Marcus regresó a su departamento, sin saber que le esperarían un par de sorpresas, pues algunas muchachas habían dejado detalles para él, junto con numerosas cartas que, al igual que las anteriores no leería.
«¿Por qué estas estudiantes actúan de esta forma tan infantil? Deberían enviaré esto a alguna estrella de cine o cantante ¿Por qué se lo enviarían a un empresario?», se preguntaba constantemente mientras tomaba estas entre sus manos y entraba a su hogar para dejarlas junto al otro montón.
—Si yo hubiese querido recibir tanta atención, me hubiera convertido en cantante —susurró dejando su saco en el perchero.
Su mirada recorrió la habitación, notó que un par de cosas estaban fuera de lugar. En su casa, todo tenía su lugar específico y nunca dejaba los objetos que utilizaba fuera de su punto predestinado.
Una silueta extraña cruzó por entre la cocina logrando espantar a este no tan medroso sujeto.
—¿Quién anda ahí? —preguntó acercándose a encender la luz de aquella sección, cuando menos pensó una chica se abalanzó sobre él.
El enorme y nada varonil grito de Marcus resonaba en su departamento ¿Quién habría imaginado que una de esas locas terminaría dentro de su hogar? Había pensado por algún tiempo que tener guardaespaldas solo fuera de su recinto le ayudaría en algo, pero nada más alejado de la realidad.
Ellas encontraban la manera de invadir su privacidad con tal facilidad que los guardaespaldas que contrató le quedaban en pañales. Eran una deshonra para sus compañeros.
»¿Quién eres? —cuestionó logrando zafarse.
La joven se mantuvo en completo silencio, aun así, era notoria su belleza.
¿Qué era lo que estaba sucediendo ahí? Cualquier cosa podría habérsele ocurrido a aquella menor y no había forma de averiguar de lo que se trataba.
»Ya veo. Eres de las personas que quieren hacer algo a escondidas, pero no se dignan a dar la cara frente a sus acciones —Lanzó una bocanada de aire—. No tengo tiempo qué perder, así que le pido amablemente que se vaya de mi casa, ahora mismo. O no tendré más opción que llamar a los guardias de seguridad.
—Quiero que esté conmigo esta noche —Habló finalmente sin tomar un poco de aire.
Las palabras de la menor y la facilidad con la que habló hicieron que el cuerpo de Marcus se estremeciera y no necesariamente porque quisiera seguirle la corriente. Si no, porque le asombraba que alguna persona fuese capaz de hablar de esa manera tan directa a un extraño.
—Lo siento, le pido que se retire —insistió Marcus señalando la puerta, mantenía su distancia, pues no quería tener nada que ver con esa clase de gente.
Pero aquella chica no se iría sin decir lo que tenía en su cabeza.
—La mujer que está en las fotos… ¿Es su esposa? —preguntó señalando a la fotografía de la feliz pareja.
Astoria sujetaba con firmeza el brazo de su entonces esposo y sus sonrisas se mostraban tan cálidas que cualquiera que los observara podría jurar que jamás se separarían. Marcus asintió con seguridad sin dejar de indicarle a la chica en dónde estaba la salida.
—Mi esposa… —susurró Marcus observando aquella fotografía de la cual no tenía aún el valor para tirar a la basura.
La manera en la que terminaron las cosas con Astoria no habían sido las mejores ni las más claras, él sabía que ni su exesposa ni Erika se habían llevado bien.
Después de cerca de cuatro años separados, Marcus había logrado entender un poco acerca de las discusiones que ellas tenían casi a diario, bueno, a sus ojos Astoria era la primera en lanzar las palabras hirientes. Eso hacía que en cada una de las peleas que ellas tenían, él tomara en su mayoría el lado de Erika.
Lo entendió cuando hubo una división en las cabezas de los departamentos y al final se fueron por caminos separados, al ver que sus diferencias no podían solucionarse, la mayoría de los trabajadores se fue con los contrarios, creando enemistad entre ambas compañías.
La idea de que podría haber más personas dentro del departamento llenaba de miedo a Marcus, no era un hombre cobarde, no obstante, sentirte vigilado toda la noche y que cualquier cosa pudiera suceder en cualquier momento, podría a cualquiera con los pelos de punta.
Marcus meditaba en alguna solución para su problema, usualmente sus guardaespaldas lo seguían a dondequiera que su jefe se dirigiera, más no dejaba de sentir como si algo faltara, pero ¿qué era necesariamente?
»Lo que necesito es aumentar la seguridad de este departamento —se dijo a sí mismo— ¿Cuál será la agencia de guardaespaldas mejor valorada y capaz? —indagó al caminar de un lado para otro en la sala, debía haber una solución.
