La mirada de Marcus demostraba lo confundido que se encontraba en ese preciso momento, ¿por qué ella reaccionaba de esa manera? Tomó un poco de aire, se mantuvo en silencio, tenía mucho que asimilar. Era consciente de que su curiosidad era mucho más grande de lo que imaginaba, deseaba saberlo, tenía el derecho a conocer qué sucedió con su hijo.
Por otro lado, si aceptaba, eso significaba que jamás en su vida podría volver a ver a Astoria, ¿era eso lo que realmente quería?
—¿A qué te refieres con lástima, Astoria? —murmuró con duda luego de unos segundos.
Intentaba darse tiempo a sí mismo para saber qué hacer.
Ella desvió la mirada, esa seguridad que la caracterizaba tambaleaba un poco. Eso que ella tuvo que pasar era horrible, ni siquiera se lo desearía a su peor enemigo, no solo el dolor físico y emocional, sino el hecho de haber sido traicionada por la persona que en su momento le dijo que la amaba.
—¿Desea saber lo que realmente sucedió o prefiere dejarlo atrás donde pertenece? —Sus ojos regresaron a Marcus, el cual solo pudo tragar grueso al sentir el peso de su mirada.
¿Qué debería hacer? No quería que ella se marchara, eso era cierto, pero, ¿qué hacía con esa curiosidad que lo asediaba? Tal vez la única manera era conocer un poco más de ella, quizá alguno de sus amigos tendría el conocimiento de lo que le pasó, así que recurriría con ellos primero, un momento, ¿quiénes eran sus amigos?
—No, dejémoslo así por un tiempo, necesito pensarlo. —Hizo una nueva pausa—. ¿Puedo preguntarte algo más? No creo que tenga relación con nuestro hijo —balbuceó lo último, le costaba imaginar que en otras circunstancias tendrían a un niño o niña de seis años corriendo por toda su casa, su corazón se estrujó al pensarlo.
—Adelante.
—¿Por qué insinuaste que yo me había acostado con Erika? Sabes que no es mi tipo, además… ella… no —Hizo un gesto de desagrado ante tal idea.
—Lo dije, lo supe todo el tiempo, y si no fuera suficiente con eso, las fotografías que enviaste luego de nuestra pelea confirmaron todas mis sospechas. Perfumes de mujer, manchas de labial en la ropa, solo un ciego podría no verlo.
El cuerpo de Marcus se tensó, él jamás se atrevería a hacer algo así, ¿qué ganaría con eso? Erika era su amiga, siempre lo fue, jamás la vio de otra manera. Era una completa tontería que hubiera llegado a ese punto, además, ¿cuándo se atrevió a enviar esas fotografías inexistentes a su esposa?
—Esto es un malentendido. Primero que todo, ella y yo jamás estuvimos juntos; lo otro es que nunca te mandé fotografías de nadie, y tú me bloqueaste sin… sin… razón. —Dejó escapar un poco de aire que le quedaba, su gesto denotaba su confusión.
—¿Sin razón? —Elevó una de sus cejas—. Acabo de decir que recibí esas fotografías y… lo bloqueé —balbuceó el final.
—Y yo jamás vi tales fotografías, ¡ni siquiera existen! A no ser que…
—¿Fuera un montaje? —Se cruzó de brazos, incrédula, pero entre más analizaba el comportamiento de Marcus, más se convencía de que sus palabras eran sinceras.
—Sí, un montaje; sin embargo, ha pasado mucho tiempo para poder saber con seguridad a qué clase de persona se le ocurriría hacer algo así. ¿Por qué desearían arruinar nuestra relación? —susurró con un poco de molestia.
¿Todo eso llegó a terminar por un mero malentendido? La cabeza de Marcus no lograba procesar lo que estaba sucediendo. Todo ese tiempo que perdieron lejos del otro se resumía a una persona malintencionada que destruyó su matrimonio. ¿Quién era esa persona?
—¿De verdad está preguntando eso? —soltó un suspiro agotado.
