Capítulo 4. Embarazo relámpago.

Abigail emitió un quejido extraño que no parecía humano, sintiendo cómo un estremecimiento recorría su cuerpo de pies a cabeza. Tragó saliva y se dio cuenta de que tenía la garganta seca. El miedo se instaló en su corazón y, presa de la angustia, corrió al baño para vomitar. Habían pasado ya un par de meses desde su matrimonio con Max, y entre tantas ocupaciones, él había estado tan atrapado en su deseo de no dejarla ir tan pronto que no había tenido tiempo suficiente para tramitar el divorcio. Pero finalmente había llegado el día.

Max fue hasta la habitación de Abigail y, al no recibir respuesta, decidió entrar. Al escuchar los gemidos provenientes del baño, su corazón se aceleró. Con nerviosismo, empujó la puerta y encontró a Abigail pálida, casi desmayada, arrodillada junto al retrete. Sin pensarlo dos veces, la tomó entre sus brazos y la llevó a la cama con preocupación.

—Abigail, ¿qué te pasa? —preguntó Max, con la voz temblándole ligeramente. — ¿Te sientes mal?

Ella apenas pudo responder, su voz era un susurro.

—Solo... solo me siento un poco mareada.

Max frunció el ceño, preocupado. Se levantó rápidamente y sacó el teléfono.

—Voy a llamar al doctor —dijo, mientras marcaba el número. —Y también le diré a Norah que venga. Necesitamos ayuda.

Abigail lo miró con ojos llenos de angustia.

—No quiero preocupar a nadie, Max. De verdad que estoy bien.

—No, no estás bien —replicó él con firmeza. —No voy a dejarte sola en esto. Te necesito aquí, fuerte y sana.

Mientras hablaba con el doctor, Max no podía evitar sentir que el peso de la situación lo aplastaba.

Horas más tarde, el médico les ofreció un posible diagnóstico antes de confirmar en el laboratorio si las pruebas eran concluyentes. Con una mezcla de miedo y melancolía, Abigail sintió cómo en silencio se apoderaba de ella un bonito sentimiento profundo. Max, por su parte, abrió los ojos como platos y, riendo de alegría, exclamó:

—¡Un hijo! ¡Esto es lo más maravilloso que podría pasarnos!

Abigail lo miró, sintiendo una mezcla de emociones.

—¿Estás seguro de que estamos listos para esto? —preguntó con la voz temblándole ligeramente.

—No, pero siempre he querido redimirme de mis pecados. Este niño podría ser mi oportunidad —respondió Max, con una sonrisa que iluminaba su rostro.

Abigail asintió; no entendía muy bien las palabras de Max, pero sentía que, a pesar del miedo, había algo hermoso en la posibilidad de empezar de nuevo.

*****

Al día siguiente, lo evidente se hizo notorio: Abigail estaba embarazada. Max olvidó sus miedos y sombras, e incluso sus temores, y tomó a Abigail entre sus brazos con emoción y alegría. Era una felicidad que antes sentía que la vida le había negado.

—No puedo creer que esto esté sucediendo —dijo Max, mirando a Abigail con asombro.

—Es real, Max. Vamos a ser padres—respondió ella, sonriendo mientras acariciaba su abdomen.

—Esto es un nuevo comienzo para nosotros. Prometo que voy a hacer todo lo posible para ser el mejor padre—afirmó Max con determinación en su voz.

—Y yo estaré ahí para este bebé en cada paso del camino —contestó Abigail, sintiendo que su corazón se llenaba de esperanza.

Ella suavizó su mirada hacia Max, quien, con ternura, acarició sus mejillas. Sin embargo, lo único que pudo susurrarle fue:

—Perdóname por lo que ocurrió en la noche de nuestra boda.

Abigail se puso seria y su expresión cambió drásticamente.

—Déjame sola, Max —respondió con firmeza. —No quiero recordar aquella noche.

La tensión en el aire se hizo palpable, y su voz tembló con la frustración de un dolor que aún no había sanado. Sin poder contenerse, lo empujó hacia la puerta, olvidando la alegría del momento que habían compartido.

—Por favor, Abigail... —intentó él, pero ella lo interrumpió.

—No, Max. Necesito tiempo.

Con esas palabras, cerró la puerta tras él, dejando a Max en el umbral, sintiendo el peso de su arrepentimiento y la distancia que se había creado entre ellos.

A pesar de la desenfrenada reacción y el enojo de Abigail, Max no podía evitar sentirse contento. Estaba decidido a conquistarla a toda costa y a ganarse su corazón con amor, sin que el temido y ardiente deseo sexual se lo impidiera. Solo quería enamorarla con dulzura y ternura. Si antes había comenzado a sentir cariño por la joven, ahora que sabía que llevaba a su hijo en el vientre, el amor se adentraba en su corazón con una fuerza que no podía ignorar.

