—La misma que calza y viste. Ha pasado mucho tiempo, Erika. Me sorprende que sigas luciendo tan… —La mira de pies a cabeza—. Tan tú.
—Me gustaría decir lo mismo de ti, pero luces muy diferente a la Astoria que vi por última vez en casa de Marcus. No pareces tan…
—¿Demacrada? —Sonrió—. Es una suerte que no lo parezca más, y… —mira a Marcus—, no vayas a malinterpretar las cosas, es solo una relación laboral, tienes el camino despejado para que sigas intentando eso que haces.
—¿Qué estoy haciendo? —rio fingiendo desentendimiento.
—Intentar reemplazarme. No creas que pasa desapercibido la clase de perfume que usas, ni la manera en la que te vistes. Si no lo mal recuerdo, esa es la clase de ropa que usaba hace unos años. Créeme, a nuestra edad actual, no luce tan linda como debería.
Erika apretó la mandíbula, apenas se reencontró con Astoria y esta ya la estaba sacando de quicio. Lograba ver que, de cierta forma, era como regresar en el tiempo, como si todos los esfuerzos que ella hubiera hecho para acercarse a Marcus durante la partida de Astoria, se hubieran ido al caño.
—Al parecer, quien está malinterpretando las cosas, eres tú, Asto. Pero cada uno hace con su vida lo que quiere y piensa lo que le hace feliz. Marcus y yo solo somos amigos, no hay nada mas que eso, sabes que nunca hubo algo así entre nosotros.
—No lo sé, Erika, no es de mi incumbencia. Solo hago mi trabajo y luego todo regresará a la normalidad.
—¿Tu trabajo? ¿Puedo saber a qué se dedica la señora?
—Astoria es mi escolta personal, estará a mi lado todo el tiempo —intervino Marcus con un tono firme.
—No es necesario que bromeen de esa manera, en serio —rio— ¿Cuál es tu trabajo, Asto?
—Romperles el hocico a las personas problemáticas —contestó con indiferencia.
—Entonces es cierto… ¿Eso significa que tienes armas? —Tragó grueso.
—Mis manos por sí solas son armas mortales, querida —expuso con firmeza—. Aunque sí, siempre llevo una conmigo —sonrió con satisfacción.
Si bien no era un arma como tal, el emplear esa palabra haría que Erika mantuviera su distancia, cosa que Astoria agradecería un montón.
—Tengo trabajo por hacer, Erika. Me está retrasando más de lo previsto, le pido que, por favor, se retire.
—Bien, me iré… pero antes, ¿de verdad te seguirá todo el día? —indagó con incredulidad y un poco de molestia en su voz, no le gustaba que ella estuviera tan cerca de «su hombre».
—Y noche —añadió Astoria, de cierta manera le gustaba añadir un poco de leña al fuego.
—Dije que es mi escolta, pasará a mi lado todo el tiempo —aclaró sin notar la mueca de frustración que hizo Erika.
—Es tonto que le permitas a una chica ser tu escolta, y más a ella. No tiene ninguna clase de habilidad —dio un paso en dirección de Marcus—. Ella no es capaz de defenderte, debes conseguir a alguien mucho más capacitado, es una burla, una excusa para acercarse a ti.
Marcus, por su parte, estaba centrado en su trabajo, cada intento de cercanía de su amiga era como si nada sucediera; a pesar de que en otras ocasiones le habría pedido que se alejara, deseaba probar un poco más a Astoria y a su tolerancia.
—Está demasiado cerca de mi cliente —informó centrando su atención en el cuerpo de Erika.
Una risa escapó de los labios de esa copia barata. No le agradaba para nadie que otra persona le dijera qué hacer, mucho menos una mujer como la arrastrada de Astoria. A los ojos de esa mujer, ella regresó para quitarle a su hombre. Era una pena que no se valorara como mujer, o eso, por lo menos, era lo que pasaba por la cabeza del mal intento de Erika.
—¿Qué harás al respecto? Es mi amigo —susurró acercándose a él, extendiendo su mano para tocar su mejilla.
