Seis años después
Los flashes de las cámaras enceguecían a Marcus, tanto que le impedían observar el camino que tomaba.
A su lado y como una especie de garrapata, estaba su asistente, aquella chica que no desaprovecharía en lo más mínimo la oportunidad de acercarse a este aclamado empresario. Le daba curiosidad su pasado, ese que lo transformó en ese sujeto frío y calculador.
Los medios deseaban conocer la clave del éxito detrás de Marcus; su respuesta era simple: Trabajo duro. Él no permitía fallas y deseaba que todo saliera cada vez mejor. El último mes había despedido a quince de sus empleados y llegar tarde no era una opción.
«Detrás de cada persona exitosa, se encuentra alguien que lo impulsa hacia delante», era aquello que siempre y sin excepción escuchaba en las entrevistas.
¿Cómo podría decirles que la única razón que tenía era querer mantener su mente ocupada? Por supuesto, no lo haría, porque ni él mismo conocía su condición.
•••
En un lugar distante, los gritos llenos de fuerza resonaban en aquel ring de boxeo. Este había sido el deporte favorito de Astoria, sin contar con el taekwondo. Estos le ayudaban a centrar sus pensamientos en cada uno de los movimientos de su cuerpo; cualquier distracción podría ser letal para su hermoso y delicado rostro.
Sí, Astoria podría tener un nombre poderoso, incluso su fuerza era demoledora, cosa que en lo absoluto combinaba con su físico. Parecía una delicada dama que se vería bien en medio de un castillo o como una muñequita siendo exhibida en un museo de arte. Sin embargo, ella no quería ser conocida simplemente por sus delicadas facciones, a pesar de que le jugaba a su favor.
Había un par de cosas que Astoria no podría soportar. Las mentiras y los que abusaban del poder. No era necesariamente un poder monetario o en su posición, sino, en aquellos que usaban su fuerza para dañar a los demás, y esta era la razón por la que se había dedicado a cuidar de numerosas personas importantes, pero que a su vez eran objeto de críticas y amenazas.
Lo que más le llenaba el corazón, era cuidar de esas mujeres que eran víctimas de abusos, pues, le recordaba a quien fue en un pasado, y lo mucho que le hubiera gustado ser rescatada con mayor rapidez.
—Estás haciendo un buen trabajo —La animó su entrenador.
Estuvo a su lado desde hace seis años, Dean jamás se separó de ella. Era consciente de que la competitividad corría por la sangre de Astoria y que la mejor lucha que podría dar era contra ella misma.
—Descansa un poco —Sonrió lanzando una botella de agua en su dirección.
—¿Qué haces aquí? —preguntó observando su reloj—. Se suponía que debías estar en una reunión hace un par de minutos —indagó sin dirigirle la mirada.
—¿Eres tan gruñona cada vez que no logras tu mejor tiempo? —sonrió de lado— solo fueron unos segundos menos, a la próxima serás más veloz —se burló con un poco de diversión.
—En un segundo pueden inmovilizarte o llegar a apuñalarte —sonrió de igual manera—. En esta profesión no se aceptan fallas, un segundo es demasiado. Debes prever los movimientos de tu oponente y estar alerta antes de que siquiera tenga tiempo de respirar.
—Has aprendido bien —respondió con satisfacción.
Dean no podría seguir el ritmo de Astoria en ese preciso instante, gracias a una de las recientes lesiones que había ganado tras defender a una chica de ser asaltada. A pesar de eso, su sabiduría lo hacía estar en una posición más elevada que la de la joven, además de que no era simplemente su entrenador, sino su consejero personal.
—Tengo al mejor maestro que pude hallar en la calle —Sonrió golpeando el hombro sano de su mayor.
La relación que ambos tenían era más fraternal, aunque en ocasiones llegara a parecer mucho más parental. Dean había sido el apoyo más grande para Astoria después de que ella decidiera divorciarse de su exmarido, fue su guía en el momento de ayudarle a elegir lo que ella deseaba hacer, la manera en la que ella quería disfrutar su reciente libertad.
Lo más importante, fue la persona que la salvó de morir.
—¿Cómo te fue con tu último cliente? —Intervino Dean logrando desviar el tema anterior.
—Oh, él logró salir del país sin problema —Observó a su entrenador— ¿Quién diría que la mafia lo estaba buscando? —susurró incrédula.
—Sabía que algo interesante tenía aquel hombre, no tenía en su cara alguna señal de haber vivido una vida tranquila —masculló pensativo— ¿Ahora qué harás? Lo escoltaste a él por un par de meses ¿No te encariñaste de tu cliente? —cuestionó a manera de broma.
Astoria guardó silencio por un momento, no había llegado a encariñarse con ninguno de sus clientes, pero sí con la comida que ofrecían. Aún más con aquel chef que debía cruzar el país sin ser encontrado.
Las razones de aquello no estaban claras, pero por lo menos, Astoria había logrado entender que era por llevar comida a algunos de los prisioneros.
—Debo admitir que no —confesó—. Estoy ansiosa por saber quién será mi siguiente cliente y poder conocer su historia. Será una gran aventura ¿Será un presidente, un príncipe o un desertor? —suspiró—. Es imposible saberlo hasta que el momento en el que nos debamos encontrar llegue.
