Abigail, sintiendo la tensión en el aire, miró a Becky con una mezcla de determinación y preocupación.—Espera aquí un momento, Becky —le pidió, antes de dirigirse hacia Castell. —Necesito hablar contigo.Castell, con una mirada que revelaba su interés, asintió y la condujo a un rincón más apartado de la oficina. Una vez a solas, comenzó a hablar con una voz suave, casi persuasiva.—Abigail, quiero que sepas que me importas. Podría cuidar de ti y de tus hijos. Deberías dejar a Lombardo. No va a salir de la cárcel —dijo, intentando hacerla dudar.Abigail frunció el ceño, notando cómo la conversación se tornaba fría y distante.—No voy a dejar a Max. Lo amo, Damon. No puedes simplemente esperar que me aleje de él porque tú lo digas —respondió, firme en su postura.Castell, sintiendo que su estrategia no estaba funcionando, endureció el tono.—Lombardo es un criminal, Abigail. Tengo pruebas que podrían mandarlo definitivamente a la cárcel. ¿De verdad quieres arriesgarte a eso? —le amenazó
Al llegar al aeropuerto, Abigail, Timothy, Norah y los gemelos esperaban ansiosos a Max. El ambiente estaba cargado de emoción y algo de nerviosismo. Max, al bajar de la camioneta, se quedó asombrado al ver a todos reunidos. Su padre, Francesco, había planeado todo con cautela, alejándolo de la mafia y dándole una segunda oportunidad en la vida que siempre había anhelado, incluso antes de conocer a Abigail.Francesco, con el corazón latiendo con fuerza, se acercó a Max, tomó su brazo con firmeza y le dijo con la voz entrecortada:—Perdóname, hijo.En ese momento, dejó de lado la soberbia y la imagen del hombre cruel que había construido a su alrededor. Con un gesto lleno de amor y ternura, lo abrazó, sintiendo que, a pesar de todos sus errores, Max era lo único que realmente importaba.Max, sorprendido pero aliviado, correspondió al abrazo, sintiendo que el rencor y el dolor que habían marcado su relación comenzaban a desvanecerse.—Siempre quise que estuvieras a mi lado, papá —respon
Max la miró con los ojos llorosos, asombrado y aturdido por la revelación. Norah, consciente de la situación, decidió hablar.—Está bien, hijo. Me voy. Espero que seas feliz con la nueva vida que te espera. No sé qué más decir en mi defensa, solo que fallé brutalmente —confesó Norah.Antes de que Norah pudiera dar un paso, Max la detuvo y se le veía la mano temblar ligeramente.—¿Te irás de mi lado, Norah? Siempre has estado conmigo, mamá —balbuceó, con la voz entrecortada por el dolor y la confusión.Norah sintió que su corazón se detenía al escuchar esas palabras. Las lágrimas comenzaron a correr por su cara y, en ese instante, ambos se miraron fijamente, con el silencio entre ellos cargado de emociones no expresadas.—No quería que esto fuera así —murmuró Norah con la voz quebrada. —Siempre he querido lo mejor para ti.Max, conmovido por la fragilidad de ese momento, fue consciente de que, a pesar de la traición y el dolor, el amor que había compartido con Norah no podía borrarse t
Tiempo después, la atmósfera en la bodega abandonada era densa y estaba cargada de un miedo palpable. Francesco Lombardo, con su porte imponente y su mirada afilada, se acercó a Boris Andrade y Damon Castell, quienes estaban maniatados y aterrorizados. La tenue luz apenas iluminaba sus rostros, revelando la palidez de su piel y el sudor que les corría por la frente.—¿Creían que podían jugar al héroe sin consecuencias? —dijo Francesco, su voz resonando con una mezcla de desprecio y autoridad. —No hay nada oculto entre cielo y tierra. Ustedes han cruzado una línea que no se puede borrar. Mi organización, mi legado, no se destruyen tan fácilmente.Boris, temblando, intentó hablar. —Francesco, no era nuestra intención… solo seguimos órdenes…—¡Silencio! —interrumpió Francesco, acercándose aún más y mirándolos con ira. —¿Creen que eso los salvará? ¿Que sus excusas son suficientes para redimirlos? Mi hijo, Max, fue arrestado por tu culpa. La prensa lo retrató como un criminal, y todo por t