—Le aconsejo que se detenga, o no me haré responsable de los daños —aclara la escolta con un tono firme de voz.
Estaba claro que ese tono no era para nada severo, no como lo que empleó la noche anterior con esas muchachitas que no sabían qué hacer. La mirada intimidante de Astoria no se separaba de la amiga de su jefe, la cual estaba resuelta a llevarle la contraria.
—¿Qué daños? ¡No seas ridícula, Astoria! No matarías a una sola mosca, te conozco.
La mano de Erika se acercó mucho más, estaba a centímetros de tocar a Marcus, el cual no se inmutaba. Su atención estaba en los números y en lo que se suponía, estaba haciendo, pues, lo hacía porque confiaba en Astoria.
Un gran ruido seguido a un quejido fue lo que finalmente sacó su atención de su trabajo. Ahí estaban, Astoria sujetando el brazo de Erika, presionándolo en contra del escritorio, mientras un gesto de dolor y molestia se apoderaba del rostro de la imprudente.
—Se lo dije.
—¡Suéltame! ¡Salvaje! —Forcejeó para intentar liberarse, su fuerza no era nada en comparación.
Los ojos de Austria se fueron en busca de la atención de Marcus, esperaba su aprobación para soltarla; del caso contrario, no le molestaría tenerla ahí hasta cortar completamente su circulación.
Con un asentimiento, las manos de la chica abandonaron a Erika y dio unos pasos para atrás, regresando a su posición inicial. La copia barata se dejó caer sobre sus rodillas de una manera miserable.
»¡¿Estás loca?! ¡Eres como una bestia salvaje! —La molestia era palpable en su voz, la tomó por sorpresa y no le agradaba para nada quedar indefensa frente a esa mujer que regresó para arrebatarle lo que le pertenecía.
—Se equivoca, soy peor que una bestia salvaje, ¿le gustaría una demostración? —sonrió de lado, con un tono de fingida inocencia.
—¡¿Vas a dejar que ella haga lo que quiera?! ¡Me va a dejar un moretón en toda mi muñeca! —se quejaba como una niña pequeña.
—Ella simplemente estaba haciendo su trabajo, es para eso que la contraté, para que ninguna persona pusiera un dedo sobre mí —la miró por unos segundos y su atención se desvió por Astoria, la cual, tenía una pequeña sonrisa satisfecha en los labios.
—¡Agh! —se quejó Erika con fuerza, se levantó y salió dando un gran portazo.
La sala quedó sumida en un gran silencio, mientras Astoria reunía toda su fuerza de voluntad para evitar soltar una gran carcajada. El hecho de que durante todos esos años no fue capaz de ocupar su antiguo lugar, le hacía gracia.
No, no era porque extrañara a Marcus, no era porque quisiera regresar a su lado, era por el simple hecho de que Erika creyó que jugando a la segunda versión de Astoria haría que Marcus se fijara en ella. Era una pena.
—Buen trabajo, Astoria.
—¿Acaso no lo ha notado? —cuestionó finalmente.
—Notar, ¿qué, exactamente?
—¿No lo ves? Muere por ti —señaló observando en dirección a la puerta, no creía que él fuera tan tonto como para no haberlo notado en esos años.
—Lo veo —sonrió—, pero mi corazón le pertenece a otra persona, no a ella. Por más que lo intente, no va a ocupar tu lugar, Astoria —la miró fijamente.
