54.

Lentamente Franco voltea con las mandíbulas apretadas y las manos vueltas puños. Sabía que tenía que detener a Elisa, pero no entendía cómo.

—¿No te apