Al fin estoy en casa con María y Alana. María, desde que vio a Alana, no ha parado de cargarla y de darle besos por todos lados.
- Oye, vas a asfixiar a la bebé.
- Es que es tan hermosa, no entiendo cómo su padre no la quiere.
- Él sí la quiere, es solo que le cuesta. Pero el señor Dante la adora, ¿o por qué crees que me mandó con esos gorilas? - digo señalando la ventana.
- Bueno, ¿y cuenta si es buenón tu jefe? - pregunta con picardía.
- Ay, por Dios, María, es mi jefe.
- ¿Y? Es hombre. Es más que bueno, es extremadamente bueno. Mi jefe, el hombre está que se parte de lo bueno que está. Cada vez que miro sus carnosos labios, me provoca tirarme a ellos y morderlos. Dios, de solo pensarlos me da calor en todo el cuerpo. - "Te colocaste colorada?" - dice María con una risita.
- Dios, María, ya basta. - Ambas nos reímos a carcajadas. - Sí, el hombre está bueno, pero es un amargado y gruñón.
- Qué lástima. Puede ser muy lindo y todo, pero no me gustan los hombres así.
Más tarde llevamos a Alana a la habitación, ya que se quedó dormida. Entonces, María y yo aprovechamos para tomarnos unos vinos relajantes.
- Recuerda que solo son dos copas, Gaby.
- Lo sé, aunque sabes que ahora me controlo en el tema del licor.
- Solo no quiero que se repita todo.
- Eso no pasará, te lo prometo. - El timbre de la casa suena, entonces me levanto para ver quién es, y cuando abro la puerta sin pensarlo, me tiro encima de esa persona.
- ¡Fede! - Grito emocionada. Fede es mi amigo de la infancia, que la verdad me gustaba mucho, pero nunca se lo pude decir. Al final, él se fue para Nueva York con su familia, y desafortunadamente perdimos contacto. Pero ahora que lo veo, estoy feliz de verlo.
- Sorpresa, pequeña Gaby. - Pequeña Gaby, así era como me decía él cuando éramos más chicos.
- Todavía me dices así.
- Para mí, siempre serás mi pequeña Gaby.
- ¿Cuál es el alboroto? - Dice mi hermana, pero cuando ve a Fede hace lo mismo que yo. - ¿Por qué no avisaste que venías, tonto?
- Quería que fuera sorpresa.
- Ven, pasa. - Todos pasamos a la sala, y María le sirve una copa a Fede.
- Vaya, cómo pasa el tiempo. Las dos están hermosas.
- Tú no te quedas atrás. Debes tener a más de una americana detrás tuyo.
- Tal vez, pero no me interesan. Igual, ya no volveré a Nueva York.
- ¿Qué? ¿Por qué?
- Quiero quedarme aquí. Extraño mi país y las extrañé a ustedes. - En ese momento se escucha el llanto de Alana, y Fede se pone alerta. - ¿Ese es el llanto de un bebé? - En ese momento se me ocurre hacerle una broma.
- Sí, es el llanto de mi hija. - Este se atraganta con la saliva y luego grita. - ¡Tu hija! - Veo cómo María está que se estalla de la risa.
- Sí, mi hija. Espera, ya la bajo. - Subo con unas ganas de reírme, y cuando veo a Alana, la tomo en brazos. - Hola, pequeña, aquí estoy. - Bajo con ella, y Fede, al verla, se queda impresionado.
- No puedo creerlo, ¡sí tienes una hija!
- Sí, se llama Alana. - Este parece estar en shock.
- ¿Y quién es el padre?
- No lo sé, estaba muy borracha ese día.
- ¡¿Qué tu qué?!! Dios, pequeña, pero... - Este hombre cae rendido al sofá y se pone las manos en la cara, como si en realidad estuviera sufriendo, así que María interviene.
- Vamos, Gaby, no seas mala con él. - Se sienta al lado de Fede. - Fede, es broma. Alana no es su hija. - Este mira a María confundido y luego a mí.
- Entonces, ¿de quién es?
- De mi jefe. Trabajo de niñera.
- ¿Y por qué la traes contigo?
- Pues, la nena se puso a llorar porque me iba, y pues le pedí permiso a mi jefe si me la podía llevar, y él aceptó.
- Dios, Gaby, te quiero matar. Casi me da un infarto. Me matarás antes de tiempo, mujer.
