''El tiempo lo cura todo'', dicen por ahí. Bueno en mi caso me lo tenía que curar sola por que con el paso del tiempo, decidí que nada ni nadie me va a hacer sufrir jamás. Dos amores prematuros y perdidos que me han enseñado que no todo es miel o color rosa y que lo mejor que podía hacer era construir un buen futuro. Seguir con mis estudios y alcanzar los objetivos que ya me había propuesto tiempo atrás era lo que ocupaba mi mente en ese momento.
A Sebastián no le volví a ver, pero me enteré por algún amigo en común, que se fue de la ciudad. Nadie sabía más. Y nadie entendía que fue lo que pasó realmente para que rompamos nuestra perfecta relación sin ninguna razón. Ese mismo verano recibí una carta de el; una carta que nunca abrí. Simplemente no tenía ganas de leerla y tampoco de saber nada de el...me había hecho mucho daño. Decidí ir a la universidad a seguir mi sueño y estudiar literatura. Estaba muy entusiasmada y hacía mis maletas con mucha ilusión. Mi hermana tenía ya 4 añitos y me daba mucha pena dejarla, pero tenía que seguir con mi vida. Mis padres tuvieron a mí hermana cuando yo cumplí 14 años. Fue todo un regalo que me dio la vida, ella era mí hermana, mí muñeca, mí hija, mi todo. Llegó para llenar nuestras vidas de felicidad y armonía y yo no podía estar más feliz. Desde entonces me concentré en tenerla contenta y en darle absolutamente todo. La niña de mis ojos me llenaba de amor. Era un día bastante caluroso cuando volvía del paseo con una vecina y muy buena amiga. -Tienes visita---me dijo mi madre, nada más entrar por la puerta. -Nadie ha dicho que me va a visitar hoy, así que no espero a nadie. Será visita de esta casa , no mía---contesté con frialdad. -¡No seas mal educada! ¡Nosotros no te educamos así, Isabel! ---levantó mi madre la voz. Cabe especificar que la relación con mi madre no era del todo buena, pero tampoco era como antaño. Con pasos lentos y suspirando ,fui hacía mi habitación. Desde dentro se escuchaban risas, la de mi hermana y de otra persona que no distinguía quien podía ser. Al abrir la puerta, quedé pasmada. Por varios segundos no pude respirar siquiera y mantenía la mirada fija en aquella persona que pensé que había olvidado. -¿Qué haces tu aquí? ---pregunté sin quitarle la vista de encima. Estaba rabiando y por momentos tenía ganas de gritarle , pero no quería asustar a mi chiquitina. También quería saltarle encima y matarle al ser posible. -Tanto tiempo sin vernos y tu ¿me recibes así ? ---preguntó sarcástico frunciendo el ceño. Se levantó del sillón y dio 3 pasos hacía mí. Sonrió con sarcasmo , pero en ningún momento dejó de mirarme. Sin darme cuenta, mi niña salió de la habitación dejándonos solos. El sarcasmo es uno de tantos nombres que posee este estorbo de chico...un intruso más bien. -No creo que sea el mejor momento para hablar de tonterías, Felipe. Estoy muy bien sin verte y sin echarte de menos; vamos a darle de su propia medicina: sarcasmo. Será mejor que te vayas---tendí la mano enseñándole la puerta---y no vuelvas. Le sostuve la mirada con toda la rabia que acumulé en todos los años pasados. El, sin embargo, seguía sonriendo ladeado. -Pienso quedarme Isabel, tu madre me invitó por unos días. Me acarició el brazo erizando mi piel, mientras se acercaba más a mi y pude sentir su respiración en mi cara. A todo esto yo me mantenía tan indiferente como podía, no pensaba caer en tentación pues consideraba que ya le había pasado el tiempo de prueba. Me sacaba de quicio su sonrisa tonta y el sarcasmo bobo que tenía; pero reconozco que al mismo tiempo la curiosidad se apoderó de mí. Me volvía loca no saber que era lo que quería realmente, porque sí venía a provocarme y luego desaparecer otra vez, yo ya era capaz de cualquier cosa. Pobre de el si quería jugar. -Pues quédate, pero con mi madre, ya que ella te invitó... Me aparté de el. No quería que se diera cuenta de mi punto débil y en ese momento era tenerle cerca y sentir su respiración. -Pero por ahora sal de aquí. Tengo que ducharme y no quiero ver nada raro en ti a la hora de