Tiempo después, la atmósfera en la bodega abandonada era densa y estaba cargada de un miedo palpable. Francesco Lombardo, con su porte imponente y su mirada afilada, se acercó a Boris Andrade y Damon Castell, quienes estaban maniatados y aterrorizados. La tenue luz apenas iluminaba sus rostros, revelando la palidez de su piel y el sudor que les corría por la frente.—¿Creían que podían jugar al héroe sin consecuencias? —dijo Francesco, su voz resonando con una mezcla de desprecio y autoridad. —No hay nada oculto entre cielo y tierra. Ustedes han cruzado una línea que no se puede borrar. Mi organización, mi legado, no se destruyen tan fácilmente.Boris, temblando, intentó hablar. —Francesco, no era nuestra intención… solo seguimos órdenes…—¡Silencio! —interrumpió Francesco, acercándose aún más y mirándolos con ira. —¿Creen que eso los salvará? ¿Que sus excusas son suficientes para redimirlos? Mi hijo, Max, fue arrestado por tu culpa. La prensa lo retrató como un criminal, y todo por t
San José, Costa Rica.Becky se sentó en la pequeña sala de su nuevo hogar con el retrato de Damon en las manos. La luz del atardecer se colaba por las ventanas e iluminaba su rostro con un brillo suave, pero su corazón estaba pesado por la tristeza.—No puedo creer que ya no estés aquí, Damon —murmuró, mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas. —Siempre fuiste mi protector, mi guía. ¿Cómo voy a seguir adelante sin ti?Elliot, que había estado organizando algunas cosas en la cocina, se detuvo al escuchar la voz quebrada de Becky.Se acercó y, con un gesto comprensivo, le puso una mano en el hombro.—Becky, estoy aquí para ti. Tómate tu tiempo. No tienes que enfrentar esto sola —dijo suavemente, intentando ofrecerle un poco de consuelo.Ella lo miró, agradecida por su apoyo, pero el dolor seguía siendo abrumador.—Elliot, no pude despedirme de él. Me siento tan impotente. Damon siempre fue el que nos mantenía unidos y ahora... ahora solo somos tú, el bebé y yo. ¿Cómo voy a segui
Gramados (Brasil).Un año después…Abigail se quedó paralizada durante un instante y sus ojos se iluminaron al reconocer a su amiga Becky, que entraba con Elliot y su pequeño Damon en brazos en el restaurante. La risa y el bullicio del lugar se desvanecieron en un segundo y solo pudo sentir una oleada de alegría. Se levantó de su silla y corrió hacia ellos con una sonrisa radiante.—¡Becky! —exclamó Abigail, abrazando a su amiga con fuerza. — ¡No puedo creer que estés aquí! ¡Te he extrañado tanto!Becky sonrió y le devolvió el abrazo mientras le brillaban los ojos de emoción.—¡Yo también te he extrañado, Abigail! —respondió Becky, separándose un poco para mirar a Abigail. — ¡Mira a Damon!Abigail se inclinó para ver al bebé, que miraba curioso a su alrededor.—¡Es precioso! —dijo Abigail, acariciando suavemente la mejilla del pequeño. — Damon, es un bebé hermoso.Maximiliano, que los había estado observando con una sonrisa, se acercó a Elliot, quien le dio una palmada en la espalda.
Elliot echó un vistazo rápido a donde se hallaban el padre de Abigail y Norah, y no pudo evitar bromear.—Oye, Max, ¿son novios? —dijo con una sonrisa pícara.Max soltó una risa, pero su expresión cambió rápidamente.—Hablando de cosas serias, tengo que contarte algo muy importante —dijo, adoptando un aire más grave. —Norah es mi madre.Elliott se quedó paralizado, su sonrisa desvaneciéndose al instante. Le miró con seriedad, consciente de que esa era una verdad que no le correspondía revelar. Había sido el hombre de confianza de Francesco Lombardo, el padre de Max, y sabía demasiado sobre su vida. En el mundo de la delincuencia, la gente se vuelve sorda y tiene que callar secretos.—Yo lo sabía, Max —dijo Elliot encogiéndose de hombros.—¿Por qué nunca me lo dijiste? —preguntó Max, con la voz cargada de confusión.Elliot suspiró, sintiendo el peso de la revelación.—Era algo que no me incumbía, Max. Era un asunto entre Francesco y Norah —respondió, tratando de justificar su silencio.
