Señora Salomón

Samuel de verdad quería que sus problemas fueran los de un adolescente común, sin embargo no lo eran y no estaba listo para decepcionar a su papá. No quería que su padre le viese decepcionado como si hubiese arruinado su vida, lo cual en alguna forma era cierto, había arruinado la vida de alguien más y sobre todo la idea de paternidad responsable que Alonso tenía para sí mismo. 

—No puedo contarte papá.

—Hijo, necesitas ayuda. —Reconoció Alonso. —Puedo llamar a Alice, Emma, ellas conocen gente. Podemos volar a otro país y conseguir los mejores psicólogos y terapeutas para que dejes las drogas. Tú tienes que querer. 

—Lo sé.

—Lo sabes—Afirmó. —Tú eres mi heredero, mi Salomón sucesor. Esos otros, uno no deja de leer, el otro está en ciencia y no me dejes hablar de Charlie, es tan parecido a papá que a veces quiero pegarle ¿Medicina?—El joven suspiró. — ¿Quién quiere medicina desde los dos años, Franco y leyes, y no me hagas hablar de tu hermano cuyo nombre no diré, el militar?

—Es un cabrón. ¿Quién putas nos hace eso? Después de todo lo que hemos pasado. Todo lo que hemos perdido. Si quiere morirse, yo le puedo matar.

—Voy por una botella de vino, tú sí que me entiendes —respondió Alonso y su hijo pensó que era un chiste de los de su papá.

Alonso mandó un mensaje a sus tíos, sabía que Alejandro dormía poco y respondió encantado. Emma también, así que al menos tenía una solución a sus múltiples problemas. Volvió con la botella y dos copas, su hijo se rio y Alonso dijo:

—Extraño a tu mamá, extraño todo de ella, la odio un poco porque ustedes serán 100 % más felices sin mí, seguro tendrían otros dos hermanos y un padrastro, pero, serían felices, como nadie y me extrañarían, pero como al gato que perdieron —Samuel rio.

—La querías demasiado. Mamá quería esto, los siete hijos infelices, porque tenemos tus genes de m****a y además, los malos humores, carreras raras y sueños casi imposibles que solo tu dinero nos puede comprar.—Alonso sonrió. — Definitivamente, hubiese odiado a esta versión de ti papá, el hombre triste, desaseado, el que dejó de vivir porque perdió al amor de su vida.

—¿Cuándo cumpliste cuarenta?

—¿Sabes qué me decía el abuelo Pablo?

—Tomabas consejos de tu abuelo —dijo y los dos rieron.

—Hay dos amores, el amor de tu vida que probablemente sea un mujerón y te enloquezca y el amor para tu vida que es el que te sana de lo que aquella dejó.

—Spoiler alert, tu abuelo era un infiel patológico.

—Bueno, pero algo debe saber, se casó cuatro veces.

Alonso le dio un abrazo a su hijo y le acercó a su pecho. Prometió que estarían bien. El bienestar estaba flotando también en la casa de Lucrecia, había conseguido un trabajo y le emocionaba tantísimo, era la más feliz. 

Solo estaba un poco preocupada por como decirle a Alonso que era Lucrecia y que no quería quitarle la empresa, pero, nada, normal. 

Su hija le vio cocinar y sonrió, su mamá sacó un pastel de papá del horno mientras bailaba. Se giró y le vio antes de acercarse a ella con un ritmo latino increíble, Priscila se unió al baile.

Disfrutaba muchísimo de aquello, su mamá y ella había tomado clases de baile desde hace años y era lo que mejor hacían juntas, eran los días en que su mamá pasaba de ser su mamá a su mejor amiga.

—Mamá.

—Amor mío—Dijo mientras le giraba.

—Mami, creo que quiero ir al colegio.

—Al cole y levantarte temprano, pero, tenemos un tutor guapísimo, ehh. —Las dos rieron, Lucrecia le tomó de las mejillas. —Investigaré, totalmente y dame al fin de semana para que podamos valorar y visitar, iremos vestidas de saco y corbata, muy elegantes y serias. ¿Sabes? Lo que leí, que ese saco rosado precioso que compré es muy similar al que usan las reinas, necesitas uno—dijo con una sonrisa. —Yo iré por la vida como reina y tú como princesa. 

—Claro.

—Claro, pero lo visualicé, con unas flores bordadas—Respondió y su hija rio y le llenó de besos.

