CAPITULO 8
Llevo ya una semana sin ver a mi pequeña Alana y eso me está partiendo en dos. Desde lo ocurrido en el bar, decidí no regresar para no tentar a la suerte, así que mejor me alejo de esos lugares. Les cuento que comencé a trabajar en una cafetería muy elegante y sumamente costosa. Pagan muy bien y si atiendes bien a los clientes, ellos te dan una muy generosa propina.

- Mari, ya me voy, cuídate - tomo mi bolso y salgo de casa. Tomo un taxi porque no me dio tiempo de tomar el bus, me levanté tarde. Cuando llego a la cafetería, me espera Harry, el mismo chico del bar. Al parecer, también trabaja de día. Fue él quien me ayudó a conseguir este empleo.

- Hola, preciosa, ¿cómo estás? - me da un beso en la mejilla.

- ¿Bien y tú?

- De maravilla ahora que te veo - siento como mis mejillas se colocan rojas y él se ríe. - Te ves preciosa cuando te sonrojas.

- ¡Harry! Ya basta, no quiero ser un tomate andante - en ese momento llega la jefa, que, a propósito, es una mala leche. Se llama Emilia y nos
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