El padre de Abigail, con una mirada que mezclaba firmeza y un atisbo de dolor que intentaba ocultar, respondió con voz grave:
—Abigail, no se trata de que quiera hacerte esto. Es una cuestión de necesidad. Las circunstancias nos han llevado a este punto, y no hay otra salida. Este matrimonio es más que una unión entre dos personas; es una alianza que puede salvarnos.
Abigail, temblando, intentó reunir toda la fuerza que le quedaba para enfrentarse a su padre:
—¿Salvarnos? ¿A costa de qué, papá? ¿De mi felicidad? ¿De mi vida? No puedo creer que esto sea lo único que se te ocurre. ¡Tiene que haber otra manera!
Su padre, con el semblante aún serio, se acercó a ella y, en un intento de suavizar sus palabras, bajó la voz:
—Lo he pensado durante meses, hija. He buscado otras opciones, pero ninguna nos ofrece la protección y la seguridad que esta alianza nos brinda. No solo está en juego tu futuro, sino también el de nuestra familia. Recuerda que solo somos tú y yo, Abigail.
Esta última lo miró con lágrimas corriendo por sus mejillas y le cuestionó con desesperación y súplica:
—Pero, ¿y mi voz? ¿Mis deseos? ¿No significan nada? ¿Cómo puedes esperar que viva el resto de mi vida junto a alguien a quien no amo, a quien ni siquiera conozco?
El padre de Abigail tomó una profunda respiración, claramente luchando con sus propias emociones:
—Significan todo para mí y, precisamente por eso, esto es tan difícil. Pero a veces, en la vida, tenemos que hacer sacrificios por el bien de los que amamos. Te prometo que haré todo lo posible para que esto sea lo menos doloroso posible para ti.
Abigail, sintiendo que se le agotaban las fuerzas, se dejó caer en una silla y cubrió su rostro con las manos. Sabía que, a pesar de sus súplicas, la decisión estaba tomada. Su futuro ahora estaba en manos de otros y el miedo a lo desconocido la envolvía como una densa niebla.
—Intentaré entender, papá. Pero no sé si algún día podré perdonarte por esto.
La vida de Abigail estaba a punto de dar un giro inesperado y peligroso. Su padre había decidido, por razones que ella no podía comprender, entrelazar su destino con el de Maximiliano Lombardo, un hombre envuelto en un aura de poder y misterio. Lo que Abigail no sabía era que, detrás de la fachada de exitoso empresario de Max, se ocultaba una realidad mucho más sombría y peligrosa. Maximiliano Lombardo no era solo un influyente CEO en el sector turístico; en realidad, era el líder de una red mafiosa muy temida y respetada que operaba en Estados Unidos, con raíces profundas en la mafia italiana.
La decisión de su padre no solo la colocaba en una posición vulnerable, sino que también la sumergía en un mundo lleno de secretos, peligros y traiciones. Un mundo donde las apariencias engañan y donde cada decisión podía significar la diferencia entre la vida y la muerte.
Maximiliano, conocido por su frialdad y falta de escrúpulos, había logrado mantener su verdadera identidad oculta de las autoridades y de sus rivales gracias a su astucia y a la red de protección que su posición como CEO le proporcionaba. Su implicación en actividades ilícitas, desde el lavado de dinero hasta el tráfico de influencias, estaba bien resguardada detrás de su exitosa fachada empresarial.
Para Abigail, la perspectiva de casarse con un hombre como Maximiliano Lombardo era aterradora. No solo tenía que enfrentarse a la idea de un matrimonio sin amor, sino que también debía lidiar con el temor de ser arrastrada a un mundo criminal del que sabía muy poco. Sin embargo, ¿podría haber algo más de Max de lo que todos creían? ¿Podría Abigail influir en él y, tal vez, cambiar su destino?
La historia de Abigail y Maximiliano estaba a punto de comenzar, una historia en la que el amor, el poder y la redención podrían entrelazarse de maneras inesperadas.