•••
De regreso con nuestro empresario, él apresuraba sus pasos para no llegar justo cuando la reunión debía comenzar. La puntualidad era su lema y por eso siempre procuraba llegar con minutos de antelación.
—Señor, la siguiente reunión será para examinar los resultados de la última promoción hecha a los anillos inteligentes. Por otro lado, se está efectuando la investigación de los responsables de exponer la información de nuestro producto a la competencia. Cuando termine esta reunión tendrá un espacio para cenar junto al presidente.
Sin dar ningún tipo de respuesta, Marcus se dirigió a su silla respectiva al frente de todos los ejecutivos y jefes de las divisiones.
La noche había llegado y las manecillas del reloj marcaban poco más de media noche. A esa hora Marcus continuaba trabajando con la misma disciplina y rigor como si el sol permaneciera en el firmamento e iluminara todo.
Unos pasos anunciaban que alguien se aproximaba a su oficina, para ser más exactos, tendría que ser una chica con unos zapatos de diez centímetros de altura. Sin importar el ruido que esto pudiera ocasionar, Marcus continuaba con su trabajo sin despegar su mirada de las barras.
—¿No deberías estar descansando? —cuestionó Erika dejando un recipiente al frente de su amigo—. Sabía que aún estarías aquí —añadió tomando asiento—, por eso decidí traerte algo para que comieras. Has estado trabajando sin descansar durante esta semana para sacar el nuevo producto al mercado, ¿no es así? —Se inclinó más para obtener una mejor visión del mayor, el cual en ningún segundo despegó su mirada del ordenador.
—Falta poco para lograrlo, así que debo hacer un último esfuerzo —respondió frunciendo el ceño.
Había algo en eso informes que no terminaba de ajustarse con los resultados que se le entregaron en esa tarde. Quizá lo mejor era dar una vez más un vistazo y no dejar escapar hasta el más mínimo detalle, era imposible que aquellos archivos estuvieran equivocados.
»Tendré que pedirlos otra vez —dijo sin prestarle atención a ninguna de las palabras que salían por la boca de Erika.
Era definitivo, la única manera para asegurarse de cuál de los archivos era válido, era solicitar un nuevo análisis. No sería un trabajo fácil; sin embargo, si ellos hubiesen hecho un buen trabajo al comienzo, no tendrían por qué volver a repetirlo ahora.
—Si me disculpa, Erika. Debo regresar a casa para buscar la primera actualización de este archivo —suspiró colocándose de pie—. Excúseme por no poder acompañarla a cenar en esta ocasión, el trabajo no espera.
Sin añadir nada más, salió del lugar, dejando a una molesta y confundida mujer.
El cambio que había tenido Marcus era demasiado grande, tanto que no podría divisarse algún rastro de su antiguo ser. Parecía ser un robot que estaba simplemente programado para trabajar sin tener en cuenta el resto del mundo exterior.
Aquel hombre alegre que Erika conoció años atrás había desaparecido con el tiempo, ahora, tenía frente a sus ojos a un ser vacío.
Marcus regresó a su departamento, sin saber que le esperarían un par de sorpresas, pues algunas muchachas habían dejado detalles para él, junto con numerosas cartas que, al igual que las anteriores no leería.«¿Por qué estas estudiantes actúan de esta forma tan infantil? Deberían enviaré esto a alguna estrella de cine o cantante ¿Por qué se lo enviarían a un empresario?», se preguntaba constantemente mientras tomaba estas entre sus manos y entraba a su hogar para dejarlas junto al otro montón.—Si yo hubiese querido recibir tanta atención, me hubiera convertido en cantante —susurró dejando su saco en el perchero.Su mirada recorrió la habitación, notó que un par de cosas estaban fuera de lugar. En su casa, todo tenía su lugar específico y nunca dejaba los objetos que utilizaba fuera de su punto predestinado.Una silueta extraña cruzó por entre la cocina logrando espantar a este no tan medroso sujeto.—¿Quién anda ahí? —preguntó acercándose a encender la luz de aquella sección, cuando
En cuanto a Astoria, bueno, ella disfrutaba su corto descanso terminando una maratón de películas sin siquiera darse por enterada. Sus ojos se cerraron justo después de que iniciaran los créditos de la película.Los rayos de sol estaban colándose por la ventana y las aves habían comenzado a entonar sus alegres melodías, las cuales Astoria amaba escuchar, pero sus párpados tenían más poder sobre ella en ese momento.Cerca del medio día el timbre de casa comenzó a sonar sin mostrar señales de detenerse. Parte de Astoria era consciente de que alguien llamaba a la puerta y la otra quería hacerse la desentendida para continuar durmiendo, cosa que hizo sin ningún problema.Sus fuerzas habían sido restablecidas una vez más y por fin se decidió a salir de su cama, su cabello estaba totalmente desaliñado y sus ojeras podrían
