Estoy terminando de arreglar a Alana para la reunión que tiene Dante, aunque al parecer esta pequeña está muy mimada hoy porque quiere estar pegada a mí como un monito.
— Vamos, preciosa, tengo que ponerte el vestido — Esta parece entender porque me suelta y deja que le coloque el vestido — Esta es mi nena.
— Mira nada más qué hermosa que estás, tu papá se va a derretir apenas te vea así — Esta aplaude feliz y es inevitable no soltar una risita — Eres hermosa, pero ahora me toca a mí ponerme bella. Saco del armario el vestido que tenía apartado y con mucho cuidado me lo coloco, dejo mi cabello rojizo suelto pero con unas ondas en las puntas y aplico un maquillaje suave para que mi piel blanca no se vea tan cargada.
Escucho que tocan la puerta y luego esta se abre dejando ver a un Dante perfectamente arreglado con un traje negro bastante guapo. Cuando este posa su mirada en mí, sus ojos de inmediato me reparan haciéndome sentir algo expuesta.
— Qué bien se ve, Gabriella.
— Lo mismo digo, señor Dante — La nena comienza a hacer sonidos como tratando de llamar la atención de su padre y cuando lo logra, este sonríe.
— Quedó muy linda — Este hace un amago de acercarse a ella pero se detiene.
— Por qué no hace el intento, vamos, acaricie su mejilla — Este me mira algo dudoso pero luego se acerca algo temeroso y luego estira su mano y acaricia la mejilla de Alana. Cuando esta siente el toque de su padre, comienza a sonreír, lo que hace que a Dante se le escape una sonrisa.
— Mi hermosa Alana — Se aleja de ella y yo lo miro con una sonrisa.
— Ves, no fue tan difícil.
— Supongo que sí, creo que es momento de irnos — Nos montamos en la camioneta y durante todo el trayecto estuve hablándole a Alana.
— Vamos, princesa, di "gaby" — Esta aplaude y solo balbucea cosas — Qué difícil es que un bebé hable — Dante suelta una risita y yo lo miro con mala cara.
— No me mires así, es que te ves muy cursi hablándole a un bebé.
— Es que a ellos se les tiene que hablar mucho para que aprendan a hablar.
— Y tú, ¿de dónde sabes eso?
— Pues eso me decía mamá cuando iba a cuidar a mis vecinos y uno de ellos tenía la edad de Alana.
— Entiendo, bueno, supongo que tienes que hablar mucho más.
— Tú no te excluyas, te recuerdo que eres el padre — Este rueda los ojos y luego se queda callado.
Llegamos al lugar y cuando entramos veo que todas las miradas se posan en nosotros, lo que se me hace un poco incómodo.
— Señor, todos nos miran.
— Es normal, hace mucho no me presentaba a estas fiestas, además, deben estar preguntando quién eres tú.
— Odio que me miren tanto — En ese momento aparece Fran con una mujer al lado, muy hermosa.
— Hola, hermano, qué bueno que te animaste a venir — Ambos se saludan y luego Fran posa la mirada en mí y en Alana — Mira nada más esta hermosura — Le paso a Alana y esta se ríe al verlo — Hola, Gaby, qué bueno volver a verte, mira te presento a mi novia, Luna — La chica extiende su mano y la estrecha.
— Hola, Gaby, es un placer conocerte.
— Lo mismo digo — Alana estira sus brazos hacia donde estoy y Fran se queja.
— Oye, princesa, ¿cómo es eso que ya prefieres más estar con Gaby que con tu tío favorito? — Fran me entrega a Alana y esta coloca su cabecita en mi pecho.
— Ven, Gaby, por qué no nos vamos a sentar mientras ellos van y saludan — Yo miro a Dante esperando su aprobación y este asiente — ¿Hace cuánto trabajas para Dante?
— Llevo menos de una semana.
— Pero veo que la pequeña ya se ha encariñado contigo.
— Y yo con ella, es una bebé tan tierna.
— Lo sé, lástima que su padre no le dé el cariño que se merece.
— Hay que entender que el señor ha sufrido mucho por la pérdida de su esposa.
