Estuvimos en silencio un par de minutos cuando de repente, el niño de mis sueños acarició mi mejilla con el dorso de su mano. Le miré de reojo primero porque me tomó por sorpresa y la vergüenza se había apoderado de mí por completo. El movió su mano a lo largo de mi cara. Quité mi brazo de sus hombros y me di la vuelta por completo para verle: era tan tierno, tal parecía que nunca estuvo enfadado, porque en su cara sólo había dulzura y ningún signo de tristeza. No sabía que decir o si era el tiempo adecuado para articular palabra , ya que vivíamos un momento único, lleno de armonía y paz; sería una pena estropearlo. Me imagino ese instante como uno de esos cuadros, donde un niño y una niña que siempre juegan juntos llegan a darse cuenta que se gustan y no saben como reconocerlo. Mi felicidad era tan grande que sentía que volaba, al menos era la sensación en aquel entonces. De un momento a otro me pareció ver un movimiento en el cielo y con mucha prisa moví la mirada hacía allá. Efectivamente una lluvia de estrellas nos llamó la atención a los dos, tanto que nos apoyamos en una pared que había a nuestras espaldas y por unos largos segundo no dejamos de mirar el cielo. Cada cierto tiempo sacábamos un ''wow'' lleno de alegría y cuando todo eso acabó, todavía veíamos maravillados el firmamento. Tanto así que de la nada cayó una estrella y los dos dijimos a la vez: ''¡Pide un deseo!''. Hoy en día sigo preguntándome si pedimos ambos el mismo deseo, porque nunca más hablamos de eso y todo quedó en el aíre.
-¿Qué te hace esconderte detrás de una fuente? ---rompí el silencio asesino de la noche. Junté mis rodillas a mi pecho y las rodee con mis brazos todo lo que podía, esperando una respuesta de su parte. -Me tranquiliza escuchar el agua correr---contestó varios segundos después imitando mi gesto. Empezó a refrescar pero yo no tenía pensamiento de moverme de allí. ---En mi casa tengo una fuente en el patio, muy parecida a esta y cuando hago algo malo, me escondo detrás donde mis padres no me pueden encontrar--- rió con muchas ganas y no pude no imitarle---bueno creo que mis padres saben siempre donde estoy pero me quieren mucho y por eso creo que fingen no encontrarme. Seguíamos riendo con muchas ganas---Me gustaría que nos visitaras algún día y así te puedo enseñar mi casa y presentarte a mis amigos de allí. Felipe vivía en otra ciudad a 400 km de la mía, prácticamente era un poco imposible que yo llegara allí. -Me encantaría ir con mis padres---añadí esperanzada, como si ya había hablado con ellos y estuvieron de acuerdo. Felipe acarició mi mejilla otra vez y se acercó a mí cara mirándome a los ojos. Parecía que quería besarme y cuando estuvo bastante cerca rozando mis labios con los suyos, una voz interrumpió nuestro momento. -¿Dónde se habrán metido estos niños? ¡Por Dios bendito!---se escuchó la voz de mi querida madre. -Mira detrás de la fuente ---dijo Cecilia, la madre de Felipe. Seguro que están ahí, mi hijo siempre...---las palabra de la mujer quedaron en el aíre cuando mi madre gritó a todo pulmón un ''¡ya los encontré! Entramos a la casa todavía escuchando la reprimenda de mi madre. -Críos tontos, ¿tenéis idea de lo que estuvimos buscando por vosotros? ¡Estoy hablando con vosotros! -Siiii, ya pensábamos que habéis huido juntos---se reía mi padre---¿te imaginas cómo hubiera sido? -¡Deja de reír Carlos, que esto es serio! Mi padre no paraba de divertirse y mi madre estaba sacando fuego por la nariz, mientras nosotros nos mirábamos muy confundidos sin entender nada. -Deja el drama mujer---añadió mi padre muy calmado---están bien, los habéis encontrado sanos. De paso los puedes casar o comprometer ya , así estás segura que si se escapan otra vez será para irse juntos. ¿Para qué habrá abierto mi padre la boca? Miré a mí madre y de la nada cambió de semblante como si mi padre le dio la idea del siglo y estaba a punto de ganar el Nobel de la paz...paz tendría ella si me hubiera comprometido en ese momento. Pues ahora me pregunto ¿porqué habré pensado eso? -Cecilia, tenemos que hablar querida---llamó a la madre de Felipe. Y muy decidida, marcó el camino hacía ella con pasos decididos. -Estamos en un buen lío ---le dije a Felipe. Yo no quiero casarme y mucho menos ahora---casi lloraba del miedo que me acorraló cuando vi a mi madre tan decidida. Ya ni escuchaba la música de fondo y tal parecía que el mundo paró de repente. -Para ya por favor, eres igual de dramática que tu madre. No pasará nada, somos niños todavía...unos niños que han desaparecido unos minutos de esta fiesta tan aburrida---intentaba tranquilizarme pero en mi cabecita tonta solamente veía a mi madre casándome. El chico de mi lado no paraba de verme la cara de susto y reír. Me abrazó con su poca fuerza. -¿Ves? ¡Te lo dije! Podemos dar por hecho que algún día se casarán y tendrán hijos---escuché