Max tomó su teléfono móvil y, con una mezcla de emoción y nerviosismo, marcó el número de su mejor amigo, Elliot. Cuando este contestó, se notaba la incredulidad en su voz.

—¡Elliot! —exclamó Max, conteniendo apenas su alegría. — ¡Tengo una noticia increíble!

—¿Qué pasa, amigo? Suena serio —respondió Elliot, con un tono lleno de curiosidad.

—Voy a ser padre —dijo Max, sintiendo cómo una sonrisa se dibujaba en su rostro.

—¿Qué? ¡No me lo puedo creer! ¿De verdad? —Elliot estalló en risas, aunque su sorpresa era evidente. — ¿Embarazaste a Abigail?

—Así es, Abigail es la madre de mi hijo. Estoy decidido a ganarme su corazón a pesar de todo lo que ha pasado —confesó Max, sintiendo que la vida le sonreía un poco en medio de sus tormentos.

—Eso es increíble, Max. ¡Felicidades! Pero, ¿estás seguro de que esto es lo que quieres? —preguntó Elliot, con un tono de preocupación en su voz.

—Sí, estoy seguro. Quiero que nuestro hijo crezca en un ambiente lleno de amor—respondió Max, sintiendo una renovada esperanza.

—Entonces, ¡vamos a celebrarlo! —dijo Elliot, cuyo entusiasmo era contagioso. — ¡Eres un futuro papá!

Al colgar la llamada con Elliot, Max sintió una oleada de determinación recorrer su cuerpo. Con una mezcla de emoción y resolución, se dirigió a la mesa donde reposaban los papeles del divorcio que tanto tiempo llevaban esperando a que los firmaran. Con un gesto decidido, tomó los documentos y, en un acto simbólico de renacimiento, los rompió en pedazos, dejando atrás los trámites que habían marcado una etapa dolorosa de su vida. La noticia de que iba a ser papá lo llenaba de una renovada esperanza y le daba fuerzas para enfrentar el futuro con valentía. En su corazón, una chispa de amor y anhelo por Abigail comenzó a arder con más intensidad. Sabía que debía luchar por ella, no solo por el bien de su futuro hijo, sino también por el profundo deseo de construir una familia unida y feliz. Con cada fragmento de papel que caía al suelo, Max se convencía más de que podía conquistar a Abigail y demostrarle que estaba dispuesto a hacer lo necesario para crear un hogar lleno de amor y estabilidad. La vida volvía a sonreírle y, con esa alegría, se sentía listo para enfrentar cualquier desafío que se interpusiera en su camino.

*****

Mientras tanto, Norah sube personalmente a llevarle la cena a Abigail, asegurándose de que se alimente bien. Conversa un poco con ella y le insiste en que renuncie a dejar la mansión y también a Max. Sin embargo, Abigail, con una firme determinación, se mantiene firme en su decisión de divorciarse y seguir adelante sola con su hijo, sin Max. Asegura que su equivocado matrimonio solo fue una mala experiencia en su vida.

—Abigail, realmente creo que deberías reconsiderar tu decisión. Esta casa ha sido tu hogar, y Max... Bueno, él también necesita una oportunidad para cambiar—dice Norah mientras sirve la cena.

Abigail, mirando por la ventana, le responde:

—Norah, he pensado mucho en esto. No puedo seguir aferrándome a algo que solo me ha traído dolor. Mi matrimonio con Max fue un error y estoy lista para dejarlo atrás.

—Pero, ¿y tu hijo? ¿No crees que sería mejor para él tener a su padre cerca?

—No se trata solo de eso. Quiero que mi hijo crezca en un ambiente saludable, y eso no incluye a Max. Necesito ser fuerte y tomar esta decisión por mí y por él.

—Entiendo tu punto de vista, pero a veces las segundas oportunidades pueden ser valiosas.

Lo sé, pero no puedo arriesgarme a repetir los mismos errores. Es hora de que ambos sigamos adelante, cada uno por su lado. Esto nunca fue un matrimonio.

Abigail asiente con una ligera tristeza, sintiendo el peso de su decisión mientras lleva la cuchara a sus labios y come despacio. Cada bocado parece recordarle los momentos difíciles compartidos con Max, en los que no ha habido risas ni promesas, solo dolor y desconfianza. Sin embargo, en su corazón sabe que es necesario anteponer el bienestar de su hijo y su propio bienestar emocional. La comida, que antes le parecía un placer, ahora le parece insípida, como si el sabor se hubiera desvanecido junto con la esperanza de una reconciliación. Mientras mastica lentamente, sus pensamientos divagan en medio de la realidad de su situación actual. El firme propósito que ha tomado contrasta con la melancolía que la acompaña. A pesar de que le duele en lo más profundo de su ser y se niega a aceptarlo, entiende que es un paso crucial para tener un futuro más saludable para ambos.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo