CAPITULO 1

Estoy sentada en un escritorio frente al señor Giordiano, quien desde que llegué no ha parado de servirse ron. Este hombre sí que toma.

- Vamos a hablar de cómo trabajarás aquí.

- Soy toda oídos, señor -me cruzo de piernas y la mirada del señor Giordiano baja directo a ellas, pero luego vuelve a mirarme a mí.

- Quiero que estés las 24 horas aquí en casa cuidando de mi hija. Solo podrás irte los fines de semana y, si te necesito para algún viaje, se te pagarán horas extra.

- ¿Quiere decir que me quedaré a vivir aquí?

- Así es. Yo no puedo hacerme cargo todo el tiempo de mi hija y mi nana ya está muy vieja para cuidar de un niño.

- Entiendo.

- No se preocupe, señorita Morelli, se le pagará bien.

- Sí, es solo que no quería dejar tanto tiempo sola a mi hermana María, pero bueno, ella sabrá entender.

- ¿Viven solo las dos?

- Sí, desafortunadamente, mis padres fallecieron y quedamos solo las dos. Fue un duro golpe, pero supimos recuperarnos. -Veo que el señor Giordiano se queda pensativo, pero luego reacciona-. Lo siento mucho por lo de sus padres.

- No hay cuidado, señor.

- Venga, le mostraré el cuarto donde se va a quedar. -Salimos del despacho y subimos las escaleras. Caminamos hasta el fondo y luego abre la puerta y enciende las luces.

- Aquí dormirá. -Wow, esta habitación es más grande que la mía. Como si nada, entro y observo cada detalle de la habitación.

- Está muy linda, señor. Gracias. -Él asiente y luego salimos y entramos a otra habitación que al parecer es la habitación de la bebé.

- Es hermosa la habitación. -Acaricio la cunita, el sillón, todos los peluches.

- La decoramos con mi esposa. -Cuando dice "mi esposa", siento una sensación algo rara, pero decido no pensar en esa sensación.

- ¿Y dónde está su esposa? -Él mira el retrato donde está la bebé y una mujer que supongo es su madre, y luego sonríe.

- Ella murió cuando Alana nació. -Ay, Dios, ahora sí que la metiste hasta el fondo, Gaby.

- Señor, cuanto lo siento, no debí preguntar.

- Tranquila, señorita, usted no sabía. Por eso fue que decidí contratar una niñera; yo solo no puedo con un bebé.

- Entiendo. Pues, no se diga más, ¿cuándo empiezo? -Él me dedica una tímida sonrisa, pero de inmediato la quita.

- Hoy mismo.

- Pero no traje mis cosas.

- No te preocupes, mañana pasaremos por tus cosas. Ven. -Bajamos y ahí vemos a la señora con la bebé en manos.

- Mira, señorita Morelli, ella es mi hija Alana. -Veo a una preciosa bebé de un año de edad con cachetes regordetes que provocan morder y esos preciosos ojos que sin dudarlo los sacó de su padre.

- ¿Puedo cargarla? -Le pregunto al señor.

- Claro, al fin de cuentas, usted será su niñera. -La señora me pasa a la bebé y, cuando la tengo en mis brazos, una sensación rara pero bonita se instala en mi pecho.

- Hola, princesa Alana. Yo soy Gaby, y de ahora en adelante, tú y yo pasaremos mucho tiempo juntas. -La bebita me sonríe y mueve sus manitas como si entendiera lo que le dije, lo que hace que suelte una risita.- Es hermosa, señor.

- Sí, que lo es. Es igual a su madre. -Cuando dice eso, puedo ver cómo sus ojos se apagan. - Nana te enseñará toda la casa. Yo debo irme.

- Está bien, señor. Que tenga un buen día. -Él asiente y cuando trata de acercarse a su hija, algo lo detiene, dando un paso atrás, y luego se va. Miro a la señora, que mira con tristeza al señor.- ¿Todo bien, señora?

- Si quieres, puedes decirme nana, así me llaman todos aquí.

- Bueno, entonces tú llámame, Gaby.

- Está bien, Gaby. Ven, te mostraré la casa. -Nana me hace pasar por cada rincón de la casa, pero llegamos a una habitación. - Esta habitación está prohibida para todos. Aquí solo puede entrar el señor y yo, pero solo cuando él lo autoriza.

- ¿Y se puede saber qué hay ahí?

- Eres muy curiosa.

