Al día siguiente, el recuerdo del coche que lo había estado siguiendo regresó a su mente como un umbral que distorsionaba sus pensamientos. Max se dirigió directamente al centro de operaciones Lombardo, sintiendo la presión de llevar el peso del negocio casi por completo solo, ya que su padre no daba señales de vida. Junto con Elliot, estaba al frente de la organización criminal, además de cumplir con sus compromisos como director ejecutivo del sector turístico. Se preguntaba cómo encontraría el tiempo para ocuparse también de su familia y, sobre todo, para enamorar a su mujer.
Al llegar, se encontró con Elliot en el centro de operaciones.
—Max, ¿todo bien? Te veo un poco distraído —comentó Elliot, frunciendo el ceño.
—No estoy seguro. Ayer sentí que alguien nos seguía, y eso me tiene inquieto —respondió Max, pasándose una mano por el cabello para despejar la mente.
—Eso suena serio. ¿Has considerado aumentar la seguridad? —sugirió Elliot, preocupado.
—Sí, lo haré. Pero también tengo que pensar en el negocio. Mi padre no está aquí y no puedo permitir que esto se descontrole—Max suspiró, sintiendo el peso de la responsabilidad.
—Entiendo, pero no puedes hacerlo todo solo. Necesitas un equilibrio. ¿Y Abigail? —preguntó Elliot, intentando cambiar de tema.
—Ella es una prioridad, pero con todo esto, me siento como si estuviera fallando como esposo—dijo Max, se pasó la mano por la cara, frustrado.
—Quizás deberías preparar una cena especial para ella. A veces, esos pequeños gestos marcan una gran diferencia. Trátala bien, eso nunca falla —sugirió Elliot sonriendo.
—Tienes razón. No puedo permitir que el trabajo consuma todo mi tiempo—asintió Max, sintiendo que, a pesar de la presión, había una salida.
Con una nueva determinación, se preparó para enfrentar el día, decidido a encontrar un equilibrio entre su temido trabajo y su vida personal.
Max se reunió rápidamente con el equipo que lideraba. Samuel llegó con una expresión grave.
—Max, tenemos un problema serio —dijo Samuel, mirando a su alrededor antes de continuar. —Un enemigo que quiere verte muerto ha llegado. Se llama Peter Anderson, un criminal estadounidense que no está dispuesto a ceder espacio en su territorio.
Max sintió que la tensión en la sala aumentaba.
—¿Qué sabemos de él? —preguntó, manteniendo la calma a pesar de su creciente preocupación.
—Es un tipo peligroso, con un historial de violencia. Si no actuamos rápido, podría arruinar nuestros planes—respondió Samuel, cruzando los brazos.
Elisa, que había estado escuchando atentamente, intervino:
—Necesitamos planear una estrategia. No solo para protegernos, sino también para salvaguardar la organización. No podemos permitir que esto nos detenga.
Elliot asintió y añadió:
—Exactamente. Nuestro octavo golpe es el asalto a una joyería exclusiva y lujosa. No podemos permitir que Peter interfiera en eso.
—¿Qué propones, Samuel? —preguntó Max, dirigiendo la mirada hacia él.
—Podríamos reforzar la seguridad en nuestras operaciones y establecer un plan de contingencia. Además, deberíamos considerar movernos a un lugar más seguro para nuestras reuniones—sugirió Samuel con voz firme.
—Eso suena bien, pero también necesitamos ser proactivos. Si Peter está detrás de todo esto, debemos enviar un mensaje claro de que no nos dejaremos intimidar—dijo Elisa con determinación.
—De acuerdo. Vamos a reunir toda la información que tengamos sobre él y a preparar un plan—decidió Max, sintiendo que la presión aumentaba, pero también una chispa de resolución.
Con la conversación centrada en la estrategia, el equipo se preparó para enfrentar la amenaza, decidido a mantener su organización a salvo y llevar a cabo su ambicioso golpe.
*****
Al salir de la reunión, Max recibió una llamada de Abigail, cuya voz temblorosa y llena de preocupación le dijo:
—Max, necesito que vengas. Mi padre ha tenido un problema... Lo golpearon en la salida de un bar —dijo Abigail con un tono lleno de angustia.
Max frunció el ceño, sintiendo cómo un nuevo problema se sumaba a los muchos que ya tenía en su complicada vida. A pesar de que le había vendido a Abigail para saldar sus deudas, sabía que ella era el único familiar que le quedaba en este mundo.
