Capítulo 3

Una de las canciones más bonitas que escuché en mí vida es Lambada, sin duda. Versos que aprendí desde muy pequeña, ritmo prohibido pero provocador y recuerdos que nunca se irán y eso significa mucho; tanto que siempre me ha causado un sentimiento de seguridad y calor. 

La fiesta siguió con más diversión todavía, ya que todos se habían enterado de la boda que se iba a celebrar dentro de 15 o 20 años o quién sabe. En realidad nada estaba seguro pero yo ya estaba más que ilusionada y en mi mente preparaba un escenario digno de una película. Bailé con Felipe casi toda la noche, ya éramos el centro de atención de todos. El no dejaba de abrazarme y de contarme alguna anécdota y yo no dejaba de reír y aceptar que me conquiste. Nuestros padres se llevaban de maravilla y de vez en cuando  nos echaban el ojo y hablaban como si la boda se celebraría el día siguiente; vamos, que todo el mundo era feliz disfrutando de la fiesta como cada vez que teníamos la oportunidad. 

La noche fue de lo más divertido que tuve en mis pocos años de vida. Juegos, anécdotas, bromas, chistes, regalos, todo estuvo lleno de diversión y buena vibra. 

El día siguiente nos encontramos  en casa de la tía de Felipe, y lo que me sorprendió fue que a pesar de que todo estuvo perfecto en la fiesta del bautizo, algunos todavía hablaban de nuestra boda. Me ilusioné mucho con eso y ,para aquel entonces,  no me di ni cuenta que me fuera a perjudicar algún día. Éramos felices y esperanzados, éramos niños con mucha ilusión y sueños. 

Al caer la noche cada uno se fue para su casa, y cuando nos separamos tuve la sensación de que una parte de mí se iba con el. Me quedé llorando como una magdalena sin ser consciente de que la distancia que nos separaba era bastante grande; ya pensaba en la próxima vez que le vería, alguna fiesta próxima, algún fin de semana muy cercano o las vacaciones para las que faltaba mucho tiempo. 

-Te veo triste hija--- dijo mí madre insistiendo con la mirada---. Acercó su mano y me levantó la cabeza con sus dedos haciendo que la mirase. Me sentía triste, es verdad, pero era cosa mía. ---¿Estás bien? ---preguntó frunciendo el ceño---. 

-Sí ---contesté sin ganas---. Me lo he pasado muy bien---seguí. 

-Hay hija, no te pongas triste cariño---se unió mi padre a la conversación--- sois niños todavía, os vais a encontrar muchas veces, os vais a conocer mejor y luego hay tiempo para ser adultos también. Mi padre me abrazó con mucha fuerza y yo me sentí muy protegida en sus brazos, pero después de eso me aparté para ir a la cama. Cuando casi caigo en los brazos de Morfeo, escuché voces del dormitorio de mis padres. 

-Te dije que no era buena idea---reprochaba mi padre enfadado---.La conversación debía de tener un tema bastante delicado si mi padre alcanzó tal nivel de enfado.

-No sabía que nuestra hija era tan tonta como para enamorarse, ya se le pasará con el tiempo. Además ni es amor ni es nada, solo son dos niños tontos jugando a los adultos. Y para que lo sepas los pillé cuando se besaban---contestó mi madre llena de rabia---

-¿¡Qué?!.. ¿Pero  de qué estás hablando? ¡Son niños todavía! ¡Nuestra hija es una niña!...Se hizo silencio de repente y pensé que ya se iban a la cama, pero cuando quise apartarme de la puerta , mi padre siguió hablando...¿estás segura de lo que has visto?

-¡Claro que sí!, no soy ninguna ciega ¿vale? Salí a la terraza y ahí estaban ellos tan abrazaditos. Al principio me pareció un abrazo de amigos pero cuando los vi besándose me quedé sin palabras. Tu tranquilo, ya se les pasará la tontería con el tiempo. Conocerán otras personas y harán nuevas amistades y ¿quién sabe? , lo mismo nos sorprenden y se olvidan uno del otro. 

-¡Vaya tela! Ojalá tengas razón. Desde luego en una cosa sí que la tienes, son niños todavía y les  hace falta crecer todavía. Cuando será el momento, quiero hablar con ella.  Ahora mismo no lo entendería. 

