Todos se quedaron en silencio, hasta que finalmente Alonso se puso en pie y comenzó a abrazar a sus hijos y despedirse. Prometió que cenarían juntos antes de que se fuera. Condujo hacia la compañía y se encontró con sus amigos bailando salsa, Carrick tenía de un lado a Olivia y el otro a Julianne, mientras su nueva secretaria le mostraba unos movimientos de cadera a Sebastian.
—¿Interrumpo?
—¡No, hombre! Ven, te voy enseñando a mover las caderas —Alonso se quedó serio viéndoles y apagó la música,
—Me voy dos meses, tomaré, seis semanas de terapia y si mi hijo acepta le acosaré. No dejen que Franco se escape, están a cargo, si la viuda perra decide aparecer la matan por mí, —Se dirigió hacia Lucrecia. — Por último, eres divertidísima: pero no salsa, ni flores raras, el Starbucks pareció estar bueno y aprende bien con Olivia porque te necesito en mejor juego cuando vuelva. No sé, cuáles son las intenciones de esa mujer y no quiero que encuentre desperfectos.
July fue la primera en abrazarle.
Hay cosas que son familiares y además de la depresión por la que constantemente batallaban los Pieth estaba el nivel de intensidad en el que vivían. Su primo estaba desconectándose, pero, no paraba de dar órdenes y estresarse, simplemente le sale natural, así que le abrazó con fuerza, porque salir de eso es difícil.—Mi mamá tiene un centro de rehabilitación en el cual lo único que no dan son drogas fuertes, pero, quedé encantada de todo lo que terminó en “Pam” y “-OH” —Su primo rio. —Ajá, y no dejes que una tal Gelga te haga masajes. Ehh…
—Okay —los dos rieron.
Todos fueron almorzar juntos, July, Olivia, Carrick y Sebastian insistieron en que almorzaran con Lucrecia, sin embargo, vio la cara que hizo Alonso y estaba cansa da de que la gente le llamase. Cualquiera, cazafortunas y oportunista solo porque amó a Héctor, decidió dejar ir la oportunidad con una sonrisa.
—No, ven. Esa es la cara de culo de Alonso.
—No es personal—Dijo Alonso mientras se acercaba a su mesa.
—No, te sale natural ser gilipollas por eso, déjame.
Alonso tomó las carpetas de los diferentes colegios.
—Tengo contactos en todos, dejaré un papel firmado y finges que la recomiendo. ¿Es para tu hija? — Preguntó. —Obvio, sí, ¿sabes?, puedes solicitar la beca de estudios, todos son un poco caros.
—Gracias. —respondió y sonrió.
—Ahora, siempre doy la bienvenida con un almuerzo de muy generoso, que ni yo sé por qué, ¿quieres venir a almorzar con nosotros?
Cabrona, ladrona, cazafortunas entre otros calificativos no mencionables.
De todo le había llamado y si bien no sabía que era ella le dolía inmensamente que la gente insistiese en calificarla de la peor manera solo porque se enamoró de una persona que no era perfecta. Héctor tenía muchos defectos, no era fácil de manejar desde su carácter hasta sus obsesiones por la seguridad y privacidad.
No estaba lista para escuchar otro insulto de alguien que no le conocía, que no sabía nada de ella, de su esposo o de su forma de ser.
—No—Respondió con una sonrisa fingida. —Quedé con mi hija de ver estos…—El elevador se abrió y Priscila entró sonriente, vestida muy formal y acompañada de Samuel el cual reía como si fueran viejos amigos.
—¿Se te perdió algo con tu amiga?—Preguntó Alonso.
Alonso no sabía con claridad cuál era el problema de Samuel, pero estaba seguro de que se debía a un problema de mujeres que se redirigió a drogas. Si bien la joven a su lado lucía muy apropiada, no le parecía que le arrastrase a su hoyo oscuro en el proceso. Tanto Samuel como Priscila le miraron de mala manera.
—Papá, el pasivo agresivo no es lo tuyo. Definitivo.—Dijo mientras le daba un par de palmaditas en la mejilla. — Te arrugas, guapo.
—Madre, hoy hice una visita a los colegios. Creo que ya no quiero ir al cole, se ve… raro, en fin me quedo con el homeschool.