—¿Está en el hospital? —preguntó Max, tratando de mantener la calma.
—Sí, lo llevaron de urgencia. No sé qué hacer... —respondió Abigail, con la voz quebrándose.
—Voy para allá. No te preocupes, Abigail. Estaré contigo —dijo Max, sintiendo una punzada de compasión. Sabía que debía dejar de lado sus propios problemas y acudir al rescate de Abigail.
Al llegar al hospital, Max la encontró en la sala de espera con los ojos llenos de lágrimas. Se acercó y la abrazó con fuerza.
—Lo siento mucho, Abigail. Haré todo lo posible para ayudar a tu padre.
—Gracias, Max —le dijo, con el peso de la situación. — No sé qué haría sin ti— respondió ella, secándose las lágrimas.
Mientras esperaban noticias sobre Timothy, Max se sintió abrumado por la carga de sus responsabilidades, pero también decidido a estar allí para Abigail en ese difícil momento.
*****
Al día siguiente, Timothy se encontraba en la mansión de Maximiliano Lombardo, sumido en la pena y la confusión. Acababa de enterarse de que su hija estaba embarazada. Después de que la resaca comenzara a disiparse, decidió sentarse con Abigail en el jardín a conversar. Mientras miraba a su hija, sintió una ligera culpa por cómo se habían dado las cosas en su matrimonio con Max, una decisión apresurada que le había sacado a él de problemas.
—Abigail, lo siento mucho...
—Papá, no es solo eso —le interrumpió ella. —No puedes seguir así. Tu vida no puede girar en torno a la bebida y los juegos— respondió Abigail, mirándolo con determinación.
Timothy bajó la mirada, sintiendo el peso de sus vicios.
—Lo sé, lo sé... He sido un mal padre. Pero estoy tratando de cambiar, de ser mejor— dijo con un tono de arrepentimiento.
—¿De verdad? Porque a veces parece que no te importa nada más que tus problemas —replicó Abigail, con sutileza y firmeza.
—Te prometo que estoy trabajando en ello. Quiero estar aquí para ti, para el bebé... —Timothy se detuvo, dándose cuenta de lo que había dicho.
Abigail lo miró, sorprendida.
—¿El bebé? ¿Cómo sabes... eso? —preguntó, con la voz temblorosa.
—Max me lo mencionó. Abigail, ¿estás bien? —preguntó Timothy, sintiendo una mezcla de preocupación y esperanza.
—Estoy bien, papá. Pero necesito que tú también lo estés. No puedo cargar con tus problemas y los míos al mismo tiempo —dijo Abigail, con lágrimas en los ojos.
Timothy asintió, con la urgencia de cambiar. Sabía que debía hacer un esfuerzo por su hija y su futuro nieto.
El padre de Abigail se deslizó frente a ella, con una mezcla de preocupación y culpa en su mirada. Intuía que, a pesar de todo, su hija parecía feliz por la llegada de su hijo con Max. En medio del caos que presagiaba, intuyó que había elegido a un marido que, al menos en apariencia, la mantenía a salvo. Sin embargo, Timothy desconocía que Max tenía serios vínculos con la mafia y lideraba una red delictiva. También ignoraba cómo se había quedado embarazada Abigail; fue en medio de una relación íntima forzada, aunque no hubo ultraje, tampoco hubo delicadeza por parte de Max. Abigail, por su parte, ocultaba a su padre los detalles de su apresurado matrimonio.
—Papá, sé que las cosas no han sido fáciles —comenzó Abigail, tratando de romper el silencio tenso entre ellos. —Pero creo que, de alguna manera, estoy encontrando mi camino.
Timothy la miró, sintiendo una punzada de preocupación.
—¿Estás segura de eso, Abigail? A veces me pregunto si realmente estás feliz con Max. No quiero que te sientas atrapada.
—No estoy atrapada, papá. Max... Max me cuida y, aunque todo ha sido muy rápido, siento que puedo confiar en él —respondió Abigail, tratando de convencerse a sí misma.
—¿Confías en él? —preguntó Timothy, frunciendo el ceño. —Hay cosas que yo no sé y me preocupa que no vea lo que te está pasando.
Abigail bajó la mirada, sintiendo el peso de la verdad que ocultaba.
—Papá, hay cosas que son complicadas. No todo es blanco o negro. Max ha hecho cosas de las que no estoy orgullosa, pero... —dijo, buscando las palabras. —No quiero que te preocupes más de lo que ya lo haces.
Timothy sintió que su corazón se hundía.