Las dos fueron a cenar mientras Lucrecia parloteaba  sobre su nuevo trabajo y su hija sobre los museos y preciosas bibliotecas de Mainvillage.

—Mamá, fui al Starbucks y aquí es más clase, no sé, es perfecto divino, wow. Amo Mainvillage, entiendes eso, me gusta el clima, mira mi pelo, me gusta la brisa, el sol y los edificios tan ordenados, alguien con TOC diseñó este lugar.

—Oficialmente amamos este lugar—las dos gritaron.

Priscila lavó los platos y fue a sacar el helado para ver una peli con su mamá. Lucrecia se sentó en el sofá, le dio una ojeada a su correo, había pedido un informe completo de Alonso y quizá uno de todos sus amigos, cosas que pasan, su hija regresó con el helado y ella sonrió cuando puso su programa favorito, se concentró en ello.

Lucrecia siempre había creído que su don era dar luz y viendo a su hija reír como loca mientras compartían una frazada acompañada por una cantidad indecente de helado. Ella se dio cuenta de que Alonso definitivamente le necesitaba más de lo que creía. Él necesitaba darle un cambio a su vida, llenarse de alegría, reírse, confiar y disfrutar un poco. Ella lo hacía con tanta facilidad de eso.

Al día siguiente se vistió preciosa, con el cabello en un moño y unas florecillas, entre el buen, se miró orgullosa por el resultado, le encantaba el colorete y Priscila sí que tenía razón Mainvillage es precioso.

Fue caminando al trabajo y se encontró con una floristería, la sonrisa se le escapó y compró unos ramos para su espacio y pensó que el de Alonso le gustaría demasiado. Cuando llegó Olivia estaba sentada en su puesto sonriente comiendo lo que parecía un burrito. Ella sonrió y le dio el ramo.

—¿Ese es para Alonso? —preguntó Olivia.

—Sí, para que me odie menos —Respondió con una sonrisa y Olivia sonrió.

—Hoy llega tarde. Tenemos una reunión de equipo.

—Bien. —Olivia.

Ella pidió una orden enorme de Starbucks para ocho, por si alguien quería extra o se unía,  se sentó con un cuaderno a ver y escuchar, de verdad quería aprender.

Solo por si Alonso le hacía un cuestionario o un examen.

—Perdón, tengo una vida Carrick.

—Sí—Dijo el joven y fue directo a besarle y magrearle el culo, Sebastian y Olivia se aclararon la voz.

—¿Ustedes son humanos? ¿Qué comen? Ver porno suya es divina —Dijo Lucrecia. —No necesitan director, están buenísimos

Sebastian rio.

—¿Siempre dices lo que piensas?—preguntó el rubio. 

—Siempre, ahora tengo TDAH y un poquito de dislexia—Dijo mientras hacía los dedos juntos—Alonso me va a despedir así que qué vuélvela a besar —Julianne rio. 

—Cuando te despida le demandamos. Tienes una condición, nada más hay que hacer el mejor esfuerzo porque lo disfrutes. 

—Orden de Starbucks—Dijo el repartidor.

—Tengo un té Chai —Le ofreció Lucrecia y vio a Julianne.

—Yo quiero uno negro, lo necesito. —dijo Julianne.

—Jul, tú no vives con un hombre que te acaba de magrear.

—Mira, yo no tengo fuerzas. Acabo de ir a una presentación de Santi como su persona especial y ha dicho las cosas más lindas mientras usaba fotos mías en una cosas e hizo un video en el que grito casi por todo—La mujer le dio un sorbo a su café y al de Carrick. —Soy una mamámastra—Todos rieron.

—Quiero tanto un perrito—Dijo.

—Luly, Priscila o nueva secretaria, no puedes comprar cosas caras y Starbucks porque se te va el salario.

—Sebastian tengo mucho dinero y no sé que hacer con él, pero el perro es un hecho. Mira, tú te ves inteligente —Le dio su celular, puedes decirme si esto me alcanza para la vida o tengo que empezar a comer desayuno en mi casa, este es mi favorito —Respondió mientras probaba su sándwich—Otra cosa, necesito decirle a Alonso que soy Lucrecia Salomón.

—Su contrincante—dijo Carrick.