-Sí amor mío, pero hasta entonces vamos a dormir que estoy reventada---dijo mi madre--- No vaya a ser que tu princesa nos escuche---rio ella---

Me fui a mi habitación con la gran pregunta ¿qué quería hablar mí padre conmigo? ¿Qué es lo que no entendería si me lo contaría ahora?

Desde aquel día no volví a ver a Felipe. Cuando visitábamos a su tía , era porque los adultos siempre hablaban de las suyas y yo me sentía demás en su entorno. Nunca me atreví a preguntar a ninguno de ellos ni por Felipe, ni por su familia. Desde que escuché aquella conversación tan rara entre mis padres, nunca más hablamos de ellos. No sé ni hoy en día cual sería la razón, pero espero con todo el corazón volver a ver algún día a ese chico tan maravilloso que dejó huella en mi vida.

Llegué a la ''edad mala de la adolescencia'' como solía decir mi madre. Todo eran problemas, ya que entre las dos ninguna perdía la oportunidad de regañar; no sé, o yo era demasiado alterada por culpa de mis hormonas o ella realmente no me aguantaba ya. El hecho es que mi pobre padre estaba entre nosotras como un guardián. Cuando salía con mis amigas por ahí, mi madre me reprochaba que llegaba muy tarde y que ''solamente las mujeres frescas andan hasta las tantas de la madrugada''. Estaba tan cansada de sus reproches, que un día hice mis maletas para irme lejos de ella. No aguantaba más. Gracias a mi padre y a mi niña me quedé, pero me juré a mi misma que en cuanto tenga la mayoría de edad y pueda mantenerme, me iré muy lejos.

En una comida con la familia de Felipe, empezaron hablar de el y mis ojos se agrandaron sin darme cuenta. La comida me estaba bloqueando la garganta y no sabía como beber agua cuanto antes para que nadie se diera cuenta de mi shock.

- ¿Estás segura de lo que me dices?---preguntó mi madre casi chillando.

-¡Oh querida!, claro que estoy segura si el otro día me contactó Cecilia y me lo contó con lujo de detalles. Y te puedo asegurar que no es ninguna broma de mal gusto .

-¡Vaya !, pues esto no me lo esperaba querida. Felipe siempre ha sido un chico muy ...no sé como decirlo para no equivocarme...¿cómo va a ser gay?---preguntó mi madre estupefacta.

-Pues para Ceci fue una auténtica sorpresa, hasta me preguntó por Isabel. Dijeron que pronto van a visitarnos que ya han pasado muchos años desde que no nos vemos y nos echan de menos.

Si mi queridísima madre quedó estupefacta, yo era ya la cara de la mismísima sorpresa. No lo podría creer, Felipe gay, ¿quién lo hubiera dicho? ¡Dios mío!, y yo como una tonta pensaba que el también estaba enamorado de mi. Tanta era mi ilusión, que hasta soñaba con casarme con el y por eso había rechazado bastantes chicos guapos; es más, me mantenía virgen porque quería que el fuera el primero y el último en mi vida.

El día de la reunión con los padres de Felipe fue de lo más. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos, a su madre se le notaban las arrugas pero aún así seguía siendo una mujer muy hermosa. El padre sin embargo era el mismo hombre de siempre: Gonzalo, un hombre alto que llevaba puesto un traje sin corbata pero con camisa blanca. Los dos me abrazaron con mucho cariño y sin articular palabra se unieron al grupo de mis padres.

Miré por un largo tiempo la puerta por si entraba Felipe pero no se me cumplió el deseo, al menos no en ese momento ni en las siguientes horas. Estuvimos compartiendo recuerdos y momentos entre ''los jóvenes'' como nos llamaban los mayores. Tanto años sin reunirnos hizo que se nos juntaran recuerdos que nos llenaron la noche de risas y felicidad. Aún así yo sentía que me faltaba algo...o alguien; y todo eso fue hasta el día siguiente cuando le vi entrar por la puerta. Mi mundo se llenó de luz y esperanza, aunque en el fondo de mi alma sabía que no todo era de color rosa, no para mi al menos.  

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