quitarme la ropa. Le di la espalda y empecé a desnudarme prenda por prenda mientras le veía de reojo. Su semblante cambió de la sonrisa boba que tenía antes a una cara de sorpresa que nunca podría descifrar. Reía internamente por lo impresionado que se veía. De golpe, se dio la vuelta y se fue sin chistar. Una vez en el baño no podía dejar de reír. Me divertía de verdad después de mucho tiempo. ''¿No quería jugar?...pues que empiece el juego ''. La cena con mi familia fue de lo más tranquila últimamente. Sobraba el intruso pero como no me habló casi, no me molesté en prestarle ni la más mínima atención. Mi madre preguntaba por su familia y mi padre hacía algún comentario de vez en cuando. Fue entonces cuando se me encendió una lucecita. -Una cosa no entiendo amigo Felipe---le dirigí la palabra sin levantar la mirada de mi plato. -Te escucho, querida Isabel---el silencio sepulcral se podía tocar literalmente. Levanté entonces la mirada del plato y le hablé con frialdad. -No entiendo porque te quedas en nuestra casa si tienes familia en esta misma ciudad... -¡Isabel!---gritó mi madre---¡Retira tus palabras ahora mismo! Vi a mi madre roja de furia pero eso no me hizo parar, más porque no tenía ganas de los juegos de nadie. -No tengo porque hacerlo, sólo estoy opinando. ¿No es lo que me has enseñado siempre, decir lo que realmente pienso?---al instante la cara de Felipe reflejaba una satisfacción indescifrable y una sonrisa de ganador. Nunca entendí porque es tan hipócrita la gente. ¿Qué era esa sonrisa en su cara?, si yo lo único que quería era sacarle de nuestra casa. ¿Qué era divertido en eso? -No me molesta ir a casa de mi tía, pero prefiero quedarme aquí. Al menos por esta noche. Gracias por la invitación, Lucrecia---dijo el cabrón mirando triunfador a mi madre. Me guiñó el ojo sonriendo ladeado mientras la mirada le brillaba de una forma increíble. Ni que fuera a ganar una guerra, pensé para mi misma. -Siempre eres bienvenido muchacho---añadió mi padre con tranquilidad. Mi hija no ha tenido un día excelente que digamos. Mi padre, que era el hombre más tranquilo del universo, me cubrió la mano con la suya transmitiéndome su calma. Nunca entendí como había tanto amor entre mis padres. Mi madre parecía un volcán mientras que mi padre era la calma en persona. -Esta niña debería pedir disculpas---habló mi madre como si fuera para ella misma. Felipe es un chico adorable y no deberías tratarle mal---se dirigió a mi viéndome con cara de mala leche. Nos vimos por unos segundo pero cambié de dirección dando una vuelta con mi mirada a todos los presentes. La que no decía nada era mi niña, tan calladita que hasta daba la sensación de que toda aquella escena era una obra de teatro y ella la disfrutaba en verdad. Tanto que de vez en cuando sacaba una sonrisita tan dulce como ella. -Te vas a quedar en la habitación de invitados, que gracias a Dios tenemos una. Ahora mi hija mayor te llevará una manta por si tienes frío. Y espero que disculpes a nuestra querida Isabel, a veces no controla su boca. Mi madre se levantó para traer el postre y resopló con disgusto. Escuché un suspiro de Felipe y unas palabras entre dientes, algo de la boca de alguien. Intenté descifrarlas sin éxito. Mi padre por su lado me mandó una señal para no liarla más y porque le quiero tanto, decidí dejar las cosas tal y como estaban. Con un poco de suerte el pesado de Felipe se iría mañana para nunca más volver. Tengo que reconocer que el postre fue una delicia, mi madre puede ser muy dura conmigo pero en la cocina es toda una experta. No es para menos, ya que viene de familia de cocineros, sí o sí tuvo que aprender. -Tengo mucho sueño---escuchamos a mi niña. Sin pensarlo dos veces la levanté en mis brazos, yendo hacía nuestro dormitorio. Desde muy chiquitina duerme conmigo y a mi me encanta saber que está ahí, me encanta protegerla. Su habitación está al lado pero todavía compartimos la mía. Le puse el pijama y le leí un cuento. En cuanto vi que se durmió le di un beso y salí del cuarto encaminándome hacía el habitación de