Max observaba la vasta ciudad que se extendía ante él desde la altura del rascacielos del edificio empresarial. A lo lejos, el vibrante Manhattan latía con vida; la gente se movía de un lugar a otro, como si cada uno tuviera un propósito claro en medio del bullicio urbano. Sin embargo, en su mente, Max se encontraba atrapado en un vaivén de pensamientos y emociones. Abigail había decidido quedarse a su lado debido a su embarazo, pero aún no lograba aceptarlo plenamente como su marido en la intimidad. Esta situación lo llenaba de incertidumbre y ansiedad, ya que sabía que debía esforzarse enormemente para ganarse su confianza en el ámbito más personal y delicado de su relación. A pesar de su corta edad, Abigail se mostraba firme y decidida, exhibiendo una madurez que sorprendía a Max. Aunque carecía de experiencia en la vida, su actitud resolutiva y su capacidad para enfrentar los desafíos le otorgaban una fortaleza que él admiraba profundamente. Max comprendía que el camino hacia la intimidad y el vínculo emocional que deseaba con ella sería largo y lleno de obstáculos, pero estaba dispuesto a luchar con todas sus fuerzas para construir una unión sólida y duradera.
De repente, la sensual Elisa irrumpió en la oficina, envuelta en un aura de seducción pasional que la hacía destacar. Era una mujer con un pasado oscuro, parte del equipo que se dedicaba a actividades delictivas, pero había algo más en su mirada que solo la frialdad del crimen. Siempre había sentido una gran atracción por el guapísimo Max, con quien intuía que sentía algo más que amistad, algo que se asemejaba al amor. Sin embargo, su corazón se sentía herido por su repentino matrimonio y, ahora, por el embarazo de Abigail. Con una actitud desafiante, se acercó a Max, dejando que su sensualidad se desbordara.
—¿Así que te has casado y ahora vas a ser padre? —dijo Elisa, su voz suave pero cargada de reproche. — ¿No te parece un poco cruel, Max? Sabes que siempre he estado aquí, y ahora me dejas por ella. ¿Cómo pudiste embarazarla?
Max, sorprendido por su llegada y sus palabras, intentó mantener la calma.
—Elisa, basta, tus reclamos sobran. Abigail y yo somos un matrimonio, ¿qué esperabas?
—¿Qué? ¿Qué es lo que hay entre nosotros? —interrumpió ella, acercándose aún más y desafiándolo con la mirada. —No puedes simplemente ignorar lo que sentimos.
Max sintió la tensión en el aire, consciente de la atracción que siempre había existido entre ellos, pero también de la realidad que lo ataba a Abigail.
—No estoy ignorando nada, pero esto es complicado. Abigail necesita mi apoyo ahora más que nunca. Bien sabes que nuestra relación es ocasional, entiende que es solo sexo.
Elisa sonrió con desdén, mirándolo con recelo.
—¿Y qué hay de lo que yo necesito, Max? ¿Acaso no importa?
La conversación se tornó intensa, cargada de emociones no resueltas y de decisiones difíciles que ambos debían afrontar.
Max sintió cómo la ira comenzaba a crecer en su interior ante las reclamaciones de Elisa. Para él, sus momentos juntos habían sido solo eso: momentos de pasión y diversión, sin ataduras emocionales. Ahora, con Abigail esperando un hijo, no estaba dispuesto a arriesgar su relación por un juego de seducción que ya no tenía sentido.
—Elisa, ¿realmente crees que esto es justo? —dijo Max con voz firme y decidida. —Solo tuvimos un desliz, y ahora tengo responsabilidades. Abigail está embarazada y no puedo poner en riesgo mi matrimonio por algo que no significa lo que tú piensas.
Elisa frunció el ceño con gesto desafiante.
—¿Desliz? ¿Eso es todo lo que fue para ti? —preguntó, con un tono cargado de rabia. —Sabes que hay algo más entre nosotros, Max. No puedes simplemente ignorarlo.
—No estoy ignorando nada —replicó él, sintiendo cómo la frustración se apoderaba de él. —Pero no puedo seguir jugando contigo. Abigail necesita mi apoyo, y no puedo ser el hombre que te dé lo que quieres mientras ella está embarazada.