- Lo siento, solo quería bromear contigo.
- Y sí que lo lograste, pequeña bromista.
A la mañana siguiente, me levanto temprano aprovechando que Alana sigue dormida, y me doy una ducha rápida para luego cambiarme por unos shorts y una camisa de tirantes.
Cuando voy a la habitación de Alana, la pequeña no está. En ese momento, me entra el pánico, entonces comienzo a correr por toda la casa buscándola, hasta que la veo riendo con Fede.
- Por Dios, Fede, casi me da un infarto cuando no vi a la pequeña.
- Estaba llorando, así que vine por ella. Es muy hermosa y cariñosa.
- Lo sé, ella se roba el corazón de cualquiera. - El timbre de la casa suena, así que voy y miro quién es, pero al abrir la puerta, me llevo la sorpresa de ver a mi jefe.
- Señor, ¿qué hace aquí?
- ¿Acaso no puedo venir a ver a mi hija?
- Sí, claro, pase. - Este pasa y observa cada detalle de la casa, pero la voz de Fede hace llamar la atención de Dante.
- Gaby, esta pequeña traviesa me tiró el desayuno en la cara.
- ¿Qué hace ese hombre cargando a mi hija?!! - Grita colérico Dante.
- Señor, es un amigo mío, tranquilo.
- Usted y yo tenemos que hablar, señorita.
- Señor, no la culpe a ella, fui yo quien la cargó sin permiso.
- Usted no se meta y entréguele a mi hija a la señorita Gabriella. - Fede me entrega a la bebé, que está algo asustada.
- Tranquila, mi amor. - Miro a Dante con rabia por alterar la paz en mi hogar. - ¿Se puede calmar un poco? Está asustando a la niña.
- No me puedo calmar porque un maldito extraño estaba cargando a mi hija. - Grita más fuerte, lo que pone a llorar a Alana.
- Tranquila, mi amor, papi está un poco enojado, pero no es contigo. - Llamo a María, y esta aparece. - ¿Te puedes quedar con la nena unos minutos?
- Claro, yo encantada de tener a esta belleza. - Dirige su mirada al señor Dante. - Con permiso, señor. - Le indico a Dante que pasemos a un pequeño despacho que antes era de mi padre.
- No me dijo que vivía con un hombre.
- Él no vive aquí, llegó ayer de visita, y le dijimos que se quedara. Además, eso no es problema suyo.
- Claro que es problema mío, porque aquí está mi hija.
- Su hija ha recibido más amor aquí que en su propia casa. - Cuando menciono esas palabras, el señor me estrella contra la pared del despacho haciéndome soltar un grito. - ¿Qué dijo? - Dice enojado.
- Lo que escuchó. Por lo menos aquí recibe el amor y la atención que ella necesita.
- No colme mi paciencia, señorita Gabriella, no sabe de lo que soy capaz.
- ¿Qué, acaso piensa matarme? - En ese momento me acuerdo de la conversación de Dante con Fran, y me doy cuenta de que él sí es capaz de matarme.
- No rete a la suerte, señorita. - Siento cómo la sangre baja de mi rostro; ahora sí creo que estoy más pálida que el papel. - ¿Qué pasa, se le comió la lengua los ratones? - dice riéndose.
- No, usted no me da miedo, señor Dante. Puede hacer lo que quiera conmigo, no me importa, pero ni sueñe con que dejaré que usted me humille o me trate mal.
- ¿Sabe que puedo despedirla y contratar a otra niñera?
- Suerte con eso. - Cuando me voy a ir, él vuelve a tomarme y me atrae a su cuerpo, quedando muy pegada a él. - ¿Qué le pasa? - pregunto algo nerviosa por su cercanía. Él no responde, solamente se queda mirando mi rostro como si me estuviera analizando. Dante levanta su mano y luego me acaricia el rostro con delicadeza, lo que hace que todo mi cuerpo se erice. Cuando él comienza a acercarse para besarme, algo hace que se detenga.
- ¿Qué me pasa? - susurra algo confundido y después se separa, saliendo por la puerta y dejándome algo confundida.
- ¿Qué fue eso?
