—¡¿Estás loco?! ¡Bájame! —Siguió pataleando con fuerza.
Finalmente, Marcus logró controlarla un poco, le puso el cinturón de seguridad. Se encontraba sorprendido por la actitud de su esposa, pensó que el responsable de ese comportamiento fue el alcohol; sin embargo, no bebió demasiado para terminar de esa manera.
—¡Tú eres la que enloqueció! ¿Por qué razón MI esposa está en un bar junto con extraños? —Estaba enfurecido, no solo porque ella estuviera en un lugar de esa clase, sino porque lo había estado ignorando las últimas semanas.
No lograba soportar que la mujer que estuvo detrás de él desde siempre, de la noche a la mañana, lo tratara como si fuera un completo extraño. No se podía explicar a sí mismo la razón de su molestia, se suponía que solo era su esposa en el papel.
¿Y ahora se encontraba haciendo una escena de celos?
—No soy tu esposa, Marcus. No soy nada para ti, así que encárgate de tus asuntos, yo me encargaré de los míos. —Su voz era firme, no daría el brazo a torcer.
—¿Ahora usas mis palabras en mi propia contra? —bufó.
—¿Debería hacerlo de una manera diferente? Tú mismo sabes quién comenzó todo esto —los señaló a ambos—. No tienes nada que decir con las decisiones que tome, al fin y al cabo, eres solo mi esposo en el papel, y eso no significa nada.
Marcus crujía los dientes, la Astoria que conocía jamás se atrevería a enfrentarlo, si no que aceptaría cada uno de sus requerimientos sin chistar.
Ella se dispuso a bajar del auto, antes de que lograra soltarse el cinturón de seguridad. La mano de su esposo rodeó su brazo para evitar que se moviera. Se soltó de su agarre con brusquedad; sin embargo, antes de que lograra bajarse, el auto arrancó.
»¡Eres un salvaje! —exclamó enfurecida.
Una vez más, Marcus hizo lo que deseaba sin tener en cuenta la voluntad de su esposa. Esa situación ya se convertía en algo mucho más que molesto, veía cómo la figura que su mente creó se desvanecía frente a ella y tomaba la forma de un ser despreciable.
—¡No lo soy! ¡Solo estoy cuidando de que no te vayas a meter con la persona equivocada! —se refería a Dimitri—. Él no me agrada para nada, es un completo hipócrita.
—¿Y tú no lo eres, Marcus? Aparentar que te importo para luego darme la espalda, ¿no es eso peor que la hipocresía? —Él apretó los labios.
—Es diferente, Astoria, y lo sabes —Le dedicó un breve vistazo para volver sus ojos a la carretera.
—¿Por qué, porque eres tú? No me hagas reír. Desde que nos conocimos me trataste como un trapo sucio, así que ahora no te vengas a hacer el digno conmigo —Blanqueó los ojos.
Una pequeña sonrisa se posó en los labios del hombre, sabía que era cuestión de unas pocas muestras de cariño para tener a su esposa comiendo, una vez más, de la palma de su mano. Estacionó el vehículo, apenas tuvo la oportunidad, la observó con detenimiento, sus ojos se encontraron.
—¿Acaso no lo entiendes, Astoria? —Extendió una mano para esconder un mechón de cabello detrás de su oreja—. Solo puedes tener ojos para mí, para nadie más —susurró al llevar la mano de su oreja a su mentón, levantando un poco su rostro para tener más acceso a él.
—¿Q-qué piensas hacer? —Su respiración se entrecortó.
—Esto.
Acto seguido, unió ambos labios en un beso mucho más posesivo de lo que le gustaría. Era la primera vez que saboreaba los labios de Astoria, no deseaba separarse. Su momento se extendió lo más que pudo, comenzó a explorar el cuerpo de su esposa; sin embargo, ella se separó abruptamente.
—No hagas esto, Marcus —susurró con dolor.
—¿Qué cosa?
—Por favor, no juegues conmigo cuando no sientes nada por mí —En su voz había un tinte de decepción.
Siempre imaginó que el primer beso que se daría con Marcus sería diferente, que se sentiría diferente. Nunca esperó que se diera de esta manera, la hacía sentir sucia, usada, como si ella no fuera digna de ser amada por quien era.
—Astoria…
—No, no lo hagas.
—Quiero esto, yo… te quiero —Estaba anhelando poder besarla otra vez, lo deseaba con desespero.
—¿Me quieres? —preguntó agachando la mirada—. Pero no me amas, ¿cierto? —Lo miró esperando una respuesta positiva; esta nunca llegó.
—Astoria…
—No, no, lo entiendo. No tienes que mentir para hacerme sentir bien. Eres un pésimo mentiroso.