La ceja de Astoria se enarcó, su mirada se desvió a medida que soltaba una abrupta bocanada de aire. ¿Él creía que solo con eso podría hacer que ella bajara su guardia? Jamás.Marcus no tenía idea de todo lo que ella tuvo que pasar para poder sacarlo de su corazón, o, por lo menos, para enterrarlo en lo más profundo. No se permitiría volver a lo mismo de antes, las personas cambian, ella lo hizo, de una forma que no le agradaría tener que repetir.—Por supuesto que no lo hará. Los seres humanos estamos en un constante desarrollo, bueno, la mayoría.—Astoria…—Al parecer es necesario que repita esto una vez más, lo nuestro es meramente una relación laboral, no vaya a confundir las cosas; en caso de que sus sentimientos se vean envueltos y esto llegue a afectar mi con mi trabajo, tendré que enviar a uno de mis compañeros para que continúe con esto —expuso con seriedad.—¿De verdad no sientes nada por mí? —dejó a un lado todos sus archivos para levantarse y caminar en su dirección.Su mi
La mirada de Marcus demostraba lo confundido que se encontraba en ese preciso momento, ¿por qué ella reaccionaba de esa manera? Tomó un poco de aire, se mantuvo en silencio, tenía mucho que asimilar. Era consciente de que su curiosidad era mucho más grande de lo que imaginaba, deseaba saberlo, tenía el derecho a conocer qué sucedió con su hijo.Por otro lado, si aceptaba, eso significaba que jamás en su vida podría volver a ver a Astoria, ¿era eso lo que realmente quería?—¿A qué te refieres con lástima, Astoria? —murmuró con duda luego de unos segundos.Intentaba darse tiempo a sí mismo para saber qué hacer.Ella desvió la mirada, esa seguridad que la caracterizaba tambaleaba un poco. Eso que ella tuvo que pasar era horrible, ni siquiera se lo desearía a su peor enemigo, no solo el dolor físico y emocional, sino el hecho de haber sido traicionada por la persona que en su momento le dijo que la amaba.—¿Desea saber lo que realmente sucedió o prefiere dejarlo atrás donde pertenece? —Su
Casarte con la persona que amas, es un castigo cuando ella no te ama de regreso.Esa fue la realidad de Astoria durante un largo tiempo.Desde que se conocieron, los ojos de Astoria se fijaron en Marcus, ese chico que se convirtió en su primer amor, ese que le permitía amarlo sin darle nada más que indiferencia a cambio. Enterarse de que sus padres arreglaron su matrimonio años después, fue un golpe demasiado bajo para él.No la amaba.Estaba harto de sus intentos de complacerlo.Todas sus ideas, todo su desprecio, cambiaron cuando supo que podía perderla. El desprecio que sentía por ella cambió al intentar conocerla.Pero la vida no es un cuento de hadas, la mujer que comenzó a amar dejó de existir, teniendo a cambio la encarnación misma de la indiferencia. Los papeles se invirtieron y ella parecía haberle arrebatado lo más importante de su vida.—¿Dónde estuviste todo este tiempo? No te imaginas lo mucho que Erika y yo nos preocupamos por ti, te buscamos por cielo y tierra, no había
Sus manos estaban entrelazadas mientras se adentraban al auto que los llevaría a su nueva casa. Eran oficialmente marido y mujer, era su sueño hecho realidad. Desde que se conocieron, Astoria sabía que sería su esposo y padre de sus hijos.Con cada segundo que pasaba, se sentía la mujer más afortunada del universo, su corazón latía con fuerza al sentir la emoción de su noche de bodas. La mirada que Marcus tenía podría asustar a cualquiera, menos a su esposa, a la mujer que podía ver bondad a través de ese caparazón de hielo.Sabía que se comportaba así por todo el daño que recibió cuando era un niño.Llegaron a casa, sus ojos se posaron sobre él, le dedicó una nueva sonrisa al ser llevada de la mano a la segunda planta de la casa. Una parte de ella sentía que todo estaba yendo de maravilla, como si fuera un cuento de hadas.—Esta será tu habitación a partir de ahora, Astoria —afirmó al dejar la maleta de su esposa justo al frente de la puerta.La sonrisa que llevaba se esfumó por comp
