unos largos segundo no dejamos de mirar el cielo. Cada cierto tiempo sacábamos un ''wow'' lleno de alegría y cuando todo eso acabó, todavía veíamos maravillados el firmamento. Tanto así que de la nada cayó una estrella y los dos dijimos a la vez: ''¡Pide un deseo!''. Hoy en día sigo preguntándome si pedimos ambos el mismo deseo, porque nunca más hablamos de eso y todo quedó en el aíre. 

-¿Qué te hace esconderte detrás de una fuente? ---rompí el silencio asesino de la noche. Junté mis rodillas a mi pecho y las rodee con mis brazos todo lo que podía, esperando una respuesta de su parte. 

-Me tranquiliza escuchar el agua correr---contestó varios segundos después imitando mi gesto. Empezó a refrescar pero yo no tenía pensamiento de moverme de allí. ---En mi casa tengo una fuente en el patio, muy parecida a esta y cuando hago algo malo, me escondo detrás donde mis padres no me pueden encontrar--- rió con muchas ganas y no pude no imitarle---bueno creo que mis padres saben siempre donde estoy pero me quieren mucho y por eso creo que fingen no encontrarme. Seguíamos riendo con muchas ganas---Me gustaría que nos visitaras algún día y así te puedo enseñar mi casa y presentarte a mis amigos de allí. 

Felipe vivía en otra ciudad a 400 km de la mía, prácticamente era un poco imposible que yo llegara allí. 

-Me encantaría ir con mis padres---añadí esperanzada, como si ya había hablado con ellos y estuvieron de acuerdo. Felipe acarició mi mejilla otra vez y se acercó a mí cara mirándome a los ojos. Parecía que quería besarme y cuando estuvo bastante cerca rozando mis labios con los suyos, una voz interrumpió nuestro momento.

-¿Dónde se habrán metido estos niños? ¡Por Dios bendito!---se escuchó la voz de mi querida madre.

-Mira detrás de la fuente ---dijo Cecilia, la madre de Felipe. Seguro que están ahí, mi hijo siempre...---las palabra de la mujer quedaron en el aíre cuando mi madre gritó a todo pulmón un ''¡ya los encontré!

Entramos a la casa todavía escuchando la reprimenda de mi madre.

-Críos tontos, ¿tenéis idea de lo que estuvimos buscando por vosotros? ¡Estoy hablando con vosotros!

-Siiii, ya pensábamos que habéis huido juntos---se reía mi padre---¿te imaginas cómo hubiera sido?

-¡Deja de reír Carlos, que esto es serio! Mi padre no paraba de divertirse y mi madre estaba sacando fuego por la nariz, mientras nosotros nos mirábamos muy confundidos sin entender nada.

-Deja el drama mujer---añadió mi padre muy calmado---están bien, los habéis encontrado sanos. De paso los puedes casar o comprometer ya , así estás segura que si se escapan otra vez será para irse juntos.

¿Para qué habrá abierto mi padre la boca? Miré a mí madre y de la nada cambió de semblante como si mi padre le dio la idea del siglo y estaba a punto de ganar el Nobel de la paz...paz tendría ella si me hubiera comprometido en ese momento. Pues ahora me pregunto ¿porqué habré pensado eso?

-Cecilia, tenemos que hablar querida---llamó a la madre de Felipe. Y muy decidida, marcó el camino hacía ella con pasos decididos.

-Estamos en un buen lío ---le dije a Felipe. Yo no quiero casarme y mucho menos ahora---casi lloraba del miedo que me acorraló cuando vi a mi madre tan decidida. Ya ni escuchaba la música de fondo y tal parecía que el mundo paró de repente.

-Para ya por favor, eres igual de dramática que tu madre. No pasará nada, somos niños todavía...unos niños que han desaparecido unos minutos de esta fiesta tan aburrida---intentaba tranquilizarme pero en mi cabecita tonta solamente veía a mi madre casándome. El chico de mi lado no paraba de verme la cara de susto y reír. Me abrazó con su poca fuerza.

-¿Ves? ¡Te lo dije! Podemos dar por hecho que algún día se casarán y tendrán hijos---escuché la voz chillona de mi madre a mis espaldas. Temblé y sentí como Felipe me abrazaba con más fuerza todavía. Me tranquilizó tanto, que pude darle la cara a la mujer que me trajo al mundo.

-Vale, está bien si queréis casarnos. A mi me gusta el chico, pero con una condición...

Todos quedaron estupefactos. Sus caras eran auténticos poemas y a mi padre creo que le heló la bebida en la copa por que no se esperaba a esa respuesta de mi parte. Gonzalo, el padre de Felipe abrió los ojos como platos y mi madre tragó grueso.

-Lo que desees cariño---contestó Cecilia sonriendo.

-Me gustaría tener un coche rojo---silencio gobernando el lugar es todo lo que se presenciaba.

Esa era nada más y nada menos que la respuesta de una niña de nueve años; menuda petición: un coche rojo sin marca ni nada. Hasta creo que rieron en sus adentros todos ellos...tonterías de niños.

-Lo que tu quieras---rompió Cecilia el hielo. Pero tienes que cumplir con ser la esposa de mi hijo algún día. Miró a mí madre y rieron las dos.

-¿Algún día?---escuché detrás mío la voz del chico que me tenía más que cautivada desde el momento en que le vi por primera vez. No sabía descifrar si era por decepción su voz , pero se sentía bastante apagada. Teníamos muy claro que todavía nos faltaba mucho por ser adultos y dar este paso tan importante, pero la propuesta estaba hecha y a mí personalmente me ilusionaba bastante.

-Claro que sí, sin ningún problema. Incluso les regalamos una casa, ya que tenemos dos. ¿Qué dices Isabel, cariño? ¿hijo?

La señora Cecilia no paraba de mirarnos y yo simplemente no sabía como actuar ni que decir...creo que en ese momento todo estaba dicho.

-Bueno, si todo está dicho y decidido---añadió mi madre, Lucrecia---volvamos a la fiesta.

Me acuerdo que en ese momento la canción que se escuchaba y nos conquistaba los corazones era ''Lambada''.  

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