— Lo sé, pero eso no le da derecho para dejar a su hija desamparada. Ella vivió casi un año con la mejor amiga de Val y él solo llamaba para saber cómo estaba y si necesitaba dinero. Se tuvo que quedar con ella porque Matilda se tuvo que ir a Londres y desafortunadamente, Fran no se podía quedar con ella.
— Luna, solo trata de entenderlo, o por lo menos eso hago yo — Luna ve cómo Alana se acomoda bien como si buscara mi calor.
— Es en serio, la nena se ha encariñado contigo, nunca la había visto así tan apegada a alguien, ni siquiera a Matilda.
— Es raro, pero siento una conexión muy fuerte con ella. Desde el momento que la tuve en mis brazos, la siento como mía.
— Ay, Gaby, yo solo te digo algo, va a llegar el día en el que Alana ya no necesite más niñera, así que no debes encariñarte mucho con ella.
— Luna, es imposible. Además, creo que ya me encariñé — Cuando Luna va a decir algo más, aparecen ambos hombres.
— Ven, Gabriella, hay personas que quieren ver a Alana.
— Pero está dormida.
— Tranquila, no la despertaremos — Pasamos por muchas personas y todos quedan fascinados con la nena. Pero cuando algún hombre me tira algún piropo, veo cómo Dante se pone tenso pero no dice nada.
— Dante, qué bueno que al fin apareces — Un hombre alto, que debe ser de la misma edad de Dante, aparece en nuestro campo de visión. Cuando Dante lo ve, se pone tenso.
— Hola, Manuel.
— Hace mucho no te veía en esta clase de reuniones.
— Tenía mejores cosas que hacer — Responde serio. El tal Manuel posa su mirada en mí y veo cómo me come con ella.
— Y esta belleza, ¿quién es? — Dante se coloca delante mío.
— Nadie que te importe.
— No me digas que ya le buscaste madre a tu hija — Veo cómo Dante se le intenta tirar encima, pero cuando lo va a hacer, lo tomo del brazo.
— Dante, no lo hagas, no vale la pena — Le susurro y este se calma.
— A ti eso no te interesa, Manuel — Suelta enojado Dante.
— No me digas que ya le buscaste madre a tu hija — Veo cómo Dante se le intenta tirar encima, pero cuando lo va a hacer, lo tomo del brazo.
— Dante, no lo hagas, no vale la pena — Le susurro y este se calma.
— A ti eso no te interesa, Manuel — Suelta enojado Dante.
— Volverás al negocio o seguirás cediendo tu puesto.
— No, volveré al negocio y me posicionaré de nuevo — Veo cómo la cara de Manuel cambia por completo, entonces da un paso hacia Dante.
— Eso lo veremos — Manuel se va y Dante suelta un puño a la pared.
— ¡Maldito imbécil!
— Oye, calma, te vas a hacer daño — Este no me hace caso y camina hacia donde está Fran.
— Fran, los quiero mañana temprano en mi despacho. Vamos a volver a parar el negocio — Veo que Luna se sorprende y Fran, ni qué decirlo.
— ¿Estás seguro?
— Más que seguro.
— Está bien, entonces mañana a primera hora estaremos allá — Dante sale del lugar, pero antes escucho que Luna le dice a Fran.
— Cómo van a volver a lo mismo. Ese negocio solo les traerá problemas. ¿Qué clase de negocio es? No sé por qué siento que me estoy metiendo en la boca del lobo.
Hoy por fin era sábado, así que vería a mi hermana, que la extraño muchísimo.
— Así que hoy descansas — Dice nana, que ve que estoy arreglando algunas cosas.
— Sí, estoy feliz porque veré a mi hermana.
— Me alegro mucho, y lo bueno es que podrás descansar.
— Lo malo es que extrañaré a la pequeña.
— Lo sé, y ella también te va a extrañar.
Decido ir al despacho para anunciarle al señor Dante que ya me voy, aunque me da algo de pena porque desde temprano está reunido con Fran y no quiero interrumpir.
— Dante, tenemos pocas rutas, pero en esas rutas podemos hacer cosas — ¿De qué rutas hablan?
