Sus manos estaban entrelazadas mientras se adentraban al auto que los llevaría a su nueva casa. Eran oficialmente marido y mujer, era su sueño hecho realidad. Desde que se conocieron, Astoria sabía que sería su esposo y padre de sus hijos.
Con cada segundo que pasaba, se sentía la mujer más afortunada del universo, su corazón latía con fuerza al sentir la emoción de su noche de bodas. La mirada que Marcus tenía podría asustar a cualquiera, menos a su esposa, a la mujer que podía ver bondad a través de ese caparazón de hielo.
Sabía que se comportaba así por todo el daño que recibió cuando era un niño.
Llegaron a casa, sus ojos se posaron sobre él, le dedicó una nueva sonrisa al ser llevada de la mano a la segunda planta de la casa. Una parte de ella sentía que todo estaba yendo de maravilla, como si fuera un cuento de hadas.
—Esta será tu habitación a partir de ahora, Astoria —afirmó al dejar la maleta de su esposa justo al frente de la puerta.
La sonrisa que llevaba se esfumó por completo. No comprendía a qué se debía ese comportamiento por parte de su esposo, ¿no se suponía que dormirían al lado del otro como un matrimonio normal?
»¿Por qué me miras de esa manera? Ya obtuviste lo que querías, mis padres me obligaron a casarme contigo —sentenció con un tinte de rencor en su voz.
—¿Te… obligaron? —Su voz se entrecortó.
—No te hagas la inocente, sé bien la clase de mujer que eres, además de ser una malcriada. Solo debes llorar por lo que quieres y tus padres correrían a conseguir por ti, ¿no es así?
Astoria enmudeció, no había nada que añadir. Sus padres siempre se esforzaron por darle lo mejor, pero no significaba que su matrimonio fue forzado por su culpa; era un lazo que ambos padres tenían.
Si bien ella sí se enamoró de su ahora esposo, nunca buscó hacer que todo eso fuera una carga u obligación para Marcus. Se esforzó por enamorarlo, para demostrarle lo especial que era para ella; sin embargo, todo fue un completo desastre, nada valió la pena.
»Eres mi esposa en el papel, eso no significa que debas tener alguna clase de cuidado conmigo, no importa qué suceda, no tienes nada que ver en mis asuntos. —Sus palabras eran frías, pero ella lo sabía, ahora lo hacía, no era más que un mero compromiso.
Asintió sin verlo a los ojos, aquellos que se llenaron de lágrimas. Astoria pasó gran parte de su vida tratando de impresionarlo, lo llenó de obsequios. Ahora no dudaba de que cada uno de ellos terminara en la basura.
»Te encargarás de tu vida, y yo me encargaré de la mía. Somos esposos en un papel, pero eso no significa que seremos marido y mujer, no significa que te respetaré, porque no serás nada para mí.
Astoria asintió una vez más, tomó su maleta y sin escuchar lo otro que Marcus le decía, se adentró a su nueva prisión y cerró la puerta con fuerza. Sus pasos se arrastraron al tocador, lugar en el que vio su estado miserable.
—Es solo por hoy, es el calor del momento —se dijo con una sonrisa rota.
Trató de convencerse de que eso pasaría, que era solo una época difícil, que si seguía cuidando de Marcus, todo eso se le olvidaría y él comenzaría a verla con ojos de amor, la vería como era en realidad.
Durante los siguientes meses, Astoria hizo más que lo posible para que su esposo se fijara en ella; sin embargo, nada de esto parecía tener un buen efecto en él. Cada vez llegaba más y más tarde a casa, la ignoraba cuando estaban en la misma habitación, cocinaba su propia comida, dejando las preparaciones de su esposa a un lado.
Le tomó demasiado tiempo a Astoria comprender lo que en verdad ese hombre le dijo desde el inicio. No eran nada.
Le costó lágrimas, noches en vela, lamentando el no poder atraer a su esposo, para que a fin de cuentas supiera que ella no era el problema, sino él.
Dejó atrás a la Astoria que no se veía sin su esposo, esa que necesitaba a su marido inexistente para poder sentirse ella misma. Hasta ahora no había llegado a ser solamente Astoria, sino que era Marcus en su vida, y luego ella misma.
Su deseo de ser amada la condenó a un matrimonio infeliz del que debía escapar.
Se enfocó en sus propios planes, en las cosas que quería lograr en la vida, metas por alcanzar, destinos por conocer. Desde ese día, la vieja Astoria quedó sepultada en un campo de flores marchitas, junto con el amor que quizá le tuvo a su marido.
—Mira, quién está ahí —dijo su amiga, señalando a una de las esquinas de ese bar.
La mirada de Astoria se dirigió a ese punto, donde notó una figura familiar. La comisura de sus labios se elevó un poco, revelando una pequeña sonrisa. Era uno de sus viejos amigos, esos que no se veían desde hace tiempo, pero siempre tendrían un lugar especial para ellos en su corazón.