San José, Costa Rica.Becky se sentó en la pequeña sala de su nuevo hogar con el retrato de Damon en las manos. La luz del atardecer se colaba por las ventanas e iluminaba su rostro con un brillo suave, pero su corazón estaba pesado por la tristeza.—No puedo creer que ya no estés aquí, Damon —murmuró, mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas. —Siempre fuiste mi protector, mi guía. ¿Cómo voy a seguir adelante sin ti?Elliot, que había estado organizando algunas cosas en la cocina, se detuvo al escuchar la voz quebrada de Becky.Se acercó y, con un gesto comprensivo, le puso una mano en el hombro.—Becky, estoy aquí para ti. Tómate tu tiempo. No tienes que enfrentar esto sola —dijo suavemente, intentando ofrecerle un poco de consuelo.Ella lo miró, agradecida por su apoyo, pero el dolor seguía siendo abrumador.—Elliot, no pude despedirme de él. Me siento tan impotente. Damon siempre fue el que nos mantenía unidos y ahora... ahora solo somos tú, el bebé y yo. ¿Cómo voy a segui
Gramados (Brasil).Un año después…Abigail se quedó paralizada durante un instante y sus ojos se iluminaron al reconocer a su amiga Becky, que entraba con Elliot y su pequeño Damon en brazos en el restaurante. La risa y el bullicio del lugar se desvanecieron en un segundo y solo pudo sentir una oleada de alegría. Se levantó de su silla y corrió hacia ellos con una sonrisa radiante.—¡Becky! —exclamó Abigail, abrazando a su amiga con fuerza. — ¡No puedo creer que estés aquí! ¡Te he extrañado tanto!Becky sonrió y le devolvió el abrazo mientras le brillaban los ojos de emoción.—¡Yo también te he extrañado, Abigail! —respondió Becky, separándose un poco para mirar a Abigail. — ¡Mira a Damon!Abigail se inclinó para ver al bebé, que miraba curioso a su alrededor.—¡Es precioso! —dijo Abigail, acariciando suavemente la mejilla del pequeño. — Damon, es un bebé hermoso.Maximiliano, que los había estado observando con una sonrisa, se acercó a Elliot, quien le dio una palmada en la espalda.
Elliot echó un vistazo rápido a donde se hallaban el padre de Abigail y Norah, y no pudo evitar bromear.—Oye, Max, ¿son novios? —dijo con una sonrisa pícara.Max soltó una risa, pero su expresión cambió rápidamente.—Hablando de cosas serias, tengo que contarte algo muy importante —dijo, adoptando un aire más grave. —Norah es mi madre.Elliott se quedó paralizado, su sonrisa desvaneciéndose al instante. Le miró con seriedad, consciente de que esa era una verdad que no le correspondía revelar. Había sido el hombre de confianza de Francesco Lombardo, el padre de Max, y sabía demasiado sobre su vida. En el mundo de la delincuencia, la gente se vuelve sorda y tiene que callar secretos.—Yo lo sabía, Max —dijo Elliot encogiéndose de hombros.—¿Por qué nunca me lo dijiste? —preguntó Max, con la voz cargada de confusión.Elliot suspiró, sintiendo el peso de la revelación.—Era algo que no me incumbía, Max. Era un asunto entre Francesco y Norah —respondió, tratando de justificar su silencio.
Ese fue el último día que Max vio a su padre, y el eco desgarrador de su corazón aún resonaba con la súplica de que lo detuviera, de aferrarse a él con todas sus fuerzas. Pero la terquedad de Francesco era un muro impenetrable, una decisión tomada en la que se entrelazaban el amor y el sacrificio. Prefirió salir de la vida de su hijo para siempre, convencido de que su ausencia era la única forma de protegerlo de un destino sombrío. Los días de Francesco en la mafia estaban contados; la sombra de la ley se cernía sobre él, y el sargento Mendiola, un policía honesto con un fervor inquebrantable por la justicia, no podía ignorar los crímenes atroces que manchaban el legado de Damon Castell y Boris Andrade.Francesco, en un acto de desesperación y amor paternal, había asumido toda la culpa de los delitos que habían manchado la organización Lombardo, una entidad que, en su apogeo, había sido temida y respetada, pero que ahora se convertía en una triste leyenda de la criminalidad. Su histor