Elisa dio un paso atrás y su expresión pasó de la provocación a la decepción.
—Así que eso es todo, ¿verdad? ¿Te vas a conformar con una vida aburrida y predecible? —dijo, su voz ahora más suave, casi suplicante. — ¿No hay lugar para la pasión en tu vida?
Max respiró hondo, sintiendo el peso de la decisión que había tomado.
—La pasión no lo es todo, Elisa. A veces, hay que hacer lo correcto. Y lo correcto ahora es estar con Abigail y con nuestro hijo.
La tensión entre ellos era palpable y Max sabía que había cruzado una línea que no podría deshacer. La conversación había dejado claro que sus caminos estaban destinados a separarse y, aunque le dolía, sabía que era lo mejor.
Elisa, aunque decepcionada, no se quedaría tranquila. En su mente, la idea de perder a Max era inaceptable. Recordó que primero fue sábado que domingo, y sabía que Max volvería a ella en medio de sus responsabilidades y complicaciones. Trabajaban juntos en la misma organización criminal. Con una determinación renovada, comenzó a tramar un plan en su cabeza para separarlos. Se veía a sí misma como una mujer temeraria, pasional y seductora, pero también como una aguerrida delincuente a la que no se podía tomar el pelo.
Antes de salir, se acercó a Max, su mirada llena de un fuego que él no podía ignorar.
—¿Así que eso es todo? —dijo ella, su voz suave pero cargada de ironía. — ¿Te conformarás con una vida monótona mientras yo estoy aquí, dispuesta a ofrecerte algo más emocionante?
Max la miró y percibió la tensión en el aire, pero mantuvo su firmeza.
—Elisa, esto no es un juego. No puedes seguir así.
Ella sonrió con desdén, acercándose un poco más y, antes de que él pudiera reaccionar, le dio un ligero beso en los labios, un gesto que contenía una astuta dosis de venganza.
—No te preocupes, Max. Siempre hay formas de cambiar las cosas—susurró, antes de alejarse, dejando a Max con una sensación de inquietud que no podía ignorar.
*****
Tiempo después, Max intentó olvidar la reacción impulsiva de Elisa, convencido de que «perro que ladra no muerde», y de que nadie podía ser más temido que él. Con esa mentalidad, decidió ir a una floristería con su chófer, un ex policía entrenado que siempre estaba alerta. Al llegar, le pidió que le comprara las flores más frescas y bellas, de color blanco, un gesto que simbolizaba su deseo de mantener la paz y la armonía en su hogar.
Mientras se dirigían de regreso a casa, una sensación inquietante se apoderó de él. Tenía la impresión de que los estaban siguiendo. Sin perder la calma, le dijo rápidamente a su chófer que pidiera refuerzos y que intentara persuadir hábilmente al vehículo que parecía estar detrás de ellos. La tensión en el aire era palpable, pero Max sabía que debía mantener la compostura.
Minutos más tarde, finalmente llegaron a casa, sanos y salvos, y con el ramo de flores intacto. Sin embargo, el nerviosismo que sentía era evidente, a pesar de sus esfuerzos por ocultarlo. Se dirigió a la habitación de Abigail, donde esta había estado organizando algunas cosas para el bebé junto con Norah. La atmósfera en la habitación era diferente; Abigail estaba más serena que en los meses anteriores. La inminente llegada de su hijo le dibujaba una enorme sonrisa en los labios, alejándola de todos sus temores y ansiedades.
Max la observó por un momento, con una mezcla de amor y preocupación. Sabía que debía proteger a su familia de cualquier amenaza, pero también anhelaba que esos momentos de felicidad y tranquilidad perduraran. Con el ramo de flores en la mano, se acercó a ella intentando dejar atrás la inquietud que lo había acompañado durante el trayecto.