Priscila era muy independiente, una joven inteligente, pero, temerosa, así como daba cara a cualquiera y no sabía mantener la boca cerrada cuando estaban en un ambiente hostil, era de esas personas reservadas en extremo que terminaba con ansiedad a salir porque se restringían en exceso, como su padre.
—Pri… No por miedo a herrar has de dejar de jugar.
—¿Cinderella Story? —preguntó Samuel y se acercó a ella para estrechar su mano—Samuel Pieth.
—Ahh, ya he oído de ti.—Dijo Lucrecia con una sonrisa mientras le estrechaba la mano. Definitivamente Alonso hacia sus hijos bien porque este era aún más guapo en persona— Y eres totalmente mi tipo. ¿Quieres ir por una hamburguesa, con doble queso?
—¿Mamá?
—Ay, qué te hace bueno tener amigos.
—¿Qué se drogan?—replicó Priscila.
—Es el hijo drogadicto de mi jefe, no puede ser tan malo. Mira a su papá parece que lleva un palo en el culito como tú—dijo mientras tomaba sus cosas Sebastian y Carrick asintieron.
—Ahh, eres secretaria aquí —la joven rio—Si eres mona. ¿Estás bromeando o empezando desde abajo?
Alonso puso un par de segundos un poco de atención a Lucrecia. Su hermana era modelo así que estaba familiarizado con las marcas más caras de ropa y accesorios, los bolsos tanto de su hija como de su secretaria eran de marca. La más joven llevaba las uñas hechas de salón de belleza, tenis de marca, también se fijó que las dos llevaban celular iPhone de último modelo.
—Eres la viuda—Acusó Alonso a Lucrecia, ella se detuvo.
—Ay, no —musitó Olivia.
—¿Eres la viuda?—repitió la pregunta.
—Sí, pero no soy una perra caza fortuna, esto es más de mi hija que mío. Yo solo soy Lucrecia Salomón porque me casé con un hombre al que amé cada día de su vida, con todos sus defectos. Ella es Pri Salomón, y algún día seguirá los pasos de su papá y tú si eres un tío/primo cool le enseñarás. Puedes ponerla de conserje—ofreció mientras pasaba por su lado.
Alonso terminó de decir lo inimaginable.
—Te gastase la herencia y ahora necesitas trabajar de secretaria—Le acusó con un tono decepcionado.
Sebastian y Carrick, vieron a Lucrecia transformarse, la joven se acercó y con todo lo pequeña que era le plantó cara a Alonso, el cual simplemente era grosero, no era el luto prolongado, la infancia difícil, simplemente mal educado.
—Alonso, no voy a renunciar. Probablemente pida que me transfieran cuando regreses, pero el puesto es mío. —Reclamó Lucrecia. —No quiero escuchar ni un insulto más de tu boca. Soy una viuda sí, no soy una cazafortunas, quería a mi marido; tampoco soy una perra todo el tiempo, solo cuando no como; finalmente, zorra solo en la cama y eso fue con mi marido, el único hombre en mi vida, y mi vagina.—Gritó. — Así que déjame en paz, tú y todos los cretinos, gilipollas mierdas superficiales del mundo. Todos. —Se alejó de Alonso y agitó su mano hacia los adultos, luego sonrió hacia su hija y Samuel. —Ahora, Samuel, vamos por esa pizza.
—Dijiste hamburguesa—le recordó Samuel impresionado porque nadie le gritaba su papá.
—Las dos, no me contradigan y Priscila ni se te ocurra darme la mirada de: “Soy más mi mamá que tú”. Porque yo te parí.
—No he dicho nada.
Alonso estaba tan molesto, se giró y vio a sus cuatro amigos, después de que la pequeña mujer y el par de adolescentes salieron en el elevador. Vio a Olivia la cual se puso la mano en el abdomen todavía plano. Fingiendo que el embarazo le nublaba el juicio, ella que peleó por la vida de Sebastian en su anterior embarazo. Carrick seguía fingiendo ver el celular, Julianne estaba escondida detrás de Carrick y Sebastian se veía los zapatos.
—He insultado a la mujer en su cara un millón de veces y ustedes decidieron fingir que no sabían quién era y que lo mejor era que le siguiera insultando.
