Capítulo 2. Noche de deseo y dolor.

Allí estaba Abigail, de pie frente a Max en el dormitorio. Ambos se miraban fijamente, llenos de incredulidad. Max no iba a dejar pasar la oportunidad de hacer suya a Abigail en su noche de boda. Era consciente de que sería la primera vez para Abigail y su curiosidad lo impulsaba a comprobar si el alto precio que había pagado había valido la pena. Era un hombre intenso, un amante temerario y poco comedido, y al percibir el delicado miedo en Abigail, se encendía aún más, sintiendo una atracción química desbordante que los envolvía a ambos.

Max la tomó sin miramientos y, de un solo movimiento, la desnudó. Abigail, en silencio, se entregó a él, permitiéndole que explorase su cuerpo con una mezcla de gozo y dudas. Un fuerte cosquilleo recorre su piel, borrando momentáneamente sus pensamientos. Max, impulsado por su deseo, no se contiene y, de manera abrupta, arranca su virginidad. Abigail sintió un intenso dolor que la atravesó y las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos mientras Max la penetraba profundamente.

Minutos más tarde, ambos estaban de espaldas el uno al otro. Abigail lloraba en silencio; no era así como había imaginado que sería su primera vez. Max, por su parte, estaba ansioso, consciente de que había ido demasiado lejos con la joven. Sin embargo, no era capaz de hablarle ni de volverse hacia ella en la cama.

*****

A la mañana siguiente, Abigail entró en la ducha y abrió el grifo, dejando que el agua tibia recorriera su cuerpo mientras se estrujaba con furia. De repente, la desesperación la invadió y comenzó a gritar en el baño, golpeando las paredes con fuerza. Max, al escuchar el estruendo, entró rápidamente en el baño y se encontró con su caos emocional. Sin saber cómo reaccionar, salió corriendo de la habitación, sintiendo una mezcla de angustia y confusión en su interior.

Al salir, Norah, su ama de llaves (a quien Max considera como una madre), lo detuvo con una mirada preocupada.

—Max, ¿por qué estás tan agitado? —preguntó con su voz suave pero firme.

Max, sintiendo un nudo en el estómago, prefiere no compartir la tormenta emocional que lo invade. En lugar de eso, se toma un momento para respirar y responde:

—Solo cuida de Abigail, por favor. Necesita tu apoyo más que nunca.

Norah asiente, su expresión se torna seria y reconoce la gravedad de la situación.

—No te preocupes, estaré pendiente de ella. Pero tú también cuídate, ¿sí?

Max asiente brevemente, agradecido por su preocupación, y se aleja, dejando atrás la calidez del hogar y la incertidumbre que lo consume.

*****

Al llegar a la empresa, el hombre de negocios serio e inteligente se apodera de él. Revisa rápidamente su agenda con la secretaria y, al terminar, entra Pamela, una bella y sensual mujer con la que Max se divierte de vez en cuando. Ella le pregunta desconcertada por su repentino matrimonio.

—Max, no puedo creer que te hayas casado tan de repente. ¿Qué pasó? —pregunta Pamela, arqueando una ceja con curiosidad.

Max se encoge de hombros, intentando mantener la compostura.

—A veces, la vida te sorprende, Pamela. No todo se puede planear.

—¿Y qué hay de nosotros? —insiste ella, con una sonrisa juguetona. — ¿No crees que esto cambia las cosas?

Max la mira fijamente, sintiendo la tensión en el aire.

—Quizás, pero lo que tuvimos fue divertido. Ahora tengo que concentrarme en mi nueva vida.

Pamela se ríe suavemente, aunque su mirada revela una mezcla de sorpresa y decepción.

—Entiendo. Pero no olvides lo que dejamos en el aire. Si decides mirar hacia atrás, siempre estaré aquí para ti.

Max, impulsado por una mezcla de deseo y frustración, cierra la puerta de golpe, creando un ambiente cargado de tensión. Se vuelve hacia Pamela, atrapándola en un arrebato de pasión que había estado latente entre ellos.

