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—Eso es todo, nos vamos— David se levantó de la mesa visiblemente molesto.

—Espera, ¿para dónde vamos? ¿Estás molesto? Lo siento, Amo, prometo que no volverá a suceder— Liam se apresuró a disculparse.

—Vamos al restaurante, a cenar, ¿recuerdas? — respondió David.

—Ah, sí— Liam susurró, sintiéndose algo estúpido, pero aliviado de que la cena seguía en pie.

David tomó una caja negra gamuzada y Liam no pudo contener su curiosidad.

—¿Qué es? —preguntó señalándola con un asentimiento.

—Es un regalo para mi cachorro.

La curva en los labios de Liam atravesaba toda su cara y casi sentía que daba pequeños saltos de emoción.

—Soy tu cachorro —no era una pregunta, pero no pudo evitar que sonara como tal.

—Eso está por verse —respondió David justo en el momento en que entraban al cubículo que separaba su mesa reservada de todas las demás.

—Pero… —David lo silenció colocando su dedo índice en la boca de Liam. Cualquiera podría pensar que solo quería evitar que refutara sus palabras, pero Liam lo e
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