—Estás pasando por un terrible momento—Dijo Olivia.
—Ella acaba de enviudar. Yo soy naturalmente un gilipollas.
—Bueno, para eso es la terapia. —Añadió Julianne. — Ven vamos a comer y a que planees como disculparte con tu familia nueva. Priscila se ve como de armas tomar, cuando no amaneces un día de estos.
—Sí, yo pienso que definitivamente ella si va a ir por tu pajarín—respondió Sebastian.
—¡No entiendo por qué no me lo dijeron!
Dos meses parecen mucho tiempo, Alonso se sentó a como nuevo, había pasado las últimas semanas viviendo en una isla con sus hijos, que sí quería estrangularles la mayor parte del tiempo, pero, le gustan esos momentos en los que todo era felicidad, silencio o amor fraternal. Se sentó a fumar un cigarro y vio a sus hijos mayores sentarse alrededor con un deck de cartas. Sonrió, porque no había podía vencerle al 21 y eso se debía a unos tips de Carrick, el joven sonrió y le dio un beso a su hijo mayor en la mejilla. —Papá, te agradecemos no morir de cáncer de pulmón. —Sí, estamos viendo en tu página de F******k mujeres elegibles —dijo Lauren y Alonso rio. —¿Cómo van con eso? —Bueno, tuviste a mamá, guapísima en sus veinte, Cristina guapísima en sus veintes y Sophia, un poco vieja, en sus 30 tempranos. —Te van más las veinteañeras, de pelo rosado. —¿Qué dijeron sus hermanos? —La nueva secretaria de papá, está
Los primeros días con el jefe. A ver, ella se había esforzado, acomodó su armario en los colores del arcoíris para no tener que repetir, además, estaba demasiado orgullosa del sistema de organización que había desarrollado junto a sus compañeros. Sería más fácil para Alonso localizar la información si cada departamento tenía un color asignadotrabajar y de esa forma mejorar la eficacia del lugar de trabajo. Había pensado en otorgarle a su jefe unas blancas, pero, se decidió por un color marfil que le daban el toque de: soy el jefe, pero, soy majo y participo. Alonso pareció no notar la diferencia en sus hijas, solo en la de los demás y se quedó serio la primera vez así que ella asumió que no le estaba gustando, pero no había dicho nada. Trabajar con Alonso era intenso, mucho, es un hombre que le pone demasiado empeño a su trabajo. Es un jefe firme, pero nadie le teme, accesible y le gustaba eso. Su hijo mayor que era una copa con
Lucrecia se sentía terriblemente mal. Sentía que el corazón se le iba a explotar en el pecho. Era un golpe de realidad golpeándole a los ojos y no podía dejar de llorar, estaba tan avergonzada, era una niña grande y ridícula, algo no estaba bien con ella y fue la primera en detectarlo. No podía poner demasiada atención, hablaba demasiado rápida, le gustan los colores de más, por último, la necesidad de cambiar por otra actividad, odiaba no poder terminar las cosas, pero no lograba hacerlo. Sus padres creyeron que era normal, solo una etapa, pero, cuando tuvo un accidente en el patinaje, los síntomas empeoraron y todo comenzó a ser más difícil, más asfixiante, complicado, sus padres peleaban. La casa estaba llena de terapeutas físicos y tutores académicos, pero, poco a poco no quedó más que reconocer los diagnósticos. Era disléxica y como morbilidad tenía déficit atencional. Su padre era de descendencia asiática para él
Fácil todavía no era. Simplemente porque Alonso no sabía como comportarse menos mal humorado en frente de Lucrecia, había días en los que pasaba secretamente odiándole porque todo lo había reestructurado y le gustaban las formas a su manera. Otras veces pensaba que ella estaba desperdiciándose en una oficina de secretaria porque su habilidad se salían del puesto de secretaria por mucho. A pesar de ello,Alonso y Lucrecia se estaban llevando bien, después de un par de meses trabajando juntos y lograr el equilibrio, estaban haciéndolo muy bien; Alonso estaba yendo a terapia del control de la ira como recomendación familiar y por último eres un mejor jefe. Estaba en una reunión de personal en la cual la mayoría de jefes estaban contentos porque sus secretarias parecían más motivadas, él vio a Lucrecia la cual era increíble por sí sola, estaba tomando el curso con las demás y parecía disfrutar demasiado a de su trabajo.
Lucrecia se alejó de él y le dio una sonrisa. La joven reconoció en un susurro que ser viuda no era fácil cuando sentías que te había quedado tanto sin decir, sin perdonar o tanto amor que expresar. Alonso sabía una cosa o dos sobre eso, asintió,le miró a los ojos y le tomó de la mano. —El domingo sigo libre—Dijo Alonso. — Así que si quieres ir a beber o si quieres ir a conocer algún lugar inapropiado de la ciudad, ejemplo la playa o montaña puedes llamar. —Gracias, estaré mejor cuando pase y Pri vuelve, me tomaré una botella de vino. —Seguro. Si no te sientes bien el lunes puedes faltar eh… —Gracias, pero creo que voy a hacer ahí, tienes la junta con los proveedores de materiales y los ingenieros. —Cierto. Fue un fin de semana atípico, si bien no había abierto la botella de vino, tampoco había tenido el valor de llamar a Alonso, puesto que, había soñado con su jefe más de una vez en el fin de semana.
Priscila estaba preparando el desayuno para su mamá el día siguiente, Lucrecia se acercó y le llenó de besos las mejillas. Apagó el fuego y la acercó a un banquillo. Le tomó de las mejillas y le dio un último beso antes de mirarle a los ojos. —Te amo, peque. —Te amo, pero los huevos… —Mi amor, leí un pedacito de esa carta. Sé que papá tuvo muchos días malos—Reconoció. —Priscila, tu papá te amaba, muchísimo. Ahora, si hay algo que necesites perdonarle, sanar, hablar y no te sientas cómoda haciendo conmigo podemos ir con un terapeuta. Un psicólogo, tal vez. —Estoy bien —Respondió. —¿Estás bien o quieres que yo piense eso? —Estoy bien. Ni necesito hablar con nadie. Solo… papá estaba enfermo y fue un gilipollas, puedes aceptarlo. Lucrecia miró a la pared y asintió. —Fue un gilipollas. —Gracias ¿podemos desayunar? La mujer asintió y tomó asiento. En la casa de los Pieth, todos observaban a su papá el cual hab
Después de que Lucrecia le diera una rápida repasada a la maravillosa vista de la ciudad, Alonso se sentó para sacar la comida de las bolsas. La vio seriamente y dijo: —Ok, no le puedes contar a nadie que comimos en Rico´s. ¿Puedes fingir que es tu descubrimiento?—empezó a sacar las cosas. La verdad es que le gustaba muchísimo el restaurante, tanto como para llegar a la conclusión de que en su tiempo de jubilación podía dedicar su vida a hacer cosas parecidas. Comidas llenas de queso, fritas y bebidas con cantidades inexcusables de azúcar, era perfecto, lo único malo era que también es el restaurante favorito de su padre en toda la ciudad y odiaba que tuviesen tantas cosas en común. —¿Estas son quesadillas de solo queso? —preguntó encantada —Son mis favoritas. —En serio, las mías iguales, quesadillas no frijoladas ni aguacate, ni ensalada, queso. —Gracias, vivimos en México y soy alérgica a los frijoles, lo odié todo el tiempo.
La semana siguiente había sido mejor, Alonso había regresado de un exitoso viaje de negocios, solo había estado fuera unos tres días, pero se veía contento y para aprovechar la energía Lucrecia quería hacer algo para motivarle y después de mucho pensar y terminar de hacer su trabajo. Pensó que era momento de aprovechar que Alonso estaba ocupado para hacer un trabajo de decoración de interiores. Lucrecia aprovechó su hora del almuerzo para comprar un marco y decorar la pared de Alonso con fotos de sus hijos él había elogiado la pared de su casa con fotos de Pri y ella en todos los paraísos que había conocido poner una foto de su hija en su escritorio. Alonso había iniciado el día diciendo que no habría cambios de oficina ni despidos, solo tendrían que trabajar un poco en la logística. La joven tomó algunos marcos extra para sorprender a su jefe, fue por el almuerzo de Alonso el cual estaba en una reunión telefónica