Con un gesto decidido, toma su barbilla y la obliga a mirarlo a los ojos. Ella tiembla, no solo por el contacto físico, sino también por la intensidad de la emoción que emana de él. En ese instante, mientras sus miradas se entrelazan, Max no puede evitar que su mente divague hacia Abigail, recordando el gravísimo error que cometió al casarse con ella.

La imagen de su vida juntos, una existencia que ahora le parece vacía y llena de arrepentimientos, se mezcla con el deseo ardiente que siente por Pamela. La lucha interna entre lo que debería ser y lo que realmente desea lo consume, y en ese momento, el deseo se convierte en una necesidad apremiante de romper las cadenas que lo atan a su pasado. El ambiente se vuelve electrizante y el tiempo parece detenerse mientras ambos se enfrentan a la realidad de sus sentimientos, atrapados en un torbellino de emociones que amenaza con desbordarse.

*****

Al caer la noche, Max regresa a la mansión. Entra en su habitación, donde se encuentra con una de las chicas de servicio, y comienza a recoger sus cosas para mudarse a otra habitación. Abigail lo observa desde la puerta y siente una mezcla de admiración y preocupación.

Mientras la chica sale con sus pertenencias, Max se detiene un momento y, con una voz grave pero cargada de emoción, le dice:

—Lo siento. Nuestro matrimonio fue un error.

En su interior, aún resuena el dolor que sintió por la joven esa mañana. A pesar de ser un hombre rudo e implacable, un verdugo temido, en su interior hay un rincón que guarda sentimientos profundos, los mismos que Abigail había logrado conmover. Ella lo mira y comprende la lucha interna que lo ahoga. En ese instante, el aire entre ambos se vuelve denso, cargado de emociones no expresadas.

Max se detiene en la puerta, con la mirada perdida en el pasillo. Norah se le acerca un poco más, con una mezcla de preocupación y curiosidad.

—Max, ¿qué ocurre? —pregunta Norah, su voz suave pero firme. — ¿Por qué te alejas de tu esposa?

Max suspira, sintiendo el peso de la culpa en su pecho. Se vuelve hacia Norah y sus ojos reflejan una tormenta de emociones.

—No lo sé, Norah. —responde con un ligero temblor en la voz. —Ahora mismo siento que... que no soy el hombre que ella necesita.

Norah frunce el ceño, tratando de entender.

—¿Por qué piensas eso? Eres un buen hombre, Max.

—Quizá, pero... —dice, buscando las palabras adecuadas. —Me casé con ella por el deseo de ser padre, de tener algo real en mi vida. Pero no puedo dejar de pensar que ella es demasiado inocente para mi mundo.

Norah lo observa y, al ver la vulnerabilidad de Max, se le ablanda el corazón.

—¿Y qué hay de tus sentimientos? ¿No crees que ella merece saber lo que sientes?

Max se pasa una mano por el cabello, frustrado.

—No quiero arrastrarla a mi vida. Las mujeres con las que he estado antes solo buscaban mi dinero, pero Abigail... ella es diferente. La veo y me duele pensar que podría perderla por lo que soy.

Norah da un paso adelante y habla en un susurro.

—A veces, el amor requiere valentía. Si realmente la quieres, deberías luchar por ella, no huir. Esa linda chica podría ser tu liberación, Max.

Max la mira, sintiendo el peso de sus palabras.

—No lo sé, Norah. Pero, ¿y si le hago daño?

—El riesgo siempre está presente, pero el verdadero error sería no intentarlo—responde Norah, con una mirada decidida. —Habla con ella.

Max asiente lentamente, sintiendo una chispa de esperanza en medio de su confusión.

—Gracias, Norah. Necesito pensarlo.

Dicho esto, se da la vuelta y regresa a su nueva habitación, donde se confunde al intentar enfrentar sus miedos y luchar por lo que realmente quiere.

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