—Lo siento, esta clase de acertijos no es lo mío.
—Típico hombre —masculló con molestia.
—No creo que este sea el momento para culparme por mi falta de habilidades para solucionar los juegos mentales. Si necesitas decirme algo, hazlo directamente, por favor. Lo único que sé leer entre líneas son los contratos.
—La principal sospechosa es Erika, que desde siempre se esforzó por separarnos, y mira que ahora está siendo casi una copia barata de lo que fui —expuso, intentando ser lo más clara posible.
La boca de Marcus se abrió para intentar refutar; sin embargo, de esta no salió nada. Era una gran probabilidad de que Erika fuera la responsable, pues ¿quién más estaría tan cerca de él como para tener acceso a su dispositivo?
—Sin embargo, Erika no cuenta con las habilidades necesarias para poder hacer un montaje creíble. Me refiero a que si logró engañarte, tuvo que ser un experto en el tema —murmuró pensativo.
Eso era lo que más sentido tenía, era casi imposible que ella lograra hacer un trabajo de esos, así que tenía que haber una persona detrás, una que sí pudiera hacer y deshacer como deseara con el fin de manipular a las personas.
La mirada de Astoria se mantuvo inexpresiva mientras pensaba en una persona que hubiera tenido las habilidades para ser cómplice de Astoria, su mirada se oscureció, su mandíbula se tensó.
—Es él… —masculló, Marcus no logró comprender —. Debí haberlo sabido, siempre fueron ellos dos —Se levantó de repente—. ¡Voy a matar a esa víbora!
Se puso de pie con tanta rapidez que a Marcus le costó detenerla, empleaba toda su fuerza para tratar de hacer que se sentara. No sabía lo que estaba pasando por su cabeza, pero no era una buena forma de reaccionar, incluso si ella podría hacer algo como sentenció.
—Respira, Astoria —rogaba.
Sus manos se aferraban a los brazos de ella, temía que ella pudiera cometer un crimen con la cabeza caliente. Lograba retenerla con demasiada dificultad, una parte de él le indicaba que ella no estaba empleando la totalidad de su fuerza.
»Puedes meterte en problemas si actúas sin pensar. Respira, cálmate, por favor. Vamos a resolver esto de otra manera.
Finalmente, Astoria desistió de ir en busca de Erika, por lo menos en ese instante. Necesitaba aclarar su mente, poder pensar con detenimiento cada uno de sus movimientos. Erika, ella estuvo relacionada con ese ser despreciable que arruinó gran parte de su vida, ese ser que le arrebató la oportunidad de ser madre.
Ambos deberían arder en el infierno, merecían ser torturados en carne, pasar por el mismo infierno que le hicieron vivir.
»Bien hecho, Astoria. Respira —susurró por segunda vez indicándole la manera adecuada para relajarse.
Marcus deseaba saber qué sucedía en su cabeza, si pudiera pagar para leer los pensamientos de Astoria en ese momento, no le importaría quedarse en quiebra.
Ella mencionó a otra persona, a alguien que trabajó en conjunto con Erika. Ambos tenían interés en separarlos, pero ¿quién era ese individuo?
Sus ojos se centraron en ella, la cual apretaba sus puños con fuerza, tanto que sus uñas comenzaron a lastimar su propia piel. En sus ojos había una gran muestra de resentimiento y dolor, combinación que no le agradaba a Marcus, para nada.
—Ella era peor de lo que imaginé, terminé subestimándola, de la misma forma en que ella me subestimó a mí. Pensé dejarla a un lado; sin embargo, no podré descansar en paz si no destruyo su vida por completo. No se imagina cómo.
—¿De qué manera lo harás? —cuestionó asustado—. Te ayudaré.