Al día siguiente, el recuerdo del coche que lo había estado siguiendo regresó a su mente como un umbral que distorsionaba sus pensamientos. Max se dirigió directamente al centro de operaciones Lombardo, sintiendo la presión de llevar el peso del negocio casi por completo solo, ya que su padre no daba señales de vida. Junto con Elliot, estaba al frente de la organización criminal, además de cumplir con sus compromisos como director ejecutivo del sector turístico. Se preguntaba cómo encontraría el tiempo para ocuparse también de su familia y, sobre todo, para enamorar a su mujer.Al llegar, se encontró con Elliot en el centro de operaciones.—Max, ¿todo bien? Te veo un poco distraído —comentó Elliot, frunciendo el ceño.—No estoy seguro. Ayer sentí que alguien nos seguía, y eso me tiene inquieto —respondió Max, pasándose una mano por el cabello para despejar la mente.—Eso suena serio. ¿Has considerado aumentar la seguridad? —sugirió Elliot, preocupado.—Sí, lo haré. Pero también tengo
Al anochecer, impulsado por un intenso deseo, Max se acercó a la habitación de Abigail, quien ya se había tranquilizado un poco con él y creía que era el momento de acercarse más íntimamente a ella. Al llegar, vio que Abigail estaba a punto de dormirse. Se sentó en la cama y, esta vez, con un poco más de delicadeza, se abalanzó sobre ella. Sin embargo, las imágenes oscuras de su noche de bodas seguían presentes en la mente de Abigail, y, como un destello, los recuerdos la perturbaban. No había tenido una buena experiencia con Max en su primera vez; lo había sentido como una violación. Con brusquedad, lo apartó de su lado y lo miró con aprensión.—Max, por favor, no. Solo... vete y no me toques —dijo, con la voz temblando ligeramente.Max, sorprendido por su reacción, se detuvo y la miró a los ojos, tratando de entender su dolor.—Abigail, no quiero hacerte daño. Solo quiero que estemos juntos — respondió con tono lleno de preocupación.Ella cerró los ojos, tratando de calmarse, pero l
Max, intentando calmar su rabia y canalizar la tormenta de emociones que lo consumía, llegó al apartamento de la sensual Elisa. Cuando ella abrió la puerta, no pudo contenerse y la besó con una pasión desenfrenada, como si cada beso fuera un intento de borrar el dolor que lo atormentaba. Con locura, comenzó a quitarle la ropa, dejando cada prenda en el suelo como símbolo de su desesperación.Elisa, fascinada por la intensidad de su reacción, sonrió con picardía. Sabía que el lobo hambriento que habitaba en Max siempre regresaría a ella, buscando saciar sus pasiones.—Siempre estaré dispuesta para ti, Max —le susurró con voz seductora. —Estoy disponible para ti en todo momento, con todo el deseo disponible, sin reservas.En medio de esa intensa batalla campal de emociones, se entregaron el uno al otro con ardiente frenesí, dejando que la química que existía entre ellos los consumiera por completo. Cada roce, cada susurro, era un recordatorio de la conexión que compartían, un refugio en
La tarde siguiente, Max había acompañado al padre de Abigail a un centro de rehabilitación de Nueva York para tratar su alcoholismo y sus vicios. Había optado por uno de los mejores y más caros centros de Nueva York, con la esperanza de que su suegro recibiera la ayuda que tanto necesitaba. Aunque su relación con Abigail había tenido altibajos, su amor por ella crecía día a día, como las hojas que brotan en los árboles en primavera. Max sabía que Abigail sería la madre de su único hijo y eso lo motivaba aún más a hacer lo correcto.Sin embargo, no podía evitar sentirse confundido por el comportamiento hostil de Abigail hacia él. A menudo se preguntaba por qué ella parecía exagerar en sus reacciones, y esto lo llevó a considerar la posibilidad de que su relación estuviera más marcada por los malentendidos que por la verdadera animosidad. A pesar de sus sentimientos, Max decidió que lo mejor sería mantener cierta distancia. Se comprometió a evitar cualquier contacto físico y a no poner
