Como si estuviera en el sillón de los acusados, se sentía David en este momento. A pesar de haber sido él mismo quien se había puesto en esa situación, se encontraba en la mesa de un restaurante donde había invitado a cenar a sus mejores amigos: sus hermanos, Taylor y Christian. Ambos lo miraban fijamente con los brazos cruzados sobre el pecho, habiendo terminado de cenar en un silencio incómodo. David presentía que sus amigos ya no estaban dispuestos a esperar y postergar más esta conversación.David miró a su alrededor, y como si no fuera suficiente con la mirada escrutadora de los dos hombres en su mesa, todos a su alrededor también los miraban y comentaban: tres hombres guapos e imponentes, cada uno de aspecto tan diferente, como si quisieran representar los sueños eróticos de cualquier mujer y hombre. Taylor con su aura de chico nerd y genio de los negocios, traje de tres piezas bien colocado a juego con sus lentes; Christian con su estatura colosal y aspecto de príncipe encantad
Había pasado poco más de un mes desde la última vez que Liam había visto y hablado con David, desde ese día en que había decidido alejarlo, pero sin importar qué, siempre se las arreglaba para colarse en sus pensamientos, igual que el sol se colaba a través de las rendijas de las persianas de los ventanales de su oficina cada mediodía, recordándole lo estúpido y débil que Liam era.Ya todos habían salido a almorzar y él se quedó en su escritorio, pensando igual que lo había hecho cada día desde aquel día. Si bien siempre evitaba el sol de mediodía, ahora parecía tener más motivos, y parecía ser más consciente de él.Se echó hacia atrás en su cómoda silla y levantó sus pies sobre el escritorio en una posición poco glamorosa, pero ¿a quién le importaba? Podía dejar de ser el Liam perfecto que todos querían y admiraban cuando se encontraba a puertas cerradas, o eso intentaba. Miró una vez más las tres rosas eternas que adornaban el lugar, levantándose ostentosas sobre la rústica caja de
El mocoso malcriado y caprichoso en su interior había salido a flote, apoderándose de Liam. Cuando la primera llamada se perdió, decidió volver a marcar. No estaba dispuesto a dejarse vencer tan fácilmente, pero toda determinación pareció desaparecer en el momento en que sintió la otra línea abierta y un completo silencio fue su saludo. ¿En qué estaba pensando para llamar de una manera tan precipitada? No tenía ningún plan a seguir, nada preparado para decir. Su mente se quedó en blanco por unos segundos, así que solo se le ocurrió recurrir una vez más a esas frases que a ambos tanto les gustaban, pero siguió sin haber ninguna respuesta. Así que solo quedaba ir a la segunda cosa que podía hacer hablar a David Olson: exasperarlo. Entonces había conseguido una respuesta, en forma de pregunta, algo fría y enojada, pero algo es algo. Había conseguido hacerlo hablar más de una frase ahora y ya se sentía ganador. Ahora tenía que lograr esa cita, y solo había una cosa a la que un Dom nunca p
Dos días, dos desesperadamente largos y tortuosos días había esperado Liam para que al fin llegara el momento de ver nuevamente a David. Nunca había ansiado tanto que se cumpliera un plazo, ni siquiera cuando estaba a las puertas de un gran evento o la muestra de una de sus nuevas colecciones de moda, y eso ya era bastante decir para una persona que vivía para su trabajo. Pero Liam estaba tan jodidamente desconcentrado, ansioso, lleno de expectativas y preguntas, que no había cabida en su mente para otra cosa.¿Qué iba a hacer David? ¿Cómo iba a actuar? ¿Cómo quería que él se comportara? Tantos cuestionamientos al respecto, y David había mandado un mensaje el jueves. Un puto mensaje, si es que a eso se le podía llamar mensaje. Solo decía:"Mañana, 8:00 pm en el Darkness. Recuerda: usa solo la gabardina negra que llevabas cuando nos conocimos en el restaurante del club y no llegues tarde. Me esperas en la social room."¿Era un puto telegrama o qué? ¿A dónde se habían ido las rosas, las