invitados. Ni rastro del pesado aquél , nuestro querido invitado, así que sin más abrí el armario del pasillo y saqué una manta, que dejé encima de la cama. Al final no era asunto mío donde se había metido el, si quiere dormir ahí está la cama. Sino que duerma en el suelo, no es mí problema. -Con gusto duermo en el suelo---escuché detrás de mi. Me quedé helada.Mi madre decía muchas veces que mi lengua hacía daño cuando se desataba y era verdad. ''Hay que hablar con la verdad''---eso me han repetido mis padres una y otra vez, durante los 19 años de mi vida y eso hago. No controlo lo que digo y menos cuando estoy enfadada. El ''intruso'' entró en la habitación sin que yo lo viera o le escuchara. Parecía un ladrón. -Harías muy bien en no pensar en voz alta cuando algo te disgusta---gruñó. No me atreví a darme la vuelta y enfrentarlo porque sencillamente no sabía que decir. Sin embargo contuve mi respiración, centrándome en como salir cuanto antes de ese cuarto.-Buenas noches--- susurré sin mirarlo. Di unos pasos para salir de ahí mirando al suelo en todo momento. Tenía tanta prisa por irme...-No tan rápido querida, me debes unas disculpas---bloqueó la puerta con su mano cuando estuve a punto de salir y quedé con la cara casi pegada a la salida y dándole la espalda a el. Sentía su respir
Me fui a la cama llorando, me sentía humillada como nunca antes nadie lo había hecho. Toda mi infancia y mi adolescencia esperé por el como por un príncipe para luego enterarme que es gay. Y fue entonces cuando decidí dejarle atrás. El tenía todo el derecho del mundo de ser feliz como y con quien deseaba. Yo tenía el mismo derecho por eso elegí salir con Sebastián. Había días cuando me sentía tan bien con Sebas que ni recordaba que Felipe existía. Creo que inconscientemente, en el fondo de mi ser, le deseé todo lo mejor para que podamos seguir con nuestras vidas sin ningún impedimento. Dormí tarde aquella noche , tanto que ni me acuerdo haber soñado algo. La sesión de exámenes me tenía echa un desastre y el estrés ya empezaba a hablar por si solo. A ratos los nervios salían a flote y temía no poder con todo esto. Para el colmo teníamos un intruso metido en casa y le tenía que aguantar yo, ya que mí madre estaba encantada con su presencia. Me sentía como una bomba con reloj
La vida está llena de sorpresas y nos ofrece infinidad de oportunidades. A menudo nos vemos cargados de responsabilidades que ni siquiera hemos creado nosotros. Cada decisión que tomamos tiene efectos secundarios, como solía decir mí padre. El sabio de mi vida y el hombre más responsable que he conocido jamás. Dicho esto, hay veces que pienso como el, que todo pasa por una razón y cada cosa , experiencia, persona tiene su momento; o sea todo pasa cuando tiene que pasar. La noche de la cena volvimos a casa y después del baño de mi chiquitina y mi larga y disfrutada ducha, me dispuse a leer un rato para distraerme del día tan pesado que me tocó aguantar. Recordé la carta de Sebastián y creí necesario cerrar otro capítulo de mi vida. Y ¿qué mejor que un capítulo que le incluya a el? , ya que era parte de mi pasado y no quería que volviera en un futuro, ni próximo, ni lejano. Mi pequeña Lorena estaba roncando, así que me eché a la cama a su lado y abrí e
Juro que por un momento pensé en matar al condenado que tenía delante de mi. Nunca nadie se ha metido en mis asuntos personales, ni siquiera mi madre que de por sí era muy curiosa. Me acerqué con pasos lentos para que el no se diera cuenta de la importancia que tenía esa carta para mi; no por nada, pero no tenía ni puñetera idea de lo que podría contener ya que, no la había leído. Me causaba bastante enfado el hecho de que alguien que me caía tan gordo como era Felipe, se metiera de lleno en algo tan personal. Tendí mi mano hacia el para que me la entregara, y en respuesta a mi gesto, Felipe levantó su brazo por encima de su cabeza sosteniendo el sobre de la misma manera que antes. Sacó una sonrisa bien perversa y su mirada brilló mientras me veía con esos ojos que me causaban infinita inquietud. Siendo como unos treinta centímetros más alto que yo, me era bastante difícil alcanzar su mano. De golpe sentí que perdía el equilibrio, pero no quería tocarle bajó ning