Casarte con la persona que amas, es un castigo cuando ella no te ama de regreso.Esa fue la realidad de Astoria durante un largo tiempo.Desde que se conocieron, los ojos de Astoria se fijaron en Marcus, ese chico que se convirtió en su primer amor, ese que le permitía amarlo sin darle nada más que indiferencia a cambio. Enterarse de que sus padres arreglaron su matrimonio años después, fue un golpe demasiado bajo para él.No la amaba.Estaba harto de sus intentos de complacerlo.Todas sus ideas, todo su desprecio, cambiaron cuando supo que podía perderla. El desprecio que sentía por ella cambió al intentar conocerla.Pero la vida no es un cuento de hadas, la mujer que comenzó a amar dejó de existir, teniendo a cambio la encarnación misma de la indiferencia. Los papeles se invirtieron y ella parecía haberle arrebatado lo más importante de su vida.—¿Dónde estuviste todo este tiempo? No te imaginas lo mucho que Erika y yo nos preocupamos por ti, te buscamos por cielo y tierra, no había
Sus manos estaban entrelazadas mientras se adentraban al auto que los llevaría a su nueva casa. Eran oficialmente marido y mujer, era su sueño hecho realidad. Desde que se conocieron, Astoria sabía que sería su esposo y padre de sus hijos.Con cada segundo que pasaba, se sentía la mujer más afortunada del universo, su corazón latía con fuerza al sentir la emoción de su noche de bodas. La mirada que Marcus tenía podría asustar a cualquiera, menos a su esposa, a la mujer que podía ver bondad a través de ese caparazón de hielo.Sabía que se comportaba así por todo el daño que recibió cuando era un niño.Llegaron a casa, sus ojos se posaron sobre él, le dedicó una nueva sonrisa al ser llevada de la mano a la segunda planta de la casa. Una parte de ella sentía que todo estaba yendo de maravilla, como si fuera un cuento de hadas.—Esta será tu habitación a partir de ahora, Astoria —afirmó al dejar la maleta de su esposa justo al frente de la puerta.La sonrisa que llevaba se esfumó por comp
—¡¿Estás loco?! ¡Bájame! —Siguió pataleando con fuerza.Finalmente, Marcus logró controlarla un poco, le puso el cinturón de seguridad. Se encontraba sorprendido por la actitud de su esposa, pensó que el responsable de ese comportamiento fue el alcohol; sin embargo, no bebió demasiado para terminar de esa manera.—¡Tú eres la que enloqueció! ¿Por qué razón MI esposa está en un bar junto con extraños? —Estaba enfurecido, no solo porque ella estuviera en un lugar de esa clase, sino porque lo había estado ignorando las últimas semanas.No lograba soportar que la mujer que estuvo detrás de él desde siempre, de la noche a la mañana, lo tratara como si fuera un completo extraño. No se podía explicar a sí mismo la razón de su molestia, se suponía que solo era su esposa en el papel.¿Y ahora se encontraba haciendo una escena de celos?—No soy tu esposa, Marcus. No soy nada para ti, así que encárgate de tus asuntos, yo me encargaré de los míos. —Su voz era firme, no daría el brazo a torcer.—¿
Los días pasaron sin que Marcus obtuviera alguna señal de Astoria, no sabía si se encontraba bien o si decidió regresar al lado de sus padres. La casa se sentía completamente vacía sin ella dentro; regresar era una verdadera pesadilla al saber que su esposa no estaría cuando volviera, con esa sonrisa de la que se enamoró.Se armó de valor, hizo lo que tanto deseó hacer durante todos esos días: llamar a sus suegros.La idea de hacerlo le revolvía el estómago a causa de los nervios. Ellos amaban a su hija, harían lo que fuera por ella, incluso, forzarlo a firmar un divorcio que la haría finalmente libre de él. Pero no quería eso, quería a Astoria a su lado.Mientras hablaba con ellos se percató de que no sabían nada de ella que le fuera útil, ni siquiera que pasó casi una semana desde que no regresó a casa. Su mayor miedo comenzó a hacerse palpable. ¿Le sucedió algo?—¿Tienes noticias de Astoria? —indagó Erika en un susurro, sentándose en el sofá.—No hay nada de ella —se giró para tene