—Abigail, solo quiero lo mejor para ti. No quiero que repitas mis errores. Si hay algo que no me has contado, por favor, dímelo.
—No hay nada que no puedas manejar, papá. Solo necesito que confíes en mí y en mis decisiones —dijo Abigail, con una mezcla de determinación y tristeza en su voz.
Timothy asintió, aunque en su interior sabía que su hija le ocultaba más cosas de las que estaba dispuesta a compartir. La preocupación lo invadía, pero también el deseo de protegerla, sin saber que el verdadero peligro estaba más cerca de lo que imaginaba.
Al anochecer, impulsado por un intenso deseo, Max se acercó a la habitación de Abigail, quien ya se había tranquilizado un poco con él y creía que era el momento de acercarse más íntimamente a ella. Al llegar, vio que Abigail estaba a punto de dormirse. Se sentó en la cama y, esta vez, con un poco más de delicadeza, se abalanzó sobre ella. Sin embargo, las imágenes oscuras de su noche de bodas seguían presentes en la mente de Abigail, y, como un destello, los recuerdos la perturbaban. No había tenido una buena experiencia con Max en su primera vez; lo había sentido como una violación. Con brusquedad, lo apartó de su lado y lo miró con aprensión.—Max, por favor, no. Solo... vete y no me toques —dijo, con la voz temblando ligeramente.Max, sorprendido por su reacción, se detuvo y la miró a los ojos, tratando de entender su dolor.—Abigail, no quiero hacerte daño. Solo quiero que estemos juntos — respondió con tono lleno de preocupación.Ella cerró los ojos, tratando de calmarse, pero l
Max, intentando calmar su rabia y canalizar la tormenta de emociones que lo consumía, llegó al apartamento de la sensual Elisa. Cuando ella abrió la puerta, no pudo contenerse y la besó con una pasión desenfrenada, como si cada beso fuera un intento de borrar el dolor que lo atormentaba. Con locura, comenzó a quitarle la ropa, dejando cada prenda en el suelo como símbolo de su desesperación.Elisa, fascinada por la intensidad de su reacción, sonrió con picardía. Sabía que el lobo hambriento que habitaba en Max siempre regresaría a ella, buscando saciar sus pasiones.—Siempre estaré dispuesta para ti, Max —le susurró con voz seductora. —Estoy disponible para ti en todo momento, con todo el deseo disponible, sin reservas.En medio de esa intensa batalla campal de emociones, se entregaron el uno al otro con ardiente frenesí, dejando que la química que existía entre ellos los consumiera por completo. Cada roce, cada susurro, era un recordatorio de la conexión que compartían, un refugio en
La tarde siguiente, Max había acompañado al padre de Abigail a un centro de rehabilitación de Nueva York para tratar su alcoholismo y sus vicios. Había optado por uno de los mejores y más caros centros de Nueva York, con la esperanza de que su suegro recibiera la ayuda que tanto necesitaba. Aunque su relación con Abigail había tenido altibajos, su amor por ella crecía día a día, como las hojas que brotan en los árboles en primavera. Max sabía que Abigail sería la madre de su único hijo y eso lo motivaba aún más a hacer lo correcto.Sin embargo, no podía evitar sentirse confundido por el comportamiento hostil de Abigail hacia él. A menudo se preguntaba por qué ella parecía exagerar en sus reacciones, y esto lo llevó a considerar la posibilidad de que su relación estuviera más marcada por los malentendidos que por la verdadera animosidad. A pesar de sus sentimientos, Max decidió que lo mejor sería mantener cierta distancia. Se comprometió a evitar cualquier contacto físico y a no poner
Max salió de inmediato de la mansión, con la cabeza revuelta y los pensamientos desordenados. Había recibido una terrible noticia de Samuel y el resto del equipo: el centro de operaciones había sido atacado de forma inesperada, sin darles tiempo para reaccionar. Su mejor amigo y socio, Elliot Jones, había resultado gravemente herido. Sin perder un segundo, Max se dirigió rápidamente a la clínica para asegurarse de que Elliot recibiera la atención médica que necesitaba.Mientras viajaban en el coche con Samuel y los escoltas, Max no podía evitar lamentarse.—Todo me sale mal, Samuel —murmuró, mirando por la ventana. —Elliot está en el hospital y mi padre sigue sin aparecer para ayudarme con la organización. Estoy exhausto.Samuel, con una expresión seria, respondió:—Max, tenemos que mantener la calma. Elliot es fuerte y lo sacaremos de esta. Pero tú también necesitas cuidar de ti mismo. La reunión con los inversores está a la vuelta de la esquina.—Lo sé —suspiró Max, frotándose la fr