¡Queridos lectores! Me complace compartir con ustedes que mi historia está participando en el actual concurso de Buenovela. Este viaje literario ha sido una labor de amor, lleno de emociones, sacrificios y compromiso por mi parte. Les invito a acompañarme en esta aventura y a apoyarme con su voto y con la lectura de la novela. Cada uno de ustedes puede marcar la diferencia y ayudarme a llevar esta historia de amor y lucha a nuevas alturas. ¡Juntos podemos lograrlo! Su apoyo significa el mundo para mí y me motiva a seguir creando. ¡Gracias por ser parte de este sueño!
El frío de la noche le había calado hasta los huesos y le producía una sensación de desamparo y desolación. Abigail se preparaba para convertirse en la esposa de Max, un hombre al que nunca había visto y que pronto sería su marido. La idea de unirse a un desconocido le producía angustia, pero su situación era aún peor. Sin parientes que la apoyaran, solo contaba con su padre, un hombre atrapado en sus vicios, quien había tomado la decisión de entregarla a cambio de saldar sus deudas.En la soledad de su habitación, Abigail lloraba desconsoladamente, sintiendo cómo la tristeza la ahogaba y le robaba las fuerzas. Su mente era un torbellino de pensamientos, reflexionando sobre la injusticia de la vida que la había llevado a aquella cruel encrucijada. Deseaba con todas sus fuerzas escapar, huir de un destino que no había elegido, pero el amor que sentía por su padre la mantenía atada a aquella realidad desgarradora. Sabía que su sacrificio era el precio que debía pagar por el bienestar de
Allí estaba Abigail, de pie frente a Max en el dormitorio. Ambos se miraban fijamente, llenos de incredulidad. Max no iba a dejar pasar la oportunidad de hacer suya a Abigail en su noche de boda. Era consciente de que sería la primera vez para Abigail y su curiosidad lo impulsaba a comprobar si el alto precio que había pagado había valido la pena. Era un hombre intenso, un amante temerario y poco comedido, y al percibir el delicado miedo en Abigail, se encendía aún más, sintiendo una atracción química desbordante que los envolvía a ambos.Max la tomó sin miramientos y, de un solo movimiento, la desnudó. Abigail, en silencio, se entregó a él, permitiéndole que explorase su cuerpo con una mezcla de gozo y dudas. Un fuerte cosquilleo recorre su piel, borrando momentáneamente sus pensamientos. Max, impulsado por su deseo, no se contiene y, de manera abrupta, arranca su virginidad. Abigail sintió un intenso dolor que la atravesó y las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos mientras Max l
En el centro de operaciones criminales, Max se encontraba rodeado de pantallas que mostraban mapas y datos en tiempo real. Con una calma inquietante, analizaba cada detalle del próximo robo a uno de los principales bancos del país. Todo estaba fríamente calculado; incluso había logrado infiltrarse en las filas de la policía y el FBI, asegurándose de que sus movimientos no fueran detectados.—Escuchen —comenzó Max, con su voz firme y autoritaria. —Este será nuestro séptimo golpe, y no podemos permitirnos errores. Cada uno de ustedes tiene un papel crucial que desempeñar.Elliot, su mano derecha, asintió mientras tomaba notas. A su lado, Elisa, una mujer de belleza arrebatadora y una astucia sin igual, lo miraba con una mezcla de admiración y deseo. Su carácter indomable y su experiencia en el mundo del crimen la convertían en una aliada invaluable, pero su corazón latía con fuerza por Max, un secreto que ambos habían compartido en la intimidad de la noche.—Max, ¿estás seguro de que po
Abigail emitió un quejido extraño que no parecía humano, sintiendo cómo un estremecimiento recorría su cuerpo de pies a cabeza. Tragó saliva y se dio cuenta de que tenía la garganta seca. El miedo se instaló en su corazón y, presa de la angustia, corrió al baño para vomitar. Habían pasado ya un par de meses desde su matrimonio con Max, y entre tantas ocupaciones, él había estado tan atrapado en su deseo de no dejarla ir tan pronto que no había tenido tiempo suficiente para tramitar el divorcio. Pero finalmente había llegado el día.Max fue hasta la habitación de Abigail y, al no recibir respuesta, decidió entrar. Al escuchar los gemidos provenientes del baño, su corazón se aceleró. Con nerviosismo, empujó la puerta y encontró a Abigail pálida, casi desmayada, arrodillada junto al retrete. Sin pensarlo dos veces, la tomó entre sus brazos y la llevó a la cama con preocupación.—Abigail, ¿qué te pasa? —preguntó Max, con la voz temblándole ligeramente. — ¿Te sientes mal?Ella apenas pudo