Marcus se paralizó, ¿qué debería hacer ahora? Una parte de él deseaba que ella lo comprendiera, que supiera que de ninguna manera sería vista como su esposa; el otro, por supuesto, quería hacerle saber que estaba comenzando a meterse bajo su piel.
—Astoria…
—¡¿Podrías dejar de desgastar mi nombre, por favor?! —Lo miró ofuscada—. regresemos a casa, no quiero hablar más —le dio la espalda, y eso, no le gustó para nada, hacía que algo dentro de él doliera.
—Tenemos que hablar de esto —su voz se suavizó finalmente.
—No quiero, te lo dije —ni siquiera lo volteó a ver.
—Quiero que sepas algo, que no solo te quiero —susurró con dificultad.
—¿Ah, sí? ¿Y yo estoy obligada a creerte? —rechistó—. No hay nada entre nosotros, Marcus. No tengo nada que ver contigo, fue simplemente un desafortunado matrimonio.
—Quiero conquistarte —dijo de repente.
—Y yo quisiera nunca haberme casado contigo, pero mira, no todas las cosas se hacen realidad.
—Quieras o no, haré que te enamores otra vez de mí —afirmó con una sonrisa convencida.
Si bien al comienzo sus palabras eran fingidas para que Astoria permitiera que la besara una vez más, ahora el sentido de sus palabras cambió. La quería a ella, que rogara por tenerlo a su lado, como lo hizo desde el comienzo.
¿Quién le diría que sobre el corazón no se mandaba y que terminaría enamorándose profundamente de su propia esposa?
Su matrimonio se arregló, vivieron un romance estable y feliz, hasta ese día en el que una mala elección de palabras hizo que todos sus avances desaparecieran.
—¡Si tanto la quieres, ve! ¡Acuéstate con ella! —soltó Astoria ofuscada.
—¿Así como tú con Dimitri? —Deseó que sus palabras se hubieran atorado en su garganta.
Aunque esperaba recibir una bofetada por su torpe elección de palabras, solo escuchó un portazo. Astoria se marchó y no hubo señales de ella por un largo tiempo.
Los días pasaron sin que Marcus obtuviera alguna señal de Astoria, no sabía si se encontraba bien o si decidió regresar al lado de sus padres. La casa se sentía completamente vacía sin ella dentro; regresar era una verdadera pesadilla al saber que su esposa no estaría cuando volviera, con esa sonrisa de la que se enamoró.Se armó de valor, hizo lo que tanto deseó hacer durante todos esos días: llamar a sus suegros.La idea de hacerlo le revolvía el estómago a causa de los nervios. Ellos amaban a su hija, harían lo que fuera por ella, incluso, forzarlo a firmar un divorcio que la haría finalmente libre de él. Pero no quería eso, quería a Astoria a su lado.Mientras hablaba con ellos se percató de que no sabían nada de ella que le fuera útil, ni siquiera que pasó casi una semana desde que no regresó a casa. Su mayor miedo comenzó a hacerse palpable. ¿Le sucedió algo?—¿Tienes noticias de Astoria? —indagó Erika en un susurro, sentándose en el sofá.—No hay nada de ella —se giró para tene
La sonrisa se esfumó de su rostro, su corazón se detuvo por unos instantes. ¿Escuchó bien? ¿Su bebé ya no estaba? Podría oírse a la perfección el sonido de su corazón rompiéndose, dividiéndose en miles de pedacitos, pulverizándose.—¿A qué te refieres, Astoria? —Se atrevió a preguntar luego de unos segundos.Se mantenía aún tan distante, tan fría que no parecía ser ella misma, sino una copia barata sin ningún tipo de emociones. El desespero comenzó a crecer en el interior de Marcus. Su esposa no le estaba dando ninguna respuesta, no parecía siquiera que todo eso le importara o le hubiera afectado.»Por favor, respóndeme, necesito saberlo. Merezco saber qué pasó con mi hijo —habló con desespero.Sus palabras eran más una súplica que cualquier otra cosa.—Ya no existe —murmuró con una aparente indiferencia.—Astoria… ¿Qué hiciste? ¿Qué hiciste con nuestro hijo? —Ella enmudeció—. Dime que es una broma, hazlo, por favor. Dime que fue simplemente un error, una broma de mal gusto, y que vam