Abigail se encontraba sumida en la angustia en su habitación, aferrándose a la esperanza de que su padre estuviera a salvo en el centro de rehabilitación, donde luchaba por superar sus vicios. Sin embargo, de repente, un intenso dolor la atravesó en la parte baja del vientre y el miedo se apoderó de ella. Al intentar sentarse, se dio cuenta con horror de que estaba sangrando.—¡Ayuda! ¡Por favor, ayúdenme! —gritó, y su voz resonó con desesperación en las paredes de la mansión.Los guardias que vigilaban la puerta, alarmados por sus gritos, se apresuraron a entrar. Uno de ellos, con una expresión de preocupación, se acercó rápidamente.—¿Qué sucede? —preguntó, tratando de calmarla mientras evaluaba la situación.—¡Estoy sangrando! ¡Necesito ayuda! —respondió Abigail, con la voz temblorosa de miedo.Sin perder tiempo, el guardia sacó su radio y pidió asistencia médica.—¡Norah, ven rápido! —gritó, mientras otro guardia se acercaba a Abigail para brindarle apoyo.Al escuchar la llamada d
Al día siguiente, las aguas comenzaron a calmarse para Max. Su esposa, Abigail, y el bebé estaban fuera de peligro, aunque ella necesitaba reposo absoluto y debía evitar el estrés y las preocupaciones. Por otro lado, Elliot también había salido bien de la operación: lograron extraerle la bala y se encontraba fuera de peligro, lo que le brindaba un respiro a Max en medio de la tormenta emocional que lo rodeaba. A pesar de todo, se sentía un poco más tranquilo.Norah llegó desde la mansión, preocupada al ver a Max tan abatido y con la misma ropa de la noche anterior. Había pasado toda la noche en el hospital y su agotamiento era evidente. Se acercó a él con cariño y dejó de lado el tema del contrato que había firmado para casarse con Abigail.—Max, cariño —dijo Norah, acariciándole el brazo. — ¿Cómo te sientes? Has estado aquí toda la noche. Necesitas descansar.Max levantó la mirada y sintió el calor del amor maternal en su voz.—Estoy bien, Norah. Solo estoy preocupado por Abigail y e
Minutos después, llegaron a la mansión y Abigail se acomodó en la cama, notando el suave roce de las sábanas. La tranquilidad que reinaba en la mansión la envolvía, pero su mente estaba llena de preguntas. Justo cuando estaba a punto de relajarse, Max entró en la habitación con una expresión decidida.—Abigail —comenzó, con un tono que intentaba ser reconfortante. —He hablado con los hombres de seguridad. Ya no estarán aquí. Quiero que te sientas más tranquila.Abigail lo miró, sintiendo una mezcla de alivio y desconfianza.—Max, eso no cambia lo que está pasando entre nosotros. Necesitamos hablar sobre nuestra separación y lo que significa para mí… para nosotros.Max se pasó una mano por el cabello, evitando su mirada.—Abigail, ahora mismo lo más importante es que te recuperes y que estés bien. Todo será diferente a partir de ahora.—¿Diferente? —replicó ella, frustrada. — ¿Y qué hay de mi libertad? ¿Qué hay de nosotros?Max dio un paso atrás, como si la distancia pudiera ayudar a e
Finalmente, Peter Anderson estaba muerto. El enfrentamiento duró horas y fue una batalla de ingenio y fuerza que dejó huellas en ambos bandos. Sin embargo, al final, Max se salió con la suya, victorioso. Regresó al nuevo centro de operaciones en la madrugada, con la adrenalina aún corriendo por sus venas. Al entrar, encontró a Samuel y a Elisa esperándolo, ansiosos por conocer el desenlace.—¿Lo hiciste? —preguntó Samuel, con una mezcla de temor y expectativa.Max asintió con una sonrisa sombría en su rostro.—Anderson ya no es un problema —anunció, dejando caer su arma sobre la mesa con un golpe sordo. —Con su muerte, los problemas para la organización Lombardo se acabarán temporalmente.Elisa respiró aliviada, pero una sombra de preocupación cruzó su rostro.—¿Estás seguro de que esto es el final? —preguntó, y su voz tembló ligeramente. —Siempre hay repercusiones.Max se acercó a la ventana y miró hacia la oscuridad de la noche.—Quizás, pero por ahora hemos ganado una batalla impor