— Lo sé, ¿qué te parece si empezamos por meter droga por esta zona y luego en esta metemos armas? — ¿Qué? ¡Wow, esperen un minuto! ¿Acaso mis oídos escucharon lo que acabo de escuchar?
— Sí, podríamos. Además de cobrar una gran suma de dinero a las personas que quieran también pasar por esas rutas.
— Sí, tienes razón.
— Ya verás que en menos de lo que piensas, volveremos a ser los reyes de la mafia — ¡Mafia! ¡Por Dios! ¿En dónde mierdas me metí? Nunca pensé que esto me fuera a pasar a mí. Tengo que irme, no me puedo quedar aquí, pero justo en este momento se me viene el rostro de Alana.
— No la puedo dejar — Susurro con algo de dolor — No puedo dejar a la pequeña sola. Ay, Dios, estoy en el horno. Cuando siento que la puerta se va a abrir, me corro un poco y veo a ambos hombres salir.
— Gabriella?
— Señor, justo lo estaba buscando.
— Bueno, ¿qué necesitas?
— Era para despedirme. Ya me voy a mi casa, nos vemos el lunes.
— De acuerdo, te quiero puntual.
— Sí, señor — Tomo las maletas, pero en ese momento escucho un llanto fuerte, así que corro para ver qué pasa.
— ¿Nana, qué pasa? — Cuando Alana me ve, estira sus manitos desesperada hacia mí y yo, sin dudarlo, la tomo.
— Está llorando, pero no sé por qué — La arrullo y esta se pega a mi pecho como si de él dependiera.
— Tranquila, mi nena, aquí estoy — Veo a Dante en la entrada de la habitación.
— Tiene que irse a descansar — Cuando le intento dar a la nena a nana, ella vuelve a llorar y no se quita de mí.
— Vamos, mi amor, te tienes que quedar con nana — Siento un nudo en mi garganta, ya que odio ver a la pequeña así. No me gusta que llore.
— Al parecer, la pequeña Alana no se quiere separar de ti — La nana tiene razón, pero ¿y si me la llevo conmigo?
— Señor — Me acerco a él algo temerosa, porque no sé cómo se tomará esto.
— ¿Qué pasa? — Pregunta serio.
— ¿Hay algún problema en que yo me lleve a Alana estos dos días? — Veo cómo aquel hombre abre sus ojos a más no poder.
— ¿Pero quién te has creído para decirme eso?! Eres una empleada nada más, no te puedes llevar a mi hija.
— Lo sé, señor, pero no la quiero dejar aquí. Además, ella... ella se ha apegado mucho a mí.
— Entonces quédate.
— Necesito ver a mi hermana.
— Dante, mi niño, deja que vaya con Alana, sabes que Gaby la cuidará muy bien — Dante mira a su nana y suelta un suspiro.
— Vas a ir con unos guardaespaldas y escúchame bien, señorita, si algo le pasa a mi hija, un solo rasguño, usted me las pagará — Trago duro cuando dice eso, pero lo único que logro es asentir como niña buena.
— No se preocupe, señor, está en buenas manos.
— Perfecto — Se da la vuelta y ni siquiera se despide de la niña.
— Bueno, mi nena, vas a conocer mi casa — Esta aplaude con felicidad, lo que nos hace soltar una risa a nana y a mí.