—Sí, ha pasado mucho tiempo. Veo que le ha ido muy bien —expuso con formalidad, aclarando su garganta.En todo ese tiempo imaginó que sus caminos nunca volverían a encontrarse. Esa era la razón por la que ella, de manera inconsciente, estaba obsesionada con el trabajo, no pensó que ese mismo fuera el que la llevara de regreso a su encuentro.»Dean me asignó para ser su guardaespaldas personal. Aquí hay dos copias de posibles acuerdos a los que podamos llegar, estoy aquí para responder cada una de sus dudas— comentó extendiendo el portafolio en el que los llevaba.—¿Guardaespaldas? —preguntó extrañado.No era la chica que había dejado atrás
—No, no, nada, ni una sola pregunta, todo está perfectamente —soltó casi en una sola línea.Ahora está más que claro: ella no era la misma mujer con la que contrajo matrimonio años atrás. Algo cambió en su interior, ni siquiera tenía idea de qué cosa podría haber sido. Ya no solo deseaba tenerla a su lado las veinticuatro horas del día, sino descubrir qué fue la que la volvió quien era.—Lo dejaré pasar, aunque no suene muy convencido —se aseguró de que la muchacha se hubiera marchado del departamento—. Parece que no volverá en un largo tiempo, eso me lleva a cuestionarme: ¿qué acabó de pasar?Debía admitirlo, era la primera vez que veí
—La misma que calza y viste. Ha pasado mucho tiempo, Erika. Me sorprende que sigas luciendo tan… —La mira de pies a cabeza—. Tan tú.—Me gustaría decir lo mismo de ti, pero luces muy diferente a la Astoria que vi por última vez en casa de Marcus. No pareces tan…—¿Demacrada? —Sonrió—. Es una suerte que no lo parezca más, y… —mira a Marcus—, no vayas a malinterpretar las cosas, es solo una relación laboral, tienes el camino despejado para que sigas intentando eso que haces.—¿Qué estoy haciendo? —rio fingiendo desentendimiento.—Intentar reemplazarme. No creas que pasa desapercibido la clase de perfume que usas, ni la
La ceja de Astoria se enarcó, su mirada se desvió a medida que soltaba una abrupta bocanada de aire. ¿Él creía que solo con eso podría hacer que ella bajara su guardia? Jamás.Marcus no tenía idea de todo lo que ella tuvo que pasar para poder sacarlo de su corazón, o, por lo menos, para enterrarlo en lo más profundo. No se permitiría volver a lo mismo de antes, las personas cambian, ella lo hizo, de una forma que no le agradaría tener que repetir.—Por supuesto que no lo hará. Los seres humanos estamos en un constante desarrollo, bueno, la mayoría.—Astoria…—Al parecer es necesario que repita esto una vez más, lo nuestro es meramente una relación laboral, no vaya a confundir las cosas; en caso de que sus sentimientos se vean envueltos y esto llegue a afectar mi con mi trabajo, tendré que enviar a uno de mis compañeros para que continúe con esto —expuso con seriedad.—¿De verdad no sientes nada por mí? —dejó a un lado todos sus archivos para levantarse y caminar en su dirección.Su mi
La mirada de Marcus demostraba lo confundido que se encontraba en ese preciso momento, ¿por qué ella reaccionaba de esa manera? Tomó un poco de aire, se mantuvo en silencio, tenía mucho que asimilar. Era consciente de que su curiosidad era mucho más grande de lo que imaginaba, deseaba saberlo, tenía el derecho a conocer qué sucedió con su hijo.Por otro lado, si aceptaba, eso significaba que jamás en su vida podría volver a ver a Astoria, ¿era eso lo que realmente quería?—¿A qué te refieres con lástima, Astoria? —murmuró con duda luego de unos segundos.Intentaba darse tiempo a sí mismo para saber qué hacer.Ella desvió la mirada, esa seguridad que la caracterizaba tambaleaba un poco. Eso que ella tuvo que pasar era horrible, ni siquiera se lo desearía a su peor enemigo, no solo el dolor físico y emocional, sino el hecho de haber sido traicionada por la persona que en su momento le dijo que la amaba.—¿Desea saber lo que realmente sucedió o prefiere dejarlo atrás donde pertenece? —Su
Casarte con la persona que amas, es un castigo cuando ella no te ama de regreso.Esa fue la realidad de Astoria durante un largo tiempo.Desde que se conocieron, los ojos de Astoria se fijaron en Marcus, ese chico que se convirtió en su primer amor, ese que le permitía amarlo sin darle nada más que indiferencia a cambio. Enterarse de que sus padres arreglaron su matrimonio años después, fue un golpe demasiado bajo para él.No la amaba.Estaba harto de sus intentos de complacerlo.Todas sus ideas, todo su desprecio, cambiaron cuando supo que podía perderla. El desprecio que sentía por ella cambió al intentar conocerla.Pero la vida no es un cuento de hadas, la mujer que comenzó a amar dejó de existir, teniendo a cambio la encarnación misma de la indiferencia. Los papeles se invirtieron y ella parecía haberle arrebatado lo más importante de su vida.—¿Dónde estuviste todo este tiempo? No te imaginas lo mucho que Erika y yo nos preocupamos por ti, te buscamos por cielo y tierra, no había