Max salió de inmediato de la mansión, con la cabeza revuelta y los pensamientos desordenados. Había recibido una terrible noticia de Samuel y el resto del equipo: el centro de operaciones había sido atacado de forma inesperada, sin darles tiempo para reaccionar. Su mejor amigo y socio, Elliot Jones, había resultado gravemente herido. Sin perder un segundo, Max se dirigió rápidamente a la clínica para asegurarse de que Elliot recibiera la atención médica que necesitaba.Mientras viajaban en el coche con Samuel y los escoltas, Max no podía evitar lamentarse.—Todo me sale mal, Samuel —murmuró, mirando por la ventana. —Elliot está en el hospital y mi padre sigue sin aparecer para ayudarme con la organización. Estoy exhausto.Samuel, con una expresión seria, respondió:—Max, tenemos que mantener la calma. Elliot es fuerte y lo sacaremos de esta. Pero tú también necesitas cuidar de ti mismo. La reunión con los inversores está a la vuelta de la esquina.—Lo sé —suspiró Max, frotándose la fr
Abigail se encontraba sumida en la angustia en su habitación, aferrándose a la esperanza de que su padre estuviera a salvo en el centro de rehabilitación, donde luchaba por superar sus vicios. Sin embargo, de repente, un intenso dolor la atravesó en la parte baja del vientre y el miedo se apoderó de ella. Al intentar sentarse, se dio cuenta con horror de que estaba sangrando.—¡Ayuda! ¡Por favor, ayúdenme! —gritó, y su voz resonó con desesperación en las paredes de la mansión.Los guardias que vigilaban la puerta, alarmados por sus gritos, se apresuraron a entrar. Uno de ellos, con una expresión de preocupación, se acercó rápidamente.—¿Qué sucede? —preguntó, tratando de calmarla mientras evaluaba la situación.—¡Estoy sangrando! ¡Necesito ayuda! —respondió Abigail, con la voz temblorosa de miedo.Sin perder tiempo, el guardia sacó su radio y pidió asistencia médica.—¡Norah, ven rápido! —gritó, mientras otro guardia se acercaba a Abigail para brindarle apoyo.Al escuchar la llamada d
Al día siguiente, las aguas comenzaron a calmarse para Max. Su esposa, Abigail, y el bebé estaban fuera de peligro, aunque ella necesitaba reposo absoluto y debía evitar el estrés y las preocupaciones. Por otro lado, Elliot también había salido bien de la operación: lograron extraerle la bala y se encontraba fuera de peligro, lo que le brindaba un respiro a Max en medio de la tormenta emocional que lo rodeaba. A pesar de todo, se sentía un poco más tranquilo.Norah llegó desde la mansión, preocupada al ver a Max tan abatido y con la misma ropa de la noche anterior. Había pasado toda la noche en el hospital y su agotamiento era evidente. Se acercó a él con cariño y dejó de lado el tema del contrato que había firmado para casarse con Abigail.—Max, cariño —dijo Norah, acariciándole el brazo. — ¿Cómo te sientes? Has estado aquí toda la noche. Necesitas descansar.Max levantó la mirada y sintió el calor del amor maternal en su voz.—Estoy bien, Norah. Solo estoy preocupado por Abigail y e
Minutos después, llegaron a la mansión y Abigail se acomodó en la cama, notando el suave roce de las sábanas. La tranquilidad que reinaba en la mansión la envolvía, pero su mente estaba llena de preguntas. Justo cuando estaba a punto de relajarse, Max entró en la habitación con una expresión decidida.—Abigail —comenzó, con un tono que intentaba ser reconfortante. —He hablado con los hombres de seguridad. Ya no estarán aquí. Quiero que te sientas más tranquila.Abigail lo miró, sintiendo una mezcla de alivio y desconfianza.—Max, eso no cambia lo que está pasando entre nosotros. Necesitamos hablar sobre nuestra separación y lo que significa para mí… para nosotros.Max se pasó una mano por el cabello, evitando su mirada.—Abigail, ahora mismo lo más importante es que te recuperes y que estés bien. Todo será diferente a partir de ahora.—¿Diferente? —replicó ella, frustrada. — ¿Y qué hay de mi libertad? ¿Qué hay de nosotros?Max dio un paso atrás, como si la distancia pudiera ayudar a e