Al fin estoy en casa con María y Alana. María, desde que vio a Alana, no ha parado de cargarla y de darle besos por todos lados.- Oye, vas a asfixiar a la bebé.- Es que es tan hermosa, no entiendo cómo su padre no la quiere.- Él sí la quiere, es solo que le cuesta. Pero el señor Dante la adora, ¿o por qué crees que me mandó con esos gorilas? - digo señalando la ventana.- Bueno, ¿y cuenta si es buenón tu jefe? - pregunta con picardía.- Ay, por Dios, María, es mi jefe.- ¿Y? Es hombre. Es más que bueno, es extremadamente bueno. Mi jefe, el hombre está que se parte de lo bueno que está. Cada vez que miro sus carnosos labios, me provoca tirarme a ellos y morderlos. Dios, de solo pensarlos me da calor en todo el cuerpo. - "Te colocaste colorada?" - dice María con una risita.- Dios, María, ya basta. - Ambas nos reímos a carcajadas. - Sí, el hombre está bueno, pero es un amargado y gruñón.- Qué lástima. Puede ser muy lindo y todo, pero no me gustan los hombres así.Más tarde llevamos a
Salí del despacho y al llegar a la sala noté que Alana no estaba.- ¿Dónde está la bebé? - pregunté a María.- El papá malhumorado se la llevó - maldito Dante - la pobre salió llorando - ¡idiota, lo quiero matar, ¡cómo se le ocurre llevar a Alana así!- Es un idiota - dijo Fede mientras se comía una manzana.- Lo sé, pero es el padre de Alana y no quiero alejarme de ella.- Ay, nena, te dije que no te encariñaras con ella y eso es lo que estás haciendo.- Sí, ya sé, pero ya es tarde, ya me encariñé con la nena - vi que María miraba a Fede y este negaba con la cabeza.- No puedo creerlo, saben qué, mejor vamos de fiesta hoy a relajarnos un poco - dijo Fede contento.- Me parece perfecto.Ya en la noche, me estaba arreglando junto con María para irnos de rumba con Fede.- María, ¿segura que me veo bien con esto? - le pregunté mirándome al espejo.- Te ves muy linda y sexy.- Gracias, ahora sí vamos - bajamos las dos y cuando Fede nos vio, sus ojos se abrieron dejando su boca abierta.- ¡
Despierto en una superficie blanda que me hace querer seguir durmiendo, pero creo que ya es hora, así que abro mis ojos y me doy cuenta de que estoy en la habitación que Dante me asignó en su casa. Lo que más me sorprende es que estoy cambiada con un pijama.- ¿En qué momento me cambié? - La puerta se abre, dejando ver a Dante.- Buenos días, Gabriella.- Hola, Dante... ¿Tú me cambiaste? - Pregunto algo apenada, pero él niega.- Fue nana, te tratamos de levantar, pero tienes un sueño bastante pesado.- Lo siento. - Él sonríe y se sienta.- ¿Cómo estás?- Mucho mejor. Ayer me llevé un tremendo susto, pero ya me encuentro bien. - Él acaricia mi rostro y veo que posa su mirada en mis labios, pero algo hace que lo detenga, bajando su mano.- Me alegra. Date un baño. Alana te está esperando.- ¿Vas a hacer algo hoy? - Él me mira algo confundido.- No, ¿por qué?- ¿Por qué no nos acompañas a Alana y a mí a un día de campo? - En serio le pregunté eso... Dios, qué vergüenza que pensara él.- N
Despierto con el llanto de Alana, así que me levanto con un humor de perros, pero al ver a mi pequeña todo ese mal humor se va.- Hola mi amor, me estabas esperando – ella estira sus manitos mientras hace pucheros – ya cariño, aquí estoy – bajo con ella a la cocina para darle su tetero y así yo tener tiempo de bañarme para luego arreglarla a ella.- Veo que madrugaron – me sobresalto al escuchar la voz de Dante.- Por Dios, deja de hacer eso, me asustaste.- Lo siento – veo que la nena se pone contenta al ver a su padre, así que este se acerca y acaricia su cabecita.- Hola preciosa Alana – la nena intenta que la cargue, pero este se hace para atrás como si estuviera asustado, lo que me hace sentir algo decepcionada – me voy ya al trabajo, regreso más tarde.- Claro, que tengas buen día – al rato Alana se duerme, así que me da tiempo para darme un baño y colocarme una falda con una blusa sencilla.Luego me dirijo a su habitación y, como ya se encuentra despierta, le doy un baño bien ri