—¡¿Estás loco?! ¡Bájame! —Siguió pataleando con fuerza.Finalmente, Marcus logró controlarla un poco, le puso el cinturón de seguridad. Se encontraba sorprendido por la actitud de su esposa, pensó que el responsable de ese comportamiento fue el alcohol; sin embargo, no bebió demasiado para terminar de esa manera.—¡Tú eres la que enloqueció! ¿Por qué razón MI esposa está en un bar junto con extraños? —Estaba enfurecido, no solo porque ella estuviera en un lugar de esa clase, sino porque lo había estado ignorando las últimas semanas.No lograba soportar que la mujer que estuvo detrás de él desde siempre, de la noche a la mañana, lo tratara como si fuera un completo extraño. No se podía explicar a sí mismo la razón de su molestia, se suponía que solo era su esposa en el papel.¿Y ahora se encontraba haciendo una escena de celos?—No soy tu esposa, Marcus. No soy nada para ti, así que encárgate de tus asuntos, yo me encargaré de los míos. —Su voz era firme, no daría el brazo a torcer.—¿
Los días pasaron sin que Marcus obtuviera alguna señal de Astoria, no sabía si se encontraba bien o si decidió regresar al lado de sus padres. La casa se sentía completamente vacía sin ella dentro; regresar era una verdadera pesadilla al saber que su esposa no estaría cuando volviera, con esa sonrisa de la que se enamoró.Se armó de valor, hizo lo que tanto deseó hacer durante todos esos días: llamar a sus suegros.La idea de hacerlo le revolvía el estómago a causa de los nervios. Ellos amaban a su hija, harían lo que fuera por ella, incluso, forzarlo a firmar un divorcio que la haría finalmente libre de él. Pero no quería eso, quería a Astoria a su lado.Mientras hablaba con ellos se percató de que no sabían nada de ella que le fuera útil, ni siquiera que pasó casi una semana desde que no regresó a casa. Su mayor miedo comenzó a hacerse palpable. ¿Le sucedió algo?—¿Tienes noticias de Astoria? —indagó Erika en un susurro, sentándose en el sofá.—No hay nada de ella —se giró para tene
La sonrisa se esfumó de su rostro, su corazón se detuvo por unos instantes. ¿Escuchó bien? ¿Su bebé ya no estaba? Podría oírse a la perfección el sonido de su corazón rompiéndose, dividiéndose en miles de pedacitos, pulverizándose.—¿A qué te refieres, Astoria? —Se atrevió a preguntar luego de unos segundos.Se mantenía aún tan distante, tan fría que no parecía ser ella misma, sino una copia barata sin ningún tipo de emociones. El desespero comenzó a crecer en el interior de Marcus. Su esposa no le estaba dando ninguna respuesta, no parecía siquiera que todo eso le importara o le hubiera afectado.»Por favor, respóndeme, necesito saberlo. Merezco saber qué pasó con mi hijo —habló con desespero.Sus palabras eran más una súplica que cualquier otra cosa.—Ya no existe —murmuró con una aparente indiferencia.—Astoria… ¿Qué hiciste? ¿Qué hiciste con nuestro hijo? —Ella enmudeció—. Dime que es una broma, hazlo, por favor. Dime que fue simplemente un error, una broma de mal gusto, y que vam
Seis años despuésLos flashes de las cámaras enceguecían a Marcus, tanto que le impedían observar el camino que tomaba.A su lado y como una especie de garrapata, estaba su asistente, aquella chica que no desaprovecharía en lo más mínimo la oportunidad de acercarse a este aclamado empresario. Le daba curiosidad su pasado, ese que lo transformó en ese sujeto frío y calculador.Los medios deseaban conocer la clave del éxito detrás de Marcus; su respuesta era simple: Trabajo duro. Él no permitía fallas y deseaba que todo saliera cada vez mejor. El último mes había despedido a quince de sus empleados y llegar tarde no era una opción.«Detrás de cada persona exitosa, se encuentra alguien que lo impulsa hacia delante», era aquello que siempre y sin excepción escuchaba en las entrevistas.¿Cómo podría decirles que la única razón que tenía era querer mantener su mente ocupada? Por supuesto, no lo haría, porque ni él mismo conocía su condición.•••En un lugar distante, los gritos llenos de fu