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Capítulo 04 «Irreparable»

La sonrisa se esfumó de su rostro, su corazón se detuvo por unos instantes. ¿Escuchó bien? ¿Su bebé ya no estaba? Podría oírse a la perfección el sonido de su corazón rompiéndose, dividiéndose en miles de pedacitos, pulverizándose.

—¿A qué te refieres, Astoria? —Se atrevió a preguntar luego de unos segundos.

Se mantenía aún tan distante, tan fría que no parecía ser ella misma, sino una copia barata sin ningún tipo de emociones. El desespero comenzó a crecer en el interior de Marcus. Su esposa no le estaba dando ninguna respuesta, no parecía siquiera que todo eso le importara o le hubiera afectado.

»Por favor, respóndeme, necesito saberlo. Merezco saber qué pasó con mi hijo —habló con desespero.

Sus palabras eran más una súplica que cualquier otra cosa.

—Ya no existe —murmuró con una aparente indiferencia.

—Astoria… ¿Qué hiciste? ¿Qué hiciste con nuestro hijo? —Ella enmudeció—. Dime que es una broma, hazlo, por favor. Dime que fue simplemente un error, una broma de mal gusto, y que vamos a poder estar juntos de nuevo, como antes de discutir.

Los ojos de Marcus se inundaron con lágrimas, rogaba para que todo eso fuera una pesadilla de la cual despertaría en cualquier momento. Por más que esperara o se pellizcara, no despertaba. 

Quería agarrarla de los brazos, sacudirla hasta que entrara en razón, para que esos ojos lo vieran de la misma manera que hace unos días, como si él fuera el mundo para Astoria, así como ella se convirtió en el suyo.

Su indiferencia era más dolorosa que recibir mil balas. Podía verlo en su mirada, ella no era la mujer con la que vivió durante esos meses, no era la persona que lo enamoró con su sonrisa y cuidados.

—¿Quién dijo que podría haber sido tu hijo y no de Dimitri? —Ese nombre abandonó los labios de Astoria con un completo desprecio, era la primera vez en esa noche que ella tenía un poco de emoción.

—Lo siento, yo. Yo no pensé bien lo que dije esa vez, pero no es razón para que me condenes de esta manera, Astoria, por favor. —Intentó tomar una de sus manos, ella las quitó al instante.

—Las cosas no volverán a ser como fueron, Marcus. No soy la misma Astoria que conociste, he cambiado. No hagas esto más difícil para ti. Por favor, no intentes ocultar lo que mis ojos ya vieron, quieres estar con ella, y yo no interferiré, no lo haré más.

Dio un par de pasos en retroceso, Marcus la veía, aún incrédulo de todo lo que pasaba frente a él, ¿a qué se refería con lo que dijo?

—Podemos comenzar otra vez, me esforzaré por ser un buen esposo para ti… y un buen padre para…

—Te haré llegar el documento de divorcio en la mañana. Solo quiero ser libre, Marcus, esto comenzó mal y así terminó —Lo observó directamente a los ojos.

Lo miraba con todo el rencor que cargaba dentro de sí por lo que sucedió, por la manera en la que ella esperó por él y él simplemente se revolcaba con otra. Mientras él disfrutaba, mientras ella sentía que su mundo se venía encima.

Finalmente, los ojos de ambos se llenaron de lágrimas, pero estas eran provocadas por emociones distintas. Marcus estaba acongojado por la repentina noticia de divorcio, Astoria, abrumaba por haberse permitido caer tan bajo.

Se dio la vuelta, caminó en silencio a la puerta a pesar de que su esposo estaba casi de rodillas, suplicando para que no se fuera, para que intentaran reconstruir una vez más eso que tenían.

Notó que ella se fue, realmente se había marchado sin mirar atrás.

Terminó de caer de rodillas, sus lágrimas abandonaron sus ojos como si fuera fuentes, sintiendo por primera vez una casa completamente vacía, sin la esperanza de volver a ver a esa mujer que lo enamoró y a la que al comienzo lastimó sin importarle su corazón.

En cuanto a Astoria, se detuvo justo en frente del vehículo que la trajo hasta ahí, en el interior estaban ese hombre que la acompañó durante los últimos días.

—¿Y bien? —cuestionó sintiendo el dolor en la mirada de Astoria.

—Te lo dije, Dean. —Entró al auto—. Ella estaba ahí, ni siquiera esperaron un mes, simplemente… ellos.

—Ven aquí, pequeña —susurró extendiendo sus brazos, el cuerpo de Astoria se aferró a él, buscando un poco de consuelo.

No lloraba por su separación, lloraba por todo lo que perdió, a sí misma, sus sueños, su futuro, sus metas, su bebé.

Perdió todo aquello que una vez creyó poder obtener, sí, fue una ilusión que lentamente se desvaneció frente a sus ojos. Si seguía al lado de Marcus, entonces su presencia siempre le recordaría su infelicidad, su desgracia.

Con una mirada, Dean le dio la orden al conductor para que los llevara lejos. Astoria no dejaba de sollozar entre sus brazos, no se conocieron en la mejor de las situaciones, pero su vínculo se fortaleció en extremo, a sus ojos ella era como la hija que nunca tuvo.

—Soy una tonta Dean —balbuceaba entre lágrimas—. No entiendo cómo pude creer que me amaba, ¿por qué me casé con él?, ¿por qué le di lo más preciado de mi vida a alguien que no me apreció?

—Lo amabas demasiado, Astoria. Eso sucede cuando crees que no puedes vivir sin alguien, le das el poder de construirte, pero también de arruinarte por completo. No es tu culpa si alguien no sabe qué hacer con el oro que le das.

La mirada de Astoria era suplicante, necesitaba borrar todo rastro de dolor, de su pasado, de su mancha.

»Hay quienes no saben qué hacer con la luz que les da la vida, se preocupan tanto de que otro pueda llegar a iluminarse con ella, que lo esconden en lo más profundo de sus armarios. Son egoístas, no quieren que esa luz sea suya, pero no desean que otro la disfrute.

—¿Qué debería hacer?

—Vivir.

—Es una respuesta muy vaga.

—No lo es.

—Lo es, Dean. No he pensado en morirme, ¿sabes?

—No me refiero a morir o vivir físicamente, sino en tu interior.

Astoria guardó silencio, escuchando lo que él tenía para decirle. Si bien el tiempo curaba todo, a veces dependía de qué manera deseábamos curarnos, o si queríamos darle tiempo al mismísimo tiempo para actuar.

»No quiero que estés muerta en vida, Astoria, tienes muchos años por delante. No quiero que te sumas en la tristeza, ni en lo que pudo haber sido y no fue. Vive para ti, en lo que te gustaría lograr, conviértete en quien realmente quieras ser de verdad.

—No sé… no sé quién quiero ser.

—La vida no es tan larga; sin embargo, tienes tiempo para descubrirlo. Te ayudaré.

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