Llevo ya una semana sin ver a mi pequeña Alana y eso me está partiendo en dos. Desde lo ocurrido en el bar, decidí no regresar para no tentar a la suerte, así que mejor me alejo de esos lugares. Les cuento que comencé a trabajar en una cafetería muy elegante y sumamente costosa. Pagan muy bien y si atiendes bien a los clientes, ellos te dan una muy generosa propina.- Mari, ya me voy, cuídate - tomo mi bolso y salgo de casa. Tomo un taxi porque no me dio tiempo de tomar el bus, me levanté tarde. Cuando llego a la cafetería, me espera Harry, el mismo chico del bar. Al parecer, también trabaja de día. Fue él quien me ayudó a conseguir este empleo.- Hola, preciosa, ¿cómo estás? - me da un beso en la mejilla.- ¿Bien y tú?- De maravilla ahora que te veo - siento como mis mejillas se colocan rojas y él se ríe. - Te ves preciosa cuando te sonrojas.- ¡Harry! Ya basta, no quiero ser un tomate andante - en ese momento llega la jefa, que, a propósito, es una mala leche. Se llama Emilia y nos
- ¿Cómo es posible que aceptaste regresar a esa casa? - grita enojada María.- Sé que es una locura, pero extraño a la niña y es la única forma en que la puedo tener cerca.- Y también extrañas al padre de la criatura.- odio cuando María se pone en ese plan de quererme reprochar todo.- María, él y yo nunca vamos a poder tener nada. Él ama todavía a su mujer, ya lo dejó bastante claro.- Sí, él lo tiene claro, pero tu corazón no. - María se sienta a mi lado y toma mi mano. - Gaby, sabes que siempre te voy a apoyar, pero algo me dice que esto va a terminar mal.- Solo déjame seguir al lado de la nena. - María suelta un suspiro y me abraza. - Es tu vida, Gaby. Yo no decido por ti.Después de esa charla, Harry me llamó y me comentó que la perra de Emili me había despedido por haber dejado tirado el puesto, pero no me importa, ya tengo un empleo y ese empleo me hace más que feliz.- María, ya me voy. Nos vemos el finde.- Dale, pero llámame porfa. - Cuando llego a la casa de Dante, entro c
Cuando Nana menciona que Alana tiene fiebre, Dante y yo salimos corriendo del despacho y subimos a toda velocidad al cuarto de la pequeña.- ¿Qué pasa, Nana? - pregunta Dante.- Está ardiendo en fiebre, deben llevarla al hospital - en ese momento pasa algo que no esperaba que llegara a pasar. Dante toma a la pequeña Alana en sus brazos y luego coloca una cobija encima de ella.- Nana, dile a Lucas que prepare el auto y Gabriella, trae el bolso de la pequeña - todas hacemos lo que nos pide, pero no dejo de salir del shock de verlo cargar a la pequeña. Cuando Nana nos avisa que el carro está listo, bajamos corriendo y Dante se sube al auto junto conmigo.- Arranca, Lucas - pide Dante. Veo que este no deja de ver a Alana y luego la abraza, está desesperado, puedo notarlo. - Está muy quieta - su voz se quiebra.- Tranquilo, es por la fiebre, ella se pondrá bien - cuando llegamos al hospital, unas enfermeras nos reciben y se llevan a la pequeña a una sala, dejándonos afuera con el corazón e
DANTEEstoy caminando de un lugar a otro, esperando noticias de Gabriella. La verdad, nunca esperé que ella fuera a hacer eso por mi hija. Ahora puedo ver lo mucho que ama a Alana.- Dante, ¿cómo va Alana? - Fran, Luna, María y los dos idiotas que están detrás de Gabriella están aquí.- No lo sé, todavía no me han dejado verla y estoy desesperado.- Pronto la verás - el doctor sale y me dice que puedo ver a mi hija, así que sin pensarlo corro detrás de él. Llegamos a una habitación donde hay varios bebés en cunitas.- Ahí está. La operación de la señorita Gabriella fue un éxito, ya le estamos dando la médula.- ¿Y ella cómo está?- Está bien, solo hay que esperar a que despierte de la anestesia.- ¿Puede avisarle a su hermana que ya salió de operación?- Claro, lo dejo - cuando me asomo a la cunita, ella está despierta y al verme comienza a reírse y a mover sus manitos para que la cargue.- Hola, mi amor - sin pensarlo, la tomo en mis brazos y la pego a mi pecho - Me diste un buen sust