—Es Dimitri —aclaró—, nos conocimos hace unos años en la universidad —Bebió un sorbo— ¿debería ir a saludar?
—Es guapo, deberías presentarlo algún día —pidió mientras se tambaleaba un poco.
Un suspiro mezclado con una diminuta sonrisa fue suficiente respuesta por parte de Astoria. Dejó su vaso a un lado y caminó en su dirección, su visión se estaba poniendo borrosa a causa del alcohol que corría por sus venas.
No se habituó a beber de esa manera, solo sería por esa noche, o noches.
Antes de que llegara a la zona VIP dónde se encontraba su amigo, sus pies se enredaron con ellos mismos haciendo que estuviera a punto de caer. Sintió la calidez de unos brazos que la rodeaban con fuerza para evitar que su rostro impactara con la mesa que estaba justo en frente de ella.
—Gracias, guapo —Hipó.
Estaba fuera de sus sentidos. Astoria en ese momento no era Astoria, era… una versión defectuosa de ella misma.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Marcus con desagrado. No podía creer que su esposa estuviera en un sitio de esos— así que esta es la razón por la que me has estado evitando, ¿no?
Por más que intentó obtener una respuesta de ella, solo recibió un par de piropos bastante malos. Observó en la dirección a la que ella se dirigía, claramente notó que iría al lado de Dimitri, ese hombre que siempre le cayó al hígado.
»¿A dónde crees que vas, Astoria? —se apresuró a estar a su lado, al ver cómo se tambaleaba.
—A cualquier lugar, dónde no estés tú.
—Das un paso más y lo nuestro se acaba aquí, no puedo ser el esposo de una borracha —intentó chantajearla como muchas veces llegó a hacerlo.
—Adelante, hazlo. Así podré ser libre otra vez. ¡¿Acaso no dijiste que no tenía nada que ver contigo?! —La atención de todos fue llevada a su dirección.
—Baja la voz, por favor. Nos están viendo —Se enrojeció a causa de la vergüenza y el licor.
—¡No! No sé quién eres, así que regresa por dónde viniste. Yo solo voy a divertirme un poco con el hombre de allá —Señaló a Dimitri.
—Ni un paso más o… —Ella lo ignoró— ¡Astoria! —No le hizo caso, así que la cargó en su hombro y la llevó a su auto, sin importar sus gritos, golpes y las miradas de todos.
—¡¿Estás loco?! ¡Bájame! —Siguió pataleando con fuerza.Finalmente, Marcus logró controlarla un poco, le puso el cinturón de seguridad. Se encontraba sorprendido por la actitud de su esposa, pensó que el responsable de ese comportamiento fue el alcohol; sin embargo, no bebió demasiado para terminar de esa manera.—¡Tú eres la que enloqueció! ¿Por qué razón MI esposa está en un bar junto con extraños? —Estaba enfurecido, no solo porque ella estuviera en un lugar de esa clase, sino porque lo había estado ignorando las últimas semanas.No lograba soportar que la mujer que estuvo detrás de él desde siempre, de la noche a la mañana, lo tratara como si fuera un completo extraño. No se podía explicar a sí mismo la razón de su molestia, se suponía que solo era su esposa en el papel.¿Y ahora se encontraba haciendo una escena de celos?—No soy tu esposa, Marcus. No soy nada para ti, así que encárgate de tus asuntos, yo me encargaré de los míos. —Su voz era firme, no daría el brazo a torcer.—¿
Los días pasaron sin que Marcus obtuviera alguna señal de Astoria, no sabía si se encontraba bien o si decidió regresar al lado de sus padres. La casa se sentía completamente vacía sin ella dentro; regresar era una verdadera pesadilla al saber que su esposa no estaría cuando volviera, con esa sonrisa de la que se enamoró.Se armó de valor, hizo lo que tanto deseó hacer durante todos esos días: llamar a sus suegros.La idea de hacerlo le revolvía el estómago a causa de los nervios. Ellos amaban a su hija, harían lo que fuera por ella, incluso, forzarlo a firmar un divorcio que la haría finalmente libre de él. Pero no quería eso, quería a Astoria a su lado.Mientras hablaba con ellos se percató de que no sabían nada de ella que le fuera útil, ni siquiera que pasó casi una semana desde que no regresó a casa. Su mayor miedo comenzó a hacerse palpable. ¿Le sucedió algo?—¿Tienes noticias de Astoria? —indagó Erika en un susurro, sentándose en el sofá.—No hay nada de ella —se giró para tene