Sus dedos se movían ágilmente por el teclado al efectuar aquella búsqueda. Debía encontrar a los mejores y era una consulta que tendría que hacer él mismo, no se daría el lujo de que más personas supieran que hasta ahora había cerca de tres que habían entrado a su departamento sin autorización.
Estimaba a su vez que debería despedir a alguien de ellos por no estar al tanto de su seguridad.
Sí, definitivamente eso lo haría mañana.
Los resultados de su búsqueda le revelaban a una agencia que tenía calificaciones casi perfectas, había sido una de las que ayudaron al presidente vecino con su llegada, además de refugiar a algunos ciudadanos que corrían peligro en su vecindario. Políticos, famosos, activistas de los derechos humanos y más personas eran sus clientes frecuentes.
—Hay un extraño detalle aquí —susurró Marcus observando con detenimiento sus fotografías—. No se encuentra una descripción de quién es cada uno —suspiró—. Puede que sea para proteger la identidad de los guardaespaldas, sí, ha de ser eso —se respondió para registrar el número en su celular, era demasiado tarde como para poder hacer una llamada en ese momento, lo haría mañana en la madrugada.
Tal como Marcus se dijo, a la madrugada siguiente lo primero que hizo fue marcar a ese número. La voz llena de energía de ese hombre le hizo sentir que la empresa se tomaba muy en serio su labor. Le daba más seguridad.
—Necesito que envíe a su mejor guardaespaldas, necesito que esté a mi lado las veinticuatro horas del día —soltó de repente.
Marcus llegó al punto en el que no le importaba darle todo su dinero a esa persona, si eso le garantizaba la seguridad de poder descansar tranquilamente en la noche. Necesitaba poder estar en paz, poder llegar sin preocuparse de que una de esas muchachitas le saltara encima otra vez.
»Le enviaré el resto de información por contrato, necesito al guardaespaldas mejor entrenado, no importa el costo. Estaré hasta medianoche en el lugar en el que le diré, comenzará de inmediato.
Sin más palabrería dio por terminada la llamada, ni siquiera le dijo su nombre o escuchó el del encargado de la agencia de guardaespaldas.
Antes de salir de casa, se apresuró a asegurar cada una de las puertas y ventanas, revisó en cada rincón para asegurarse de que no hubiera nadie en el interior en su ausencia. Deseaba que todo eso terminara, se le hacía completamente ridícula toda la situación.
»Si hubiera querido tanta atención, sería un actor.
En cuanto a Astoria, bueno, ella disfrutaba su corto descanso terminando una maratón de películas sin siquiera darse por enterada. Sus ojos se cerraron justo después de que iniciaran los créditos de la película.Los rayos de sol estaban colándose por la ventana y las aves habían comenzado a entonar sus alegres melodías, las cuales Astoria amaba escuchar, pero sus párpados tenían más poder sobre ella en ese momento.Cerca del medio día el timbre de casa comenzó a sonar sin mostrar señales de detenerse. Parte de Astoria era consciente de que alguien llamaba a la puerta y la otra quería hacerse la desentendida para continuar durmiendo, cosa que hizo sin ningún problema.Sus fuerzas habían sido restablecidas una vez más y por fin se decidió a salir de su cama, su cabello estaba totalmente desaliñado y sus ojeras podrían
—Sí, ha pasado mucho tiempo. Veo que le ha ido muy bien —expuso con formalidad, aclarando su garganta.En todo ese tiempo imaginó que sus caminos nunca volverían a encontrarse. Esa era la razón por la que ella, de manera inconsciente, estaba obsesionada con el trabajo, no pensó que ese mismo fuera el que la llevara de regreso a su encuentro.»Dean me asignó para ser su guardaespaldas personal. Aquí hay dos copias de posibles acuerdos a los que podamos llegar, estoy aquí para responder cada una de sus dudas— comentó extendiendo el portafolio en el que los llevaba.—¿Guardaespaldas? —preguntó extrañado.No era la chica que había dejado atrás
—No, no, nada, ni una sola pregunta, todo está perfectamente —soltó casi en una sola línea.Ahora está más que claro: ella no era la misma mujer con la que contrajo matrimonio años atrás. Algo cambió en su interior, ni siquiera tenía idea de qué cosa podría haber sido. Ya no solo deseaba tenerla a su lado las veinticuatro horas del día, sino descubrir qué fue la que la volvió quien era.—Lo dejaré pasar, aunque no suene muy convencido —se aseguró de que la muchacha se hubiera marchado del departamento—. Parece que no volverá en un largo tiempo, eso me lleva a cuestionarme: ¿qué acabó de pasar?Debía admitirlo, era la primera vez que veí