- Más o menos. -Ella me da una sonrisa.- Ahí están las cosas de la señora Valerie. -Se refiere a la esposa.- Cuando ella murió, él no quiso tirar las cosas de ella, así que pidió que las colocáramos en la habitación.

- Nana, no quiero ser indiscreta, pero ¿de qué murió la señora?

-Te lo contaré, pero ni una palabra a Dante, a él no le gusta que se hable del tema. Caminamos a la cocina y dejamos a Alana en su mesita mientras Nana le prepara una papilla. La señora Valerie era la mujer más buena que haya conocido en toda mi vida. Ambos se amaban con locura. Ella era su asistente y terminaron casados por cosas del destino, pero la señora tenía un serio problema en el corazón. A Valerie le dieron dos corazones nuevos, pero ambos dejaron de funcionar. Cuando se enteraron del embarazo, no fue tan bueno, ya que el médico dijo que no podían tener bebés por el riesgo que corría Valerie. Sin embargo, a ella no le importó arriesgar su vida y decidió seguir con el embarazo. Dante al principio le costó mucho aceptarlo, pero al final terminó cediendo. Con los meses, las cosas se complicaron y la nena nació a los 8 meses, pero ya Valerie estaba muy debilitada. Incluso Dante quiso darle su corazón. ¡Oh, por Dios, él ofreció su corazón! Debió amarla con locura. Pero el médico dijo que de todas formas ella rechazaría ese corazón y todo sería en vano. Entonces, mi niña, Valerie, murió y de paso también se llevó a Dante, porque desde que ella se fue, nunca fue el mismo. Es más, ni siquiera ha tocado a su hija.

- ¿Nunca la ha cargado?

- Nunca. No es porque no la ame, porque sé que mi niño adora a su hija, pero siento que es algo más fuerte que él. Espero con el tiempo logre superarlo.

- Vaya, Nana, qué historia tan triste. Pobre del señor. Espero algún día llegue a encontrar la felicidad que perdió.

- Ay, querida, Dios te escuche. Ya no quiero más tragedias en este hogar.

En la noche, estoy terminando de darle su tetero a Alana en su habitación.

- Eres una bebé muy, pero muy hermosa - me sonríe y juega con mi cabello - además, tienes unos ojitos preciosos, iguales a los de tu padre.

- ¿Qué hace Alana a esta hora despierta? - la voz del señor Giordiano me hace pegar un brinco del susto.

- Señor, ¡qué susto me ha metido!

- Responde a la pregunta - habla con tono autoritario.

- La nena lloraba porque tenía hambre, así que le di de comer, pero ya se va a dormir.

- No me gusta que Alana esté despierta a esta hora.

- No volverá a pasar, señor.

- Más te vale, porque sino puedes ir cogiendo tus cosas - es un hijo de puta amargado.

- Entendido, señor - este sale como si nada y a mí me deja con ganas de golpearlo - ya duerme, pequeña, o tu papá me sacará de una patada en el culo a la calle.

A la mañana siguiente, me levanto al escuchar el llanto de Alana. Entro a su habitación y la cargo.

- Ya, mi amor, aquí estoy - esta se calma cuando me ve y al escuchar su estomaguito me doy cuenta de que tiene hambre - con que tienes hambre, pequeña, pues vamos a darte tu tetero - bajo con ella en brazos y preparo su tetero con una sola mano, ya que en la otra tengo a la bebé.

- Señorita Morelli - pego un brinco cuando escucho su ronca voz.

- Dios mío, qué manía con asustarme - cuando levanto mi vista, veo que está solo en pantalón, pero nada de camisa. Puedo ver su perfecto cuerpo trabajado.

- ¿Ya paró de verme?

- Disculpe, yo...

- Mejor suba a darle el tetero a mi hija - veo cómo la nena intenta ir a los brazos de su padre, pero este se corre.

- ¿Por qué no la carga? Ella desea que lo haga.

- No creo que sea buena idea.

- ¿Por qué no? Usted es el padre - este parece algo nervioso cuando intento acercarle a la niña, pero este se para de golpe y me grita.

- ¡Dije que no! Es tu maldito trabajo encargarte de ella - es un jodido idiota. Veo a Alana y pienso en el tremendo idiota de padre que le dejaron.

- Qué genio se gasta en la mañana - susurro a lo bajo.

- ¿Qué dijiste?

- Nada, que tenga buen día.

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