Salí del despacho y al llegar a la sala noté que Alana no estaba.- ¿Dónde está la bebé? - pregunté a María.- El papá malhumorado se la llevó - maldito Dante - la pobre salió llorando - ¡idiota, lo quiero matar, ¡cómo se le ocurre llevar a Alana así!- Es un idiota - dijo Fede mientras se comía una manzana.- Lo sé, pero es el padre de Alana y no quiero alejarme de ella.- Ay, nena, te dije que no te encariñaras con ella y eso es lo que estás haciendo.- Sí, ya sé, pero ya es tarde, ya me encariñé con la nena - vi que María miraba a Fede y este negaba con la cabeza.- No puedo creerlo, saben qué, mejor vamos de fiesta hoy a relajarnos un poco - dijo Fede contento.- Me parece perfecto.Ya en la noche, me estaba arreglando junto con María para irnos de rumba con Fede.- María, ¿segura que me veo bien con esto? - le pregunté mirándome al espejo.- Te ves muy linda y sexy.- Gracias, ahora sí vamos - bajamos las dos y cuando Fede nos vio, sus ojos se abrieron dejando su boca abierta.- ¡
Despierto en una superficie blanda que me hace querer seguir durmiendo, pero creo que ya es hora, así que abro mis ojos y me doy cuenta de que estoy en la habitación que Dante me asignó en su casa. Lo que más me sorprende es que estoy cambiada con un pijama.- ¿En qué momento me cambié? - La puerta se abre, dejando ver a Dante.- Buenos días, Gabriella.- Hola, Dante... ¿Tú me cambiaste? - Pregunto algo apenada, pero él niega.- Fue nana, te tratamos de levantar, pero tienes un sueño bastante pesado.- Lo siento. - Él sonríe y se sienta.- ¿Cómo estás?- Mucho mejor. Ayer me llevé un tremendo susto, pero ya me encuentro bien. - Él acaricia mi rostro y veo que posa su mirada en mis labios, pero algo hace que lo detenga, bajando su mano.- Me alegra. Date un baño. Alana te está esperando.- ¿Vas a hacer algo hoy? - Él me mira algo confundido.- No, ¿por qué?- ¿Por qué no nos acompañas a Alana y a mí a un día de campo? - En serio le pregunté eso... Dios, qué vergüenza que pensara él.- N
Despierto con el llanto de Alana, así que me levanto con un humor de perros, pero al ver a mi pequeña todo ese mal humor se va.- Hola mi amor, me estabas esperando – ella estira sus manitos mientras hace pucheros – ya cariño, aquí estoy – bajo con ella a la cocina para darle su tetero y así yo tener tiempo de bañarme para luego arreglarla a ella.- Veo que madrugaron – me sobresalto al escuchar la voz de Dante.- Por Dios, deja de hacer eso, me asustaste.- Lo siento – veo que la nena se pone contenta al ver a su padre, así que este se acerca y acaricia su cabecita.- Hola preciosa Alana – la nena intenta que la cargue, pero este se hace para atrás como si estuviera asustado, lo que me hace sentir algo decepcionada – me voy ya al trabajo, regreso más tarde.- Claro, que tengas buen día – al rato Alana se duerme, así que me da tiempo para darme un baño y colocarme una falda con una blusa sencilla.Luego me dirijo a su habitación y, como ya se encuentra despierta, le doy un baño bien ri
Llevo ya una semana sin ver a mi pequeña Alana y eso me está partiendo en dos. Desde lo ocurrido en el bar, decidí no regresar para no tentar a la suerte, así que mejor me alejo de esos lugares. Les cuento que comencé a trabajar en una cafetería muy elegante y sumamente costosa. Pagan muy bien y si atiendes bien a los clientes, ellos te dan una muy generosa propina.- Mari, ya me voy, cuídate - tomo mi bolso y salgo de casa. Tomo un taxi porque no me dio tiempo de tomar el bus, me levanté tarde. Cuando llego a la cafetería, me espera Harry, el mismo chico del bar. Al parecer, también trabaja de día. Fue él quien me ayudó a conseguir este empleo.- Hola, preciosa, ¿cómo estás? - me da un beso en la mejilla.- ¿Bien y tú?- De maravilla ahora que te veo - siento como mis mejillas se colocan rojas y él se ríe. - Te ves preciosa cuando te sonrojas.- ¡Harry! Ya basta, no quiero ser un tomate andante - en ese momento llega la jefa, que, a propósito, es una mala leche. Se llama Emilia y nos