—La misma que calza y viste. Ha pasado mucho tiempo, Erika. Me sorprende que sigas luciendo tan… —La mira de pies a cabeza—. Tan tú.—Me gustaría decir lo mismo de ti, pero luces muy diferente a la Astoria que vi por última vez en casa de Marcus. No pareces tan…—¿Demacrada? —Sonrió—. Es una suerte que no lo parezca más, y… —mira a Marcus—, no vayas a malinterpretar las cosas, es solo una relación laboral, tienes el camino despejado para que sigas intentando eso que haces.—¿Qué estoy haciendo? —rio fingiendo desentendimiento.—Intentar reemplazarme. No creas que pasa desapercibido la clase de perfume que usas, ni la
La ceja de Astoria se enarcó, su mirada se desvió a medida que soltaba una abrupta bocanada de aire. ¿Él creía que solo con eso podría hacer que ella bajara su guardia? Jamás.Marcus no tenía idea de todo lo que ella tuvo que pasar para poder sacarlo de su corazón, o, por lo menos, para enterrarlo en lo más profundo. No se permitiría volver a lo mismo de antes, las personas cambian, ella lo hizo, de una forma que no le agradaría tener que repetir.—Por supuesto que no lo hará. Los seres humanos estamos en un constante desarrollo, bueno, la mayoría.—Astoria…—Al parecer es necesario que repita esto una vez más, lo nuestro es meramente una relación laboral, no vaya a confundir las cosas; en caso de que sus sentimientos se vean envueltos y esto llegue a afectar mi con mi trabajo, tendré que enviar a uno de mis compañeros para que continúe con esto —expuso con seriedad.—¿De verdad no sientes nada por mí? —dejó a un lado todos sus archivos para levantarse y caminar en su dirección.Su mi
La mirada de Marcus demostraba lo confundido que se encontraba en ese preciso momento, ¿por qué ella reaccionaba de esa manera? Tomó un poco de aire, se mantuvo en silencio, tenía mucho que asimilar. Era consciente de que su curiosidad era mucho más grande de lo que imaginaba, deseaba saberlo, tenía el derecho a conocer qué sucedió con su hijo.Por otro lado, si aceptaba, eso significaba que jamás en su vida podría volver a ver a Astoria, ¿era eso lo que realmente quería?—¿A qué te refieres con lástima, Astoria? —murmuró con duda luego de unos segundos.Intentaba darse tiempo a sí mismo para saber qué hacer.Ella desvió la mirada, esa seguridad que la caracterizaba tambaleaba un poco. Eso que ella tuvo que pasar era horrible, ni siquiera se lo desearía a su peor enemigo, no solo el dolor físico y emocional, sino el hecho de haber sido traicionada por la persona que en su momento le dijo que la amaba.—¿Desea saber lo que realmente sucedió o prefiere dejarlo atrás donde pertenece? —Su
Casarte con la persona que amas, es un castigo cuando ella no te ama de regreso.Esa fue la realidad de Astoria durante un largo tiempo.Desde que se conocieron, los ojos de Astoria se fijaron en Marcus, ese chico que se convirtió en su primer amor, ese que le permitía amarlo sin darle nada más que indiferencia a cambio. Enterarse de que sus padres arreglaron su matrimonio años después, fue un golpe demasiado bajo para él.No la amaba.Estaba harto de sus intentos de complacerlo.Todas sus ideas, todo su desprecio, cambiaron cuando supo que podía perderla. El desprecio que sentía por ella cambió al intentar conocerla.Pero la vida no es un cuento de hadas, la mujer que comenzó a amar dejó de existir, teniendo a cambio la encarnación misma de la indiferencia. Los papeles se invirtieron y ella parecía haberle arrebatado lo más importante de su vida.—¿Dónde estuviste todo este tiempo? No te imaginas lo mucho que Erika y yo nos preocupamos por ti, te buscamos por cielo y tierra, no había
Sus manos estaban entrelazadas mientras se adentraban al auto que los llevaría a su nueva casa. Eran oficialmente marido y mujer, era su sueño hecho realidad. Desde que se conocieron, Astoria sabía que sería su esposo y padre de sus hijos.Con cada segundo que pasaba, se sentía la mujer más afortunada del universo, su corazón latía con fuerza al sentir la emoción de su noche de bodas. La mirada que Marcus tenía podría asustar a cualquiera, menos a su esposa, a la mujer que podía ver bondad a través de ese caparazón de hielo.Sabía que se comportaba así por todo el daño que recibió cuando era un niño.Llegaron a casa, sus ojos se posaron sobre él, le dedicó una nueva sonrisa al ser llevada de la mano a la segunda planta de la casa. Una parte de ella sentía que todo estaba yendo de maravilla, como si fuera un cuento de hadas.—Esta será tu habitación a partir de ahora, Astoria —afirmó al dejar la maleta de su esposa justo al frente de la puerta.La sonrisa que llevaba se esfumó por comp