La sonrisa se esfumó de su rostro, su corazón se detuvo por unos instantes. ¿Escuchó bien? ¿Su bebé ya no estaba? Podría oírse a la perfección el sonido de su corazón rompiéndose, dividiéndose en miles de pedacitos, pulverizándose.—¿A qué te refieres, Astoria? —Se atrevió a preguntar luego de unos segundos.Se mantenía aún tan distante, tan fría que no parecía ser ella misma, sino una copia barata sin ningún tipo de emociones. El desespero comenzó a crecer en el interior de Marcus. Su esposa no le estaba dando ninguna respuesta, no parecía siquiera que todo eso le importara o le hubiera afectado.»Por favor, respóndeme, necesito saberlo. Merezco saber qué pasó con mi hijo —habló con desespero.Sus palabras eran más una súplica que cualquier otra cosa.—Ya no existe —murmuró con una aparente indiferencia.—Astoria… ¿Qué hiciste? ¿Qué hiciste con nuestro hijo? —Ella enmudeció—. Dime que es una broma, hazlo, por favor. Dime que fue simplemente un error, una broma de mal gusto, y que vam
Seis años despuésLos flashes de las cámaras enceguecían a Marcus, tanto que le impedían observar el camino que tomaba.A su lado y como una especie de garrapata, estaba su asistente, aquella chica que no desaprovecharía en lo más mínimo la oportunidad de acercarse a este aclamado empresario. Le daba curiosidad su pasado, ese que lo transformó en ese sujeto frío y calculador.Los medios deseaban conocer la clave del éxito detrás de Marcus; su respuesta era simple: Trabajo duro. Él no permitía fallas y deseaba que todo saliera cada vez mejor. El último mes había despedido a quince de sus empleados y llegar tarde no era una opción.«Detrás de cada persona exitosa, se encuentra alguien que lo impulsa hacia delante», era aquello que siempre y sin excepción escuchaba en las entrevistas.¿Cómo podría decirles que la única razón que tenía era querer mantener su mente ocupada? Por supuesto, no lo haría, porque ni él mismo conocía su condición.•••En un lugar distante, los gritos llenos de fu
Marcus regresó a su departamento, sin saber que le esperarían un par de sorpresas, pues algunas muchachas habían dejado detalles para él, junto con numerosas cartas que, al igual que las anteriores no leería.«¿Por qué estas estudiantes actúan de esta forma tan infantil? Deberían enviaré esto a alguna estrella de cine o cantante ¿Por qué se lo enviarían a un empresario?», se preguntaba constantemente mientras tomaba estas entre sus manos y entraba a su hogar para dejarlas junto al otro montón.—Si yo hubiese querido recibir tanta atención, me hubiera convertido en cantante —susurró dejando su saco en el perchero.Su mirada recorrió la habitación, notó que un par de cosas estaban fuera de lugar. En su casa, todo tenía su lugar específico y nunca dejaba los objetos que utilizaba fuera de su punto predestinado.Una silueta extraña cruzó por entre la cocina logrando espantar a este no tan medroso sujeto.—¿Quién anda ahí? —preguntó acercándose a encender la luz de aquella sección, cuando
En cuanto a Astoria, bueno, ella disfrutaba su corto descanso terminando una maratón de películas sin siquiera darse por enterada. Sus ojos se cerraron justo después de que iniciaran los créditos de la película.Los rayos de sol estaban colándose por la ventana y las aves habían comenzado a entonar sus alegres melodías, las cuales Astoria amaba escuchar, pero sus párpados tenían más poder sobre ella en ese momento.Cerca del medio día el timbre de casa comenzó a sonar sin mostrar señales de detenerse. Parte de Astoria era consciente de que alguien llamaba a la puerta y la otra quería hacerse la desentendida para continuar durmiendo, cosa que hizo sin ningún problema.Sus fuerzas habían sido restablecidas una vez más y por fin se decidió a salir de su cama, su cabello estaba totalmente desaliñado y sus ojeras podrían