Fácil todavía no era. Simplemente porque Alonso no sabía como comportarse menos mal humorado en frente de Lucrecia, había días en los que pasaba secretamente odiándole porque todo lo había reestructurado y le gustaban las formas a su manera. Otras veces pensaba que ella estaba desperdiciándose en una oficina de secretaria porque su habilidad se salían del puesto de secretaria por mucho.
A pesar de ello, Alonso y Lucrecia se estaban llevando bien, después de un par de meses trabajando juntos y lograr el equilibrio, estaban haciéndolo muy bien; Alonso estaba yendo a terapia del control de la ira como recomendación familiar y por último eres un mejor jefe. Estaba en una reunión de personal en la cual la mayoría de jefes estaban contentos porque sus secretarias parecían más motivadas, él vio a Lucrecia la cual era increíble por sí sola, estaba tomando el curso con las demás y parecía disfrutar demasiado a de su trabajo.
Lucrecia se alejó de él y le dio una sonrisa. La joven reconoció en un susurro que ser viuda no era fácil cuando sentías que te había quedado tanto sin decir, sin perdonar o tanto amor que expresar. Alonso sabía una cosa o dos sobre eso, asintió,le miró a los ojos y le tomó de la mano. —El domingo sigo libre—Dijo Alonso. — Así que si quieres ir a beber o si quieres ir a conocer algún lugar inapropiado de la ciudad, ejemplo la playa o montaña puedes llamar. —Gracias, estaré mejor cuando pase y Pri vuelve, me tomaré una botella de vino. —Seguro. Si no te sientes bien el lunes puedes faltar eh… —Gracias, pero creo que voy a hacer ahí, tienes la junta con los proveedores de materiales y los ingenieros. —Cierto. Fue un fin de semana atípico, si bien no había abierto la botella de vino, tampoco había tenido el valor de llamar a Alonso, puesto que, había soñado con su jefe más de una vez en el fin de semana.
Priscila estaba preparando el desayuno para su mamá el día siguiente, Lucrecia se acercó y le llenó de besos las mejillas. Apagó el fuego y la acercó a un banquillo. Le tomó de las mejillas y le dio un último beso antes de mirarle a los ojos. —Te amo, peque. —Te amo, pero los huevos… —Mi amor, leí un pedacito de esa carta. Sé que papá tuvo muchos días malos—Reconoció. —Priscila, tu papá te amaba, muchísimo. Ahora, si hay algo que necesites perdonarle, sanar, hablar y no te sientas cómoda haciendo conmigo podemos ir con un terapeuta. Un psicólogo, tal vez. —Estoy bien —Respondió. —¿Estás bien o quieres que yo piense eso? —Estoy bien. Ni necesito hablar con nadie. Solo… papá estaba enfermo y fue un gilipollas, puedes aceptarlo. Lucrecia miró a la pared y asintió. —Fue un gilipollas. —Gracias ¿podemos desayunar? La mujer asintió y tomó asiento. En la casa de los Pieth, todos observaban a su papá el cual hab
Después de que Lucrecia le diera una rápida repasada a la maravillosa vista de la ciudad, Alonso se sentó para sacar la comida de las bolsas. La vio seriamente y dijo: —Ok, no le puedes contar a nadie que comimos en Rico´s. ¿Puedes fingir que es tu descubrimiento?—empezó a sacar las cosas. La verdad es que le gustaba muchísimo el restaurante, tanto como para llegar a la conclusión de que en su tiempo de jubilación podía dedicar su vida a hacer cosas parecidas. Comidas llenas de queso, fritas y bebidas con cantidades inexcusables de azúcar, era perfecto, lo único malo era que también es el restaurante favorito de su padre en toda la ciudad y odiaba que tuviesen tantas cosas en común. —¿Estas son quesadillas de solo queso? —preguntó encantada —Son mis favoritas. —En serio, las mías iguales, quesadillas no frijoladas ni aguacate, ni ensalada, queso. —Gracias, vivimos en México y soy alérgica a los frijoles, lo odié todo el tiempo.
La semana siguiente había sido mejor, Alonso había regresado de un exitoso viaje de negocios, solo había estado fuera unos tres días, pero se veía contento y para aprovechar la energía Lucrecia quería hacer algo para motivarle y después de mucho pensar y terminar de hacer su trabajo. Pensó que era momento de aprovechar que Alonso estaba ocupado para hacer un trabajo de decoración de interiores. Lucrecia aprovechó su hora del almuerzo para comprar un marco y decorar la pared de Alonso con fotos de sus hijos él había elogiado la pared de su casa con fotos de Pri y ella en todos los paraísos que había conocido poner una foto de su hija en su escritorio. Alonso había iniciado el día diciendo que no habría cambios de oficina ni despidos, solo tendrían que trabajar un poco en la logística. La joven tomó algunos marcos extra para sorprender a su jefe, fue por el almuerzo de Alonso el cual estaba en una reunión telefónica
Alonso y su secretaria fueron recibidos por un equipo de trauma, estaba liderado por su primo Arturo el cual vio a la mujer y a su primo. —¿Qué pasó? —Se cayó la pared y ella la recibió con la frente, se quedó esperando que la sostuviera. —Si no le regañaras mucho estaría bien. —Arturo vio a su paciente. — Lucrecia, ¿te acuerdas de mí? Soy Arturo y voy a atenderte —La mujer vomitó y Arturo le apuró al interior junto a su equipo. Mientras atendían a Lucrecia y le hacían exámenes para verificar que no tuviese hemorragias ni hematomas cerebrales. Estaba bien, el joven fue a la sala de espera en la cual estaba su primo con sus mejores amigos y vio en el rincón a su novia, sentada, con una sonrisa en el rostro cuando se acercó. Arturo corrió y le dio un abrazo a su novia todos en la sala se le quedaron mirando. —Buenas, doctor Pieth. —Asesinaste a tu empleada—Dijo en el momento en el cual Mily, Isa, Sergio, Bash y Priscila entraban.
Alonso acondicionó su cuarto de visitas para Lucrecia, pensó que era mejor darle el suyo, pero eso era como aceptar la culpa de algo que no había hecho, acomodó otro cuarto para Priscila y fue por la joven con sus cosas. —Puedo cuidar de mi mamá, súper bien. —Sí, pero, básicamente fue un accidente laboral/familiar. —¿Tratas así a todos tus empleados? —No, pero he dormido en la misma cama que toda mi familia—Dijo y la joven le miró seria intentando ocultar su diversión. Los dos fueron hacia el hospital, Alonso pasó por unas rosas rosadas y se las dio a Lucrecia. Ella sonrió ante el detalle, estaba encantada. —Las rosas de la paz—dijo cuando se las dio. —Para qué vivir en gris cuando existe el rosado —Replicó Alonso de buen humor. La mujer le dio un beso grande a su hija la cual le miró preocupada por el vendaje en la cabeza. Lucrecia le obligó. Verle a los ojos. —Estoy mejor que cuando entré. —¿Ahh, t
Aquella noche Lucrecia se fue a dormir con las palabras de Alonso y sus amigos, tenía una imagen que denotaba cierta inmadurez; pelo rosado, no usaba vestidos sexis como los de Olivia o Julianne y no era una adulta, no la que él quería. Al día siguiente lo primero que hizo fue verse en el espejo. ¿Qué quieres de la vida? Priscila entró a la habitación de su mamá y le vio mirándose en el espejo muy concentrado. La joven se acercó con la tasa de té, le dio un beso a su mamá en la mejilla y le preguntó: —¿Te ha salido una innombrable? Lucrecia sonrió. Si había hecho algo bien era enseñarle a esa niña a no invocar canas ni arrugas, le miró divertida y negó con al cabeza. —Dios bendiga mi genética. No, no me ha salido una de esas perras. Hija, el secreto es comer sano, tomar mucha agua y usar ácido hialurónico. Priscila tomó el spray y se lo aplicó a su mamá en el rostro, la mujer usó las puntas de sus dedos en para es
Mientras los niños desayunaban en un ambiente tranquilo y divertido porque adoraban tener una hermana, o así habían adoptado a Priscila, Lucrecia estaba nerviosa por tener que pasar todo el día con Alonso. Una cosa es la química que sintió en la salida al cine o cuando fueron al mirador, pero otra era toquetearse, más desnudos que vestidos. Dejó la conversación con Lucrecia para más tarde, sin embargo, tenía muy presente que ella necesitaría un buen equipo legal y por eso puso un mensaje de inmediato a su prima y a Nathaniel. Necesitaría toda la ayuda que se le pudiese dar, pero, Lucrecia le evadió durante todo el día. Primero se escapó para ir sola al médico en un auto que condujo sola, luego regresó y se durmió profundamente y cuando volvió a despertar sus amigos estaban ahí al igual que su hermano y no quería que Lucrecia se sintiera mala por su situación. Durante el día había recibido tanta información sobre Pamela Soto que era increíble. Era la madre de Héct