la voz chillona de mi madre a mis espaldas. Temblé y sentí como Felipe me abrazaba con más fuerza todavía. Me tranquilizó tanto, que pude darle la cara a la mujer que me trajo al mundo. -Vale, está bien si queréis casarnos. A mi me gusta el chico, pero con una condición... Todos quedaron estupefactos. Sus caras eran auténticos poemas y a mi padre creo que le heló la bebida en la copa por que no se esperaba a esa respuesta de mi parte. Gonzalo, el padre de Felipe abrió los ojos como platos y mi madre tragó grueso. -Lo que desees cariño---contestó Cecilia sonriendo. -Me gustaría tener un coche rojo---silencio gobernando el lugar es todo lo que se presenciaba. Esa era nada más y nada menos que la respuesta de una niña de nueve años; menuda petición: un coche rojo sin marca ni nada. Hasta creo que rieron en sus adentros todos ellos...tonterías de niños. -Lo que tu quieras---rompió Cecilia el hielo. Pero tienes que cumplir con ser la esposa de mi hijo algún día. Miró a mí madre y rieron las dos. -¿Algún día?---escuché detrás mío la voz del chico que me tenía más que cautivada desde el momento en que le vi por primera vez. No sabía descifrar si era por decepción su voz , pero se sentía bastante apagada. Teníamos muy claro que todavía nos faltaba mucho por ser adultos y dar este paso tan importante, pero la propuesta estaba hecha y a mí personalmente me ilusionaba bastante. -Claro que sí, sin ningún problema. Incluso les regalamos una casa, ya que tenemos dos. ¿Qué dices Isabel, cariño? ¿hijo? La señora Cecilia no paraba de mirarnos y yo simplemente no sabía como actuar ni que decir...creo que en ese momento todo estaba dicho. -Bueno, si todo está dicho y decidido---añadió mi madre, Lucrecia---volvamos a la fiesta. Me acuerdo que en ese momento la canción que se escuchaba y nos conquistaba los corazones era ''Lambada''.Una de las canciones más bonitas que escuché en mí vida es Lambada, sin duda. Versos que aprendí desde muy pequeña, ritmo prohibido pero provocador y recuerdos que nunca se irán y eso significa mucho; tanto que siempre me ha causado un sentimiento de seguridad y calor. La fiesta siguió con más diversión todavía, ya que todos se habían enterado de la boda que se iba a celebrar dentro de 15 o 20 años o quién sabe. En realidad nada estaba seguro pero yo ya estaba más que ilusionada y en mi mente preparaba un escenario digno de una película. Bailé con Felipe casi toda la noche, ya éramos el centro de atención de todos. El no dejaba de abrazarme y de contarme alguna anécdota y yo no dejaba de reír y aceptar que me conquiste. Nuestros padres se llevaban de maravilla y de vez en cuando nos echaban el ojo y hablaban como si la boda se celebraría el día siguiente; vamos, que todo el mundo era feliz disfrutando de la fiesta como cada vez que teníamos la oportunidad. La noche fue de lo más di
Felipe ocupó el umbral; no lo podría creer, era tan alto y tan guapo. No quedaba nada de ese niño menudito que conocí antaño. Mis recuerdos con aquel muchacho indefenso se esfumaron en cuanto hizo acto de presencia semejante ejemplar masculino. Me sentía rota de un cuento con príncipes, un cuento en el que sólo te podrías enamorar de uno cuando había mil. El vaso tembló en mi mano derecha y tuve que sujetarlo con la izquierda para que no se derrame la bebida. El me miró como si me hubiera visto un día antes y tengo que reconocer que eso me decepcionó un poco. Se acercó a la mesa donde estaba su tía con sus padres y los míos, y cambiaron algunas palabras. Mi padre le abrazó como si de un hijo se tratara y eso me pareció de lo más extraño, pero no le di mucha importancia; mi mente estaba en lo que su madre había dicho: que era gay, evidentemente ya no había nada que hacer con mis sueños, pero sí con los suyos: respetarlos. De un momento a otro, la situación cambió radicalmente casi
Desde aquella noche pasaron varias semanas. Me dí el lujo de relajarme y no pensar en el chico que ocupaba parte de mí corazón. No volví a saber de el. De hecho, ya tenía a alguien con quien salía de vez en cuando y nos hicimos muy amigos; tanto que estaba segura que sería el novio perfecto. Sebastián me buscaba a la salida de las clases e incluso en algún momento cuando sabía que tenía un poco de tiempo libre me traía algo dulce y, así pasábamos cada vez más tiempo juntos. Un día me propuso ir al cine. Accedí como era de esperar, por algo tenía que empezar nuestra relación. ''Me gusta mucho''--escribí en mí diario--.''Sebastián es un chico muy majo, me trata bien y me respeta , cosa que es difícil encontrar en los chicos de hoy en día. A veces deseo de verdad que lo nuestro se convierta en algo mucho más serio de lo que ya es. por una parte me alegro que Felipe está lejos y es gay, así me será más fácil olvidarlo.''No tenía ni idea de lo mucho que me engañaba a mi