Salí de la cocina como una tormenta, sin darle tiempo a Felipe de reaccionar. Me llamó pero ni siquiera miré atrás, necesitaba esconderme, huir, no sé.Me eché a la cama casi llorando. Estaba tan confundida con lo que me había dicho minutos antes, pues ya no sabía si quería leer aquello. Le eché valor y con manos temblorosas y heladas abrí el sobre. Algún día tenía que enfrentar la realidad.''Querida Isabel, perdóna mi torpeza pero ni siquiera sé como empezar esta carta. Te amé desde el primer momento en el que mis ojos encontraron los tuyos, deseaba tenerte entre mis brazos y añoraba tus besos como un desquiciado. Sigo siendo un desquiciado , puesto que a estas alturas me comunico contigo mediante esta carta sin tener el valor de hablarte personalmente. La cagué y lo hice a lo grande, lo sé...también sé que haga lo que haga, nunca conseguiré tu perdón y menos tu atención nunca más. No me bastará la vida que me queda por vivir para pedir que algún día dejé de c
Nos encaminamos a su habitación y entramos casi si hacer ningún ruido. Me senté en la cama y Felipe se acomodó detrás de mi. Acto seguido me atrajo a sus brazos y entonces pude darme cuenta que estaba apoyado en el cabecero. Me rodeó con sus brazos y dejé mi cabeza caer sobre su pecho. Casi dejó de respirar, sólo podía escuchar los latidos de su corazón, que no eran nada suaves. -¿Estás cómoda? -escuché en mi oído derecho.No contesté, pues parecía que mi voz me había abandonado. Mi cabeza daba mil vueltas y no dejaba de pensar en lo que fue y en como me siento ahora por culpa de aquello. Todo pasará, estoy muy consciente de ello, pero necesito tiempo para asimilarlo. -No soy quien para decirte nada en este momento, sé que todo es tan inútil y las palabras sobran---susurró Felipe besando despacio mi cabeza.---Verás que más pronto que tarde todo te parecerá un mal sueño. -Ojalá ---contesté sin ganas---. -Duerme aquí si quieres. Yo cu
Aquel verano pasó de lo más rápido. En nada estaba haciendo mis maletas para ir a la universidad. El día que recibí los resultados de los exámenes, llegué a casa con cara de pocos amigos. No sé porque, pero me gustaba provocar a mi madre. En cuanto me vio se puso roja de furia, pues claramente la pobre no tenía ni idea de la verdad. La dejé que se consumiera por un rato largo, mientras que le hacía señas a mi padre. El pobre se aguantaba para no partirse de risa. -Esta noche tenemos invitados---gruñó mi matriarca. ¿Con qué cara vamos a decirles que no fuiste capaz de abrir un nuevo camino en tu vida? - ¿Qué invitados?---pregunté sorprendida. Levanté un poco la voz y esperaba que el escándalo esté en su casa nuevamente, pero tal parecía que mi "jefa" no estaba en sus sentidos. Paré en medio del salón viéndola con los ojos entrecerrados. -¿Qué más da? ¡Ya la has liado bastante!---me gritó fúrica yendo de un lado para otro como si fuera a recoger la casa. Salió a l
No me dí cuenta cuando pasó el tiempo. La cena fue de lo más agradable, gracias al ángel que me salvó en varias ocasiones de las garras de su hijo. Estábamos las dos en la terraza, ocupando dos sillas. -Cariño--- se dirigió a mi---te quiero decir algo pero no sé cómo lo vas a tomar. Sólo espero que no te enfades conmigo. Noté preocupación en su mirada pero no me sentía asustada para nada. Sin embargo elegí por no articular palabra y así darle la oportunidad de sacar lo que tenía dentro.-Mi hijo...ehhh...no es un chico malo ¿vale? Lo que pasa es que tiene mucho genio y la mayoría de las veces no lo controla. Lo conoces desde siempre y sabes que de niño era exactamente igual. Lo único que ha cambiado es que ha madurado y es un hombre ya , pero el carácter, el temperamento, es lo mismo de siempre. Me quedé atónita. Y ¿porqué me estaba "advirtiendo" a mi de esto?-Me entiendes ¿no es así? Tocó mi mano y sentí la calidez de una madre que defiende a su hijo con