—No, dame los papeles y le devuelvo esto. A ver—mordió el croissant —Mi esposo estaba enamorado de Mainvillage o la idea, pero, le daba miedo, luego, estaba mi hija triste queriendo vivir aquí. No recuerdo si fui la de la idea, quiero decir, somos muy ricas, y ella bueno, va a tener una buena vida y es inteligente. No tenemos familia y pensé: ¿Qué tal un trabajo? ¿Conocer al otro Salomón? ¿Qué bien vivir en Mainvillage?

—Eres millonaria —respondió Sebastian.

—Algo así me dijeron—Carrick le vio divertida y le quitó el celular a Sebastian.

— ¿Qué hacen? ¿Venden drogas?—preguntó Cash.

—No, mi esposo vendía la materia prima—todos rieron. —No sé —dijo y rio. —Yo siempre tengo dinero. Bienes raíces, eso era lo que hacía tenemos propiedades que luego vendemos y compramos otras más caras. Y empobrecemos gente. ¡Ahh! ¿Podemos devolverles algo?

—No, así no funciona. No eres rica devolviendo, eres rica dando trabajo y agradeciendo a Dios. —Olivia elevó una ceja ante el discurso de su esposo que básicamente cree en la esclavitud.— Creo que tienes que tener un papá—Dijo y se señaló el pecho. —Vendrás el viernes a mi oficina y hablaremos de tus negocios y de cómo ser económicamente responsable. Ahora cóbranos los cafés.

Lucrecia miró a todos en la mesa, finalmente se giró hacia Sebastian y negó con la cabeza. No le gustaba quitarle a los demás, para nada y con las pocas horas que llevaban juntos les había tomado mucho cariño, en especial a Sebastian que es muy amargado por dentro y por fuera, pero también es muy amable con la gente a su alrededor. 

—No, son mis nuevos amigos. Comamos y trabajemos no quiero que me grite Alonso.

Sus hijos querían exactamente lo mismo. 

Su papá era permisivo, amoroso, consentidor y mentía como ningún otro papá cuando no querían ir a clase. Como una  vez que les “dio Varicela a todos” y fingió ser antivacunas, pero en realidad querían ver todas las películas de Star Wars. Cuando se volvía loco y les castigaba todos sentían que el mundo se acababa debajo de sus pies. Alonso gritaba, decía cosas fuertes desde el fondo de su corazón y luego desaparecía.

Franco vi a su tía Emma y a su papá conversar en la oficina, todos vieron entrar a Alejandro y Sofía y corrieron a abrazarles, sus tíos solo visitaban cuando su papá iba a irse por mucho tiempo, así que los más pequeños se sintieron traicionados.

—Familia —Dijo Alonso, vestido con una camisa negra y un pantalón roto, fue a besar la mejilla de su tía y darle un abrazo a su tío.

—Papá necesita tomarse unos días. Como todos aparentan saber, estoy deprimido y agotado, pero no soy el único, ustedes también.

—¿Qué estamos enfermos?—preguntó el menor. —La depresión no es contagiosa. 

—No como un virus pero sí ambientalmente, o sea, tu papá y tus hermanos están deprimidos y el ambiente en el que vives deja de ser saludable por ende es muy probable que lo estés, pero no lo manifiestes como los demás —explicó Emma. 

—No es contagios —resumió Alonso. — Hijo, nosotros tenemos que sanar el no tener a mamá, la amamos mucho, pero, necesitamos aprender a vivir de verdad sin ella.

—Papá, qué tú estés mal no quiere decir que todos estamos mal —respondió Pablo. —Perdón tía Emma, pero, yo ya lo superé. 

—Gracias por el tip, pero mi hijo se ha enlistado y mi otro hijo usa drogas entonces no soy el único que está mal—respondió. —Además del hipersexual ahí, y tú, no voy a empezar en público —Emma rio.

—La privacidad no existe, vamos a trabajar durante seis maravillosas semanas en terapia individual, y grupal, Papá va a ir a un retiro aparte,  al igual que Samuel, eso si quieres dejar las drogas y estar sobrio. Y tú, conozco al General Powell, si quieres matarte hay un cuchillo por ahí, si quieres ir a la guerra tienes que pasar cinco evaluaciones psicológicas, hechas por mí. Tus hermanos ya perdieron a su mamá, Franco. No necesitan perder a su hermano—Emma les miró.— Samuel, tienes al medio día para darme tu decisión. 

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