Seis años despuésLos flashes de las cámaras enceguecían a Marcus, tanto que le impedían observar el camino que tomaba.A su lado y como una especie de garrapata, estaba su asistente, aquella chica que no desaprovecharía en lo más mínimo la oportunidad de acercarse a este aclamado empresario. Le daba curiosidad su pasado, ese que lo transformó en ese sujeto frío y calculador.Los medios deseaban conocer la clave del éxito detrás de Marcus; su respuesta era simple: Trabajo duro. Él no permitía fallas y deseaba que todo saliera cada vez mejor. El último mes había despedido a quince de sus empleados y llegar tarde no era una opción.«Detrás de cada persona exitosa, se encuentra alguien que lo impulsa hacia delante», era aquello que siempre y sin excepción escuchaba en las entrevistas.¿Cómo podría decirles que la única razón que tenía era querer mantener su mente ocupada? Por supuesto, no lo haría, porque ni él mismo conocía su condición.•••En un lugar distante, los gritos llenos de fu
Marcus regresó a su departamento, sin saber que le esperarían un par de sorpresas, pues algunas muchachas habían dejado detalles para él, junto con numerosas cartas que, al igual que las anteriores no leería.«¿Por qué estas estudiantes actúan de esta forma tan infantil? Deberían enviaré esto a alguna estrella de cine o cantante ¿Por qué se lo enviarían a un empresario?», se preguntaba constantemente mientras tomaba estas entre sus manos y entraba a su hogar para dejarlas junto al otro montón.—Si yo hubiese querido recibir tanta atención, me hubiera convertido en cantante —susurró dejando su saco en el perchero.Su mirada recorrió la habitación, notó que un par de cosas estaban fuera de lugar. En su casa, todo tenía su lugar específico y nunca dejaba los objetos que utilizaba fuera de su punto predestinado.Una silueta extraña cruzó por entre la cocina logrando espantar a este no tan medroso sujeto.—¿Quién anda ahí? —preguntó acercándose a encender la luz de aquella sección, cuando
En cuanto a Astoria, bueno, ella disfrutaba su corto descanso terminando una maratón de películas sin siquiera darse por enterada. Sus ojos se cerraron justo después de que iniciaran los créditos de la película.Los rayos de sol estaban colándose por la ventana y las aves habían comenzado a entonar sus alegres melodías, las cuales Astoria amaba escuchar, pero sus párpados tenían más poder sobre ella en ese momento.Cerca del medio día el timbre de casa comenzó a sonar sin mostrar señales de detenerse. Parte de Astoria era consciente de que alguien llamaba a la puerta y la otra quería hacerse la desentendida para continuar durmiendo, cosa que hizo sin ningún problema.Sus fuerzas habían sido restablecidas una vez más y por fin se decidió a salir de su cama, su cabello estaba totalmente desaliñado y sus ojeras podrían
—Sí, ha pasado mucho tiempo. Veo que le ha ido muy bien —expuso con formalidad, aclarando su garganta.En todo ese tiempo imaginó que sus caminos nunca volverían a encontrarse. Esa era la razón por la que ella, de manera inconsciente, estaba obsesionada con el trabajo, no pensó que ese mismo fuera el que la llevara de regreso a su encuentro.»Dean me asignó para ser su guardaespaldas personal. Aquí hay dos copias de posibles acuerdos a los que podamos llegar, estoy aquí para responder cada una de sus dudas— comentó extendiendo el portafolio en el que los llevaba.—¿Guardaespaldas? —preguntó extrañado.No era la chica que había dejado atrás
—No, no, nada, ni una sola pregunta, todo está perfectamente —soltó casi en una sola línea.Ahora está más que claro: ella no era la misma mujer con la que contrajo matrimonio años atrás. Algo cambió en su interior, ni siquiera tenía idea de qué cosa podría haber sido. Ya no solo deseaba tenerla a su lado las veinticuatro horas del día, sino descubrir qué fue la que la volvió quien era.—Lo dejaré pasar, aunque no suene muy convencido —se aseguró de que la muchacha se hubiera marchado del departamento—. Parece que no volverá en un largo tiempo, eso me lleva a cuestionarme: ¿qué acabó de pasar?Debía admitirlo, era la primera vez que veí
—La misma que calza y viste. Ha pasado mucho tiempo, Erika. Me sorprende que sigas luciendo tan… —La mira de pies a cabeza—. Tan tú.—Me gustaría decir lo mismo de ti, pero luces muy diferente a la Astoria que vi por última vez en casa de Marcus. No pareces tan…—¿Demacrada? —Sonrió—. Es una suerte que no lo parezca más, y… —mira a Marcus—, no vayas a malinterpretar las cosas, es solo una relación laboral, tienes el camino despejado para que sigas intentando eso que haces.—¿Qué estoy haciendo? —rio fingiendo desentendimiento.—Intentar reemplazarme. No creas que pasa desapercibido la clase de perfume que usas, ni la