Abigail, tratando de aclarar sus pensamientos, salió al jardín. La brisa fría y serena de la noche acarició su rostro con sutileza, mientras ella miraba a su alrededor con dudas. Desde lo alto de su habitación, Max la observaba por la ventana y, motivado por un impulso irrefrenable, se dirigió rápidamente hacia donde ella se encontraba. Pronto, sus miradas se encontraron y los estoicos ojos color verdoso de Max se clavaron como dagas en los tímidos ojos color azul claro de Abigail. La brisa alborotó su larga y castaña cabellera y Max no pudo evitar sentirse conmovido, no solo por la delicada belleza de Abigail, sino también por la serenidad que emanaba. Allí estaba, frente a él, la dulce y joven madre de su hijo, un ser que representaba tanto amor y esperanza en su vida. En ese instante, el mundo a su alrededor se desvaneció y solo existía el profundo vínculo que los unía, un lazo que iba más allá de las palabras y que prometía un futuro lleno de posibilidades.Max irrumpió en el sile
Max observaba la vasta ciudad que se extendía ante él desde la altura del rascacielos del edificio empresarial. A lo lejos, el vibrante Manhattan latía con vida; la gente se movía de un lugar a otro, como si cada uno tuviera un propósito claro en medio del bullicio urbano. Sin embargo, en su mente, Max se encontraba atrapado en un vaivén de pensamientos y emociones. Abigail había decidido quedarse a su lado debido a su embarazo, pero aún no lograba aceptarlo plenamente como su marido en la intimidad. Esta situación lo llenaba de incertidumbre y ansiedad, ya que sabía que debía esforzarse enormemente para ganarse su confianza en el ámbito más personal y delicado de su relación. A pesar de su corta edad, Abigail se mostraba firme y decidida, exhibiendo una madurez que sorprendía a Max. Aunque carecía de experiencia en la vida, su actitud resolutiva y su capacidad para enfrentar los desafíos le otorgaban una fortaleza que él admiraba profundamente. Max comprendía que el camino hacia la i
Al día siguiente, el recuerdo del coche que lo había estado siguiendo regresó a su mente como un umbral que distorsionaba sus pensamientos. Max se dirigió directamente al centro de operaciones Lombardo, sintiendo la presión de llevar el peso del negocio casi por completo solo, ya que su padre no daba señales de vida. Junto con Elliot, estaba al frente de la organización criminal, además de cumplir con sus compromisos como director ejecutivo del sector turístico. Se preguntaba cómo encontraría el tiempo para ocuparse también de su familia y, sobre todo, para enamorar a su mujer.Al llegar, se encontró con Elliot en el centro de operaciones.—Max, ¿todo bien? Te veo un poco distraído —comentó Elliot, frunciendo el ceño.—No estoy seguro. Ayer sentí que alguien nos seguía, y eso me tiene inquieto —respondió Max, pasándose una mano por el cabello para despejar la mente.—Eso suena serio. ¿Has considerado aumentar la seguridad? —sugirió Elliot, preocupado.—Sí, lo haré. Pero también tengo
Al anochecer, impulsado por un intenso deseo, Max se acercó a la habitación de Abigail, quien ya se había tranquilizado un poco con él y creía que era el momento de acercarse más íntimamente a ella. Al llegar, vio que Abigail estaba a punto de dormirse. Se sentó en la cama y, esta vez, con un poco más de delicadeza, se abalanzó sobre ella. Sin embargo, las imágenes oscuras de su noche de bodas seguían presentes en la mente de Abigail, y, como un destello, los recuerdos la perturbaban. No había tenido una buena experiencia con Max en su primera vez; lo había sentido como una violación. Con brusquedad, lo apartó de su lado y lo miró con aprensión.—Max, por favor, no. Solo... vete y no me toques —dijo, con la voz temblando ligeramente.Max, sorprendido por su reacción, se detuvo y la miró a los ojos, tratando de entender su dolor.—Abigail, no quiero hacerte daño. Solo quiero que estemos juntos — respondió con tono lleno de preocupación.Ella cerró los ojos, tratando de calmarse, pero l