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Capítulo 03 «Nuestro bebé»

Los días pasaron sin que Marcus obtuviera alguna señal de Astoria, no sabía si se encontraba bien o si decidió regresar al lado de sus padres. La casa se sentía completamente vacía sin ella dentro; regresar era una verdadera pesadilla al saber que su esposa no estaría cuando volviera, con esa sonrisa de la que se enamoró.

Se armó de valor, hizo lo que tanto deseó hacer durante todos esos días: llamar a sus suegros.

La idea de hacerlo le revolvía el estómago a causa de los nervios. Ellos amaban a su hija, harían lo que fuera por ella, incluso, forzarlo a firmar un divorcio que la haría finalmente libre de él. Pero no quería eso, quería a Astoria a su lado.

Mientras hablaba con ellos se percató de que no sabían nada de ella que le fuera útil, ni siquiera que pasó casi una semana desde que no regresó a casa. Su mayor miedo comenzó a hacerse palpable. ¿Le sucedió algo?

—¿Tienes noticias de Astoria? —indagó Erika en un susurro, sentándose en el sofá.

—No hay nada de ella —se giró para tener mejor visión de su amiga.

Así fueron sus últimos días. Erika, preguntando constantemente por Astoria, Marcus no comprendía por qué no le agradaba del todo a su esposa; sin embargo, sabía que la mente de las personas llegaba a ser mentirosa.

El silencio invadió la sala, notó que su amiga se removía nerviosa en el sofá. Ese comportamiento era un claro indicador de que ocultaba algo.

»¿Sabes dónde está? —cuestionó de repente—. Sé que sabes algo, no me ocultes nada, por favor.

—No sé dónde está, pero encontré algo en el baño de su habitación —murmuró sintiendo cómo su corazón se aceleraba. —Pero lo mejor es que lo hable con ella primero, cuando regrese.

—Soy su esposo y eres mi amiga, necesito que me lo digas.

Luego de unos minutos de silencio, Erika se levanta con un poco de duda. No era una noticia que a ella le correspondiera dar; sin embargo, era su mejor amigo el que merecía saberlo. Hizo que lo siguiera hasta el lugar, revelándole una prueba de embarazo que estaba camuflada en uno de los gabinetes de este.

»¿Es positiva?

A pesar de que era una afirmación, esta abandonó sus labios con duda, como si necesitara que Erika le dijera claramente lo que sus ojos estaban observando.

—En efecto, Marcus, Astoria está en embarazo, ¡eres padre! —Su sonrisa desapareció al ver al hombre, que no se mostraba muy contento. —¿Qué sucede?

—Está en embarazo, y se marchó… Erika, mi esposa, se marchó con mi bebé.

Su voz salió como un murmullo, se encontraba herido, traicionado. Si bien recordaba que la razón por la que Astoria encontró el motivo para marcharse fue él mismo por su propia imprudencia. El simple hecho de no haberle dado la noticia de su embarazo, era lo suficiente para dejar una herida profunda.

Dejó que su cuerpo se apoyara contra la pared; tenía demasiado para pensar. ¿Qué era de la vida de Astoria en ese preciso instante? ¿Ella regresaría en algún momento o se marchó para siempre?

—Puede que haya una explicación para esto, Marcus. Dijiste que discutieron en el momento, ¿qué cosas le dijiste para que reaccionara de esa forma?

Eso era lo que la mente de Erika le impedía conocer. Desde que los conoció, Astoria siempre demostró ese amor dependiente en su amigo y ahora esposo. Era como si su vida necesitara únicamente de Marcus para poder mantenerse en pie.

—Fue una discusión tonta, una que ni siquiera tiene fundamento o sentido. Ella tuvo que habérmelo dicho, apenas se enteró. 

Marcus sacudió su cabello, la frustración lo inundaba por completo, su corazón latía con fuerza y molestia. ¿De verdad ella no regresaría? 

La razón de su pelea estaba demasiado fresca en su memoria. Los celos de Astoria se estaban saliendo de control, simplemente porque salió con Erika sin que ella estuviera enterada. La acusación que él le hizo sobre Dimitri no era para nada infundada, él lo había visto con sus propios ojos, él la acechaba, no pasaba ni un solo día sin enviarle un mensaje.

En el interior de Marcus creció una nueva duda, un nuevo temor: ¿y si ese niño era hijo de Dimitri y no suyo?

»¿Estás bien? Pareces un papel —susurró acercándose a ver el rostro de su amigo.

Sin previo aviso, el cuerpo de este dejó de responder, precipitándose al suelo.

Erika no tenía más opciones que dejarlo tirado en el baño o llevarlo a la cama, lastimosamente era tan pesado que lo arrastró dejándolo sobre la alfombra en el interior de la habitación. Le preocupaba que algo malo le hubiera sucedido, algo como un paro cardíaco; sin embargo, su respiración aún era regular.

Las horas transcurrieron, Erika cuidó de él tan bien como pudo. Cuando este despertó, aún aturdido, entró a tomar una larga ducha; era lo que necesitaba para despegar su mente. Mientras hacía eso, su amiga se puso a cocinarle algo para la cena, antes de regresar a su casa.

Al terminar, le envió un mensaje, avisándole que se iba; sin embargo, al abrir la puerta, ver de frente a la mujer que hizo que Marcus perdiera el apetito y la conciencia, provocó que el color de su piel la abandonara. Astoria no lucía como ella.

—Al parecer no tardó en traerte aquí —dijo con un tono de voz difícil de descifrar; pese a esto, se sentía distante, muy distante.

—No, no es lo que parece. Le ayudaba a… buscarte, nos preocupamos por ti, pasó mucho tiempo, Astoria. ¿Quieres comer algo?

Enmudeció, entró a casa con una actitud indiferente, como si ese no fuera más su hogar, como si no tuviera nada que hacer ahí. Los ojos de la contraria se centraron en ella, intentando descifrar sus movimientos, o por lo menos tener algún indicio de lo que pasaba por su cabeza.

Antes de que Erika diera un paso en dirección de la cocina, Marcus se hizo presente con la intención de asegurar la puerta; sin embargo, sus pasos se detuvieron en el momento en que vio a la mujer que le hizo perder la razón, a la madre de su hijo.

—Astoria… —susurró sorprendido.

—Y bien, ya es hora de que me vaya —se apresuró a desaparecer de esa casa.

Marcus recibió silencio como respuesta, los ojos de Astoria lucían perdidos, su actitud no era la misma con la que se marchó de casa. Deseaba correr a ella, abrazarla, besarla, decirle que sentía lo que sucedió entre ellos, mas su cuerpo no reaccionaba.

»¿Dónde estuviste todo este tiempo? No te imaginas lo mucho que Erika y yo nos preocupamos por ti. Te buscamos por cielo y tierra, no había señales tuyas.

—Entonces no me buscaron realmente.

Marcus quedó desconcertado, no comprendía lo que ella decía; sin embargo, lo que de verdad importaba era que ya estaba su lado, ella y su bebé regresaron.

—Astoria, lo hicimos. ¡No te imaginas lo feliz que estoy de tenerte otra vez conmigo! Tú y nuestro bebé están en casa ahora.

—¿Nuestro bebé?

—Sí, descubrí las pruebas de embarazo que te hiciste —se acercó a ella con una sonrisa.

—No hay bebé, Marcus. Ya no.

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