- ¿Cómo es posible que aceptaste regresar a esa casa? - grita enojada María.- Sé que es una locura, pero extraño a la niña y es la única forma en que la puedo tener cerca.- Y también extrañas al padre de la criatura.- odio cuando María se pone en ese plan de quererme reprochar todo.- María, él y yo nunca vamos a poder tener nada. Él ama todavía a su mujer, ya lo dejó bastante claro.- Sí, él lo tiene claro, pero tu corazón no. - María se sienta a mi lado y toma mi mano. - Gaby, sabes que siempre te voy a apoyar, pero algo me dice que esto va a terminar mal.- Solo déjame seguir al lado de la nena. - María suelta un suspiro y me abraza. - Es tu vida, Gaby. Yo no decido por ti.Después de esa charla, Harry me llamó y me comentó que la perra de Emili me había despedido por haber dejado tirado el puesto, pero no me importa, ya tengo un empleo y ese empleo me hace más que feliz.- María, ya me voy. Nos vemos el finde.- Dale, pero llámame porfa. - Cuando llego a la casa de Dante, entro c
Cuando Nana menciona que Alana tiene fiebre, Dante y yo salimos corriendo del despacho y subimos a toda velocidad al cuarto de la pequeña.- ¿Qué pasa, Nana? - pregunta Dante.- Está ardiendo en fiebre, deben llevarla al hospital - en ese momento pasa algo que no esperaba que llegara a pasar. Dante toma a la pequeña Alana en sus brazos y luego coloca una cobija encima de ella.- Nana, dile a Lucas que prepare el auto y Gabriella, trae el bolso de la pequeña - todas hacemos lo que nos pide, pero no dejo de salir del shock de verlo cargar a la pequeña. Cuando Nana nos avisa que el carro está listo, bajamos corriendo y Dante se sube al auto junto conmigo.- Arranca, Lucas - pide Dante. Veo que este no deja de ver a Alana y luego la abraza, está desesperado, puedo notarlo. - Está muy quieta - su voz se quiebra.- Tranquilo, es por la fiebre, ella se pondrá bien - cuando llegamos al hospital, unas enfermeras nos reciben y se llevan a la pequeña a una sala, dejándonos afuera con el corazón e
DANTEEstoy caminando de un lugar a otro, esperando noticias de Gabriella. La verdad, nunca esperé que ella fuera a hacer eso por mi hija. Ahora puedo ver lo mucho que ama a Alana.- Dante, ¿cómo va Alana? - Fran, Luna, María y los dos idiotas que están detrás de Gabriella están aquí.- No lo sé, todavía no me han dejado verla y estoy desesperado.- Pronto la verás - el doctor sale y me dice que puedo ver a mi hija, así que sin pensarlo corro detrás de él. Llegamos a una habitación donde hay varios bebés en cunitas.- Ahí está. La operación de la señorita Gabriella fue un éxito, ya le estamos dando la médula.- ¿Y ella cómo está?- Está bien, solo hay que esperar a que despierte de la anestesia.- ¿Puede avisarle a su hermana que ya salió de operación?- Claro, lo dejo - cuando me asomo a la cunita, ella está despierta y al verme comienza a reírse y a mover sus manitos para que la cargue.- Hola, mi amor - sin pensarlo, la tomo en mis brazos y la pego a mi pecho - Me diste un buen sust
GabriellaMe despierto con un fuerte mareo y ganas de vomitar, así que, como puedo, me levanto al baño y vomito lo poquito que había comido. Siento unas manos acariciar mi espalda y tomar mi cabello.- ¿Estás bien? - pregunta Dante, mirándome algo preocupado.- Estoy un poco mareada - sin esperarlo, él me toma en brazos y me lleva a la cama.- Es normal, el calmante que te aplicaron era fuerte - "¿calmante?" En ese momento, me llegan las imágenes de los vestidos llenos de sangre y creo que mi cara se pone más pálida de lo que estaba.- Dante... Alana, la bebé - comienzo a alterarme, pero él me rodea con sus brazos.- Tranquila, ella está bien.- Esos vestidos estaban llenos de sangre, no quiero que le pase nada.- Y yo no quiero que les pase nada a ninguna de las dos. Las voy a proteger.- Solo me interesa que ella esté bien. Me asusté tanto cuando vi eso. ¿Quién lo envió? - él se queda callado.- Eso no importa.- ¡CLARO QUE IMPORTA! - grito alterada - Quien sea esa persona quiere hac