David había llegado al Darknees treinta minutos antes de la hora estipulada. No podía negar que se encontraba ansioso y nervioso, aunque lo dominaba y disimulaba bastante bien, o por lo menos eso esperaba, o estaría perdido en manos de un hermoso cachorrito. Sonrió y sacudió la cabeza solo de imaginarlo. Tenía muchas cosas preparadas para hoy, pero también estaba abierto a dejarse sorprender por el destino. Solo esperaba que las cosas salieran bien y que esta cena se convirtiera en una cita, y que la cita no fuera solo cosa de una noche. Todo dependía de cómo resultara todo.David palmó la pequeña caja negra que tenía sobre la mesa, donde reservaba un regalo para Liam. Estaba nervioso de dárselo, no sabía cómo lo tomaría, pero arriesgaría todo hoy. Tomó su vaso de whisky y lo vació, quemando su garganta. Hoy ameritaba un trago más fuerte, por eso, no pidió su acostumbrada cerveza artesanal.Desde el rincón oscuro donde se encontraba, podía ver directamente la entrada del club. Así pod
David y Liam se sentaron en la mesa. David observó cómo el mesero traía el vaso de leche y lo colocaba frente a Liam, quien lo tomó con ambas manos, levantando ligeramente la vista hacia David. Sus ojos reflejaban una mezcla de ansiedad y expectación.—Pensé que íbamos a cenar. ¿Por qué estamos aquí y no en el restaurante? —preguntó Liam.—Vamos a cenar, pero no lo haremos solos. En el restaurante nos están esperando nuestros amigos con sus parejas —David vio cómo Liam abrió los ojos en sorpresa—. Sí, ellos están aquí y lo saben todo desde hace mucho. Lamento habérselos contado sin consultarte, pero con todo lo que pasó… —Liam asintió—. Pero si no quieres hacer esto frente a ellos, nos iremos.—No, está bien. Ya lo sabían de todos modos. Podemos ir.—Okey, me alegro de que estés de acuerdo, pero antes debemos aclarar nuestras reglas, ¿de acuerdo? —Liam asintió con su rostro enterrado en el vaso de leche—. Mírame, Liam —David fue severo y Liam levantó la mirada y se estremeció—. Quiero
—Eso es todo, nos vamos— David se levantó de la mesa visiblemente molesto.—Espera, ¿para dónde vamos? ¿Estás molesto? Lo siento, Amo, prometo que no volverá a suceder— Liam se apresuró a disculparse.—Vamos al restaurante, a cenar, ¿recuerdas? — respondió David.—Ah, sí— Liam susurró, sintiéndose algo estúpido, pero aliviado de que la cena seguía en pie.David tomó una caja negra gamuzada y Liam no pudo contener su curiosidad.—¿Qué es? —preguntó señalándola con un asentimiento.—Es un regalo para mi cachorro.La curva en los labios de Liam atravesaba toda su cara y casi sentía que daba pequeños saltos de emoción.—Soy tu cachorro —no era una pregunta, pero no pudo evitar que sonara como tal.—Eso está por verse —respondió David justo en el momento en que entraban al cubículo que separaba su mesa reservada de todas las demás.—Pero… —David lo silenció colocando su dedo índice en la boca de Liam. Cualquiera podría pensar que solo quería evitar que refutara sus palabras, pero Liam lo e
David se quedó mirando a Liam, completamente sorprendido por la intensidad repentina de sus palabras y emociones. Atando algunos hilos, comprendió que Liam debió haber descubierto que él era el chico del balcón, el dueño de aquel libro que se llevó esa tarde y que los unió. Sin embargo, no tenía idea de que ese momento había sido tan significativo para él. Definitivamente estaba escrito en el destino que ellos estuvieran juntos y que, ojalá, pudieran vivir su vida de cuentos.Lentamente, una sonrisa cálida y sincera se formó en su rostro mientras acariciaba suavemente la espalda de Liam.—Shh, cachorro, está bien. Yo también me alegro de haberte encontrado —susurró David, sosteniéndolo con fuerza y besando su frente.Los otros en la mesa observaban la escena con una mezcla de curiosidad y ternura. Mary, en particular, parecía conmovida por la intensidad del momento. Después de unos minutos, Liam se calmó un poco, aunque seguía abrazado a David, quien continuaba acariciándolo y susurrá