Ese fue el último día que Max vio a su padre, y el eco desgarrador de su corazón aún resonaba con la súplica de que lo detuviera, de aferrarse a él con todas sus fuerzas. Pero la terquedad de Francesco era un muro impenetrable, una decisión tomada en la que se entrelazaban el amor y el sacrificio. Prefirió salir de la vida de su hijo para siempre, convencido de que su ausencia era la única forma de protegerlo de un destino sombrío. Los días de Francesco en la mafia estaban contados; la sombra de la ley se cernía sobre él, y el sargento Mendiola, un policía honesto con un fervor inquebrantable por la justicia, no podía ignorar los crímenes atroces que manchaban el legado de Damon Castell y Boris Andrade.Francesco, en un acto de desesperación y amor paternal, había asumido toda la culpa de los delitos que habían manchado la organización Lombardo, una entidad que, en su apogeo, había sido temida y respetada, pero que ahora se convertía en una triste leyenda de la criminalidad. Su histor
El padre de Abigail, con una mirada que mezclaba firmeza y un atisbo de dolor que intentaba ocultar, respondió con voz grave:—Abigail, no se trata de que quiera hacerte esto. Es una cuestión de necesidad. Las circunstancias nos han llevado a este punto, y no hay otra salida. Este matrimonio es más que una unión entre dos personas; es una alianza que puede salvarnos.Abigail, temblando, intentó reunir toda la fuerza que le quedaba para enfrentarse a su padre:—¿Salvarnos? ¿A costa de qué, papá? ¿De mi felicidad? ¿De mi vida? No puedo creer que esto sea lo único que se te ocurre. ¡Tiene que haber otra manera!Su padre, con el semblante aún serio, se acercó a ella y, en un intento de suavizar sus palabras, bajó la voz:—Lo he pensado durante meses, hija. He buscado otras opciones, pero ninguna nos ofrece la protección y la seguridad que esta alianza nos brinda. No solo está en juego tu futuro, sino también el de nuestra familia. Recuerda que solo somos tú y yo, Abigail.Esta última lo m
El frío de la noche le había calado hasta los huesos y le producía una sensación de desamparo y desolación. Abigail se preparaba para convertirse en la esposa de Max, un hombre al que nunca había visto y que pronto sería su marido. La idea de unirse a un desconocido le producía angustia, pero su situación era aún peor. Sin parientes que la apoyaran, solo contaba con su padre, un hombre atrapado en sus vicios, quien había tomado la decisión de entregarla a cambio de saldar sus deudas.En la soledad de su habitación, Abigail lloraba desconsoladamente, sintiendo cómo la tristeza la ahogaba y le robaba las fuerzas. Su mente era un torbellino de pensamientos, reflexionando sobre la injusticia de la vida que la había llevado a aquella cruel encrucijada. Deseaba con todas sus fuerzas escapar, huir de un destino que no había elegido, pero el amor que sentía por su padre la mantenía atada a aquella realidad desgarradora. Sabía que su sacrificio era el precio que debía pagar por el bienestar de
Allí estaba Abigail, de pie frente a Max en el dormitorio. Ambos se miraban fijamente, llenos de incredulidad. Max no iba a dejar pasar la oportunidad de hacer suya a Abigail en su noche de boda. Era consciente de que sería la primera vez para Abigail y su curiosidad lo impulsaba a comprobar si el alto precio que había pagado había valido la pena. Era un hombre intenso, un amante temerario y poco comedido, y al percibir el delicado miedo en Abigail, se encendía aún más, sintiendo una atracción química desbordante que los envolvía a ambos.Max la tomó sin miramientos y, de un solo movimiento, la desnudó. Abigail, en silencio, se entregó a él, permitiéndole que explorase su cuerpo con una mezcla de gozo y dudas. Un fuerte cosquilleo recorre su piel, borrando momentáneamente sus pensamientos. Max, impulsado por su deseo, no se contiene y, de manera abrupta, arranca su virginidad. Abigail sintió un intenso dolor que la atravesó y las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos mientras Max l