''El tiempo lo cura todo'', dicen por ahí. Bueno en mi caso me lo tenía que curar sola por que con el paso del tiempo, decidí que nada ni nadie me va a hacer sufrir jamás. Dos amores prematuros y perdidos que me han enseñado que no todo es miel o color rosa y que lo mejor que podía hacer era construir un buen futuro. Seguir con mis estudios y alcanzar los objetivos que ya me había propuesto tiempo atrás era lo que ocupaba mi mente en ese momento. A Sebastián no le volví a ver, pero me enteré por algún amigo en común, que se fue de la ciudad. Nadie sabía más. Y nadie entendía que fue lo que pasó realmente para que rompamos nuestra perfecta relación sin ninguna razón. Ese mismo verano recibí una carta de el; una carta que nunca abrí. Simplemente no tenía ganas de leerla y tampoco de saber nada de el...me había hecho mucho daño. Decidí ir a la universidad a seguir mi sueño y estudiar literatura. Estaba muy entusiasmada y hacía mis maletas con mucha ilusión. Mi hermana tenía ya 4 añitos
Mi madre decía muchas veces que mi lengua hacía daño cuando se desataba y era verdad. ''Hay que hablar con la verdad''---eso me han repetido mis padres una y otra vez, durante los 19 años de mi vida y eso hago. No controlo lo que digo y menos cuando estoy enfadada. El ''intruso'' entró en la habitación sin que yo lo viera o le escuchara. Parecía un ladrón. -Harías muy bien en no pensar en voz alta cuando algo te disgusta---gruñó. No me atreví a darme la vuelta y enfrentarlo porque sencillamente no sabía que decir. Sin embargo contuve mi respiración, centrándome en como salir cuanto antes de ese cuarto.-Buenas noches--- susurré sin mirarlo. Di unos pasos para salir de ahí mirando al suelo en todo momento. Tenía tanta prisa por irme...-No tan rápido querida, me debes unas disculpas---bloqueó la puerta con su mano cuando estuve a punto de salir y quedé con la cara casi pegada a la salida y dándole la espalda a el. Sentía su respir
Me fui a la cama llorando, me sentía humillada como nunca antes nadie lo había hecho. Toda mi infancia y mi adolescencia esperé por el como por un príncipe para luego enterarme que es gay. Y fue entonces cuando decidí dejarle atrás. El tenía todo el derecho del mundo de ser feliz como y con quien deseaba. Yo tenía el mismo derecho por eso elegí salir con Sebastián. Había días cuando me sentía tan bien con Sebas que ni recordaba que Felipe existía. Creo que inconscientemente, en el fondo de mi ser, le deseé todo lo mejor para que podamos seguir con nuestras vidas sin ningún impedimento. Dormí tarde aquella noche , tanto que ni me acuerdo haber soñado algo. La sesión de exámenes me tenía echa un desastre y el estrés ya empezaba a hablar por si solo. A ratos los nervios salían a flote y temía no poder con todo esto. Para el colmo teníamos un intruso metido en casa y le tenía que aguantar yo, ya que mí madre estaba encantada con su presencia. Me sentía como una bomba con reloj
La vida está llena de sorpresas y nos ofrece infinidad de oportunidades. A menudo nos vemos cargados de responsabilidades que ni siquiera hemos creado nosotros. Cada decisión que tomamos tiene efectos secundarios, como solía decir mí padre. El sabio de mi vida y el hombre más responsable que he conocido jamás. Dicho esto, hay veces que pienso como el, que todo pasa por una razón y cada cosa , experiencia, persona tiene su momento; o sea todo pasa cuando tiene que pasar. La noche de la cena volvimos a casa y después del baño de mi chiquitina y mi larga y disfrutada ducha, me dispuse a leer un rato para distraerme del día tan pesado que me tocó aguantar. Recordé la carta de Sebastián y creí necesario cerrar otro capítulo de mi vida. Y ¿qué mejor que un capítulo que le incluya a el? , ya que era parte de mi pasado y no quería que volviera en un futuro, ni próximo, ni lejano. Mi pequeña Lorena estaba roncando, así que me eché a la cama a su lado y abrí e
Juro que por un momento pensé en matar al condenado que tenía delante de mi. Nunca nadie se ha metido en mis asuntos personales, ni siquiera mi madre que de por sí era muy curiosa. Me acerqué con pasos lentos para que el no se diera cuenta de la importancia que tenía esa carta para mi; no por nada, pero no tenía ni puñetera idea de lo que podría contener ya que, no la había leído. Me causaba bastante enfado el hecho de que alguien que me caía tan gordo como era Felipe, se metiera de lleno en algo tan personal. Tendí mi mano hacia el para que me la entregara, y en respuesta a mi gesto, Felipe levantó su brazo por encima de su cabeza sosteniendo el sobre de la misma manera que antes. Sacó una sonrisa bien perversa y su mirada brilló mientras me veía con esos ojos que me causaban infinita inquietud. Siendo como unos treinta centímetros más alto que yo, me era bastante difícil alcanzar su mano. De golpe sentí que perdía el equilibrio, pero no quería tocarle bajó ning