La sonrisa se esfumó de su rostro, su corazón se detuvo por unos instantes. ¿Escuchó bien? ¿Su bebé ya no estaba? Podría oírse a la perfección el sonido de su corazón rompiéndose, dividiéndose en miles de pedacitos, pulverizándose.—¿A qué te refieres, Astoria? —Se atrevió a preguntar luego de unos segundos.Se mantenía aún tan distante, tan fría que no parecía ser ella misma, sino una copia barata sin ningún tipo de emociones. El desespero comenzó a crecer en el interior de Marcus. Su esposa no le estaba dando ninguna respuesta, no parecía siquiera que todo eso le importara o le hubiera afectado.»Por favor, respóndeme, necesito saberlo. Merezco saber qué pasó con mi hijo —habló con desespero.Sus palabras eran más una súplica que cualquier otra cosa.—Ya no existe —murmuró con una aparente indiferencia.—Astoria… ¿Qué hiciste? ¿Qué hiciste con nuestro hijo? —Ella enmudeció—. Dime que es una broma, hazlo, por favor. Dime que fue simplemente un error, una broma de mal gusto, y que vam
Seis años despuésLos flashes de las cámaras enceguecían a Marcus, tanto que le impedían observar el camino que tomaba.A su lado y como una especie de garrapata, estaba su asistente, aquella chica que no desaprovecharía en lo más mínimo la oportunidad de acercarse a este aclamado empresario. Le daba curiosidad su pasado, ese que lo transformó en ese sujeto frío y calculador.Los medios deseaban conocer la clave del éxito detrás de Marcus; su respuesta era simple: Trabajo duro. Él no permitía fallas y deseaba que todo saliera cada vez mejor. El último mes había despedido a quince de sus empleados y llegar tarde no era una opción.«Detrás de cada persona exitosa, se encuentra alguien que lo impulsa hacia delante», era aquello que siempre y sin excepción escuchaba en las entrevistas.¿Cómo podría decirles que la única razón que tenía era querer mantener su mente ocupada? Por supuesto, no lo haría, porque ni él mismo conocía su condición.•••En un lugar distante, los gritos llenos de fu
Marcus regresó a su departamento, sin saber que le esperarían un par de sorpresas, pues algunas muchachas habían dejado detalles para él, junto con numerosas cartas que, al igual que las anteriores no leería.«¿Por qué estas estudiantes actúan de esta forma tan infantil? Deberían enviaré esto a alguna estrella de cine o cantante ¿Por qué se lo enviarían a un empresario?», se preguntaba constantemente mientras tomaba estas entre sus manos y entraba a su hogar para dejarlas junto al otro montón.—Si yo hubiese querido recibir tanta atención, me hubiera convertido en cantante —susurró dejando su saco en el perchero.Su mirada recorrió la habitación, notó que un par de cosas estaban fuera de lugar. En su casa, todo tenía su lugar específico y nunca dejaba los objetos que utilizaba fuera de su punto predestinado.Una silueta extraña cruzó por entre la cocina logrando espantar a este no tan medroso sujeto.—¿Quién anda ahí? —preguntó acercándose a encender la luz de aquella sección, cuando
En cuanto a Astoria, bueno, ella disfrutaba su corto descanso terminando una maratón de películas sin siquiera darse por enterada. Sus ojos se cerraron justo después de que iniciaran los créditos de la película.Los rayos de sol estaban colándose por la ventana y las aves habían comenzado a entonar sus alegres melodías, las cuales Astoria amaba escuchar, pero sus párpados tenían más poder sobre ella en ese momento.Cerca del medio día el timbre de casa comenzó a sonar sin mostrar señales de detenerse. Parte de Astoria era consciente de que alguien llamaba a la puerta y la otra quería hacerse la desentendida para continuar durmiendo, cosa que hizo sin ningún problema.Sus fuerzas habían sido restablecidas una vez más y por fin se decidió a salir de su cama, su cabello estaba totalmente desaliñado y sus ojeras podrían
—Sí, ha pasado mucho tiempo. Veo que le ha ido muy bien —expuso con formalidad, aclarando su garganta.En todo ese tiempo imaginó que sus caminos nunca volverían a encontrarse. Esa era la razón por la que ella, de manera inconsciente, estaba obsesionada con el trabajo, no pensó que ese mismo fuera el que la llevara de regreso a su encuentro.»Dean me asignó para ser su guardaespaldas personal. Aquí hay dos copias de posibles acuerdos a los que podamos llegar, estoy aquí para responder cada una de sus dudas— comentó extendiendo el portafolio en el que los llevaba.—¿Guardaespaldas? —preguntó extrañado.No era la chica que había dejado atrás
—No, no, nada, ni una sola pregunta, todo está perfectamente —soltó casi en una sola línea.Ahora está más que claro: ella no era la misma mujer con la que contrajo matrimonio años atrás. Algo cambió en su interior, ni siquiera tenía idea de qué cosa podría haber sido. Ya no solo deseaba tenerla a su lado las veinticuatro horas del día, sino descubrir qué fue la que la volvió quien era.—Lo dejaré pasar, aunque no suene muy convencido —se aseguró de que la muchacha se hubiera marchado del departamento—. Parece que no volverá en un largo tiempo, eso me lleva a cuestionarme: ¿qué acabó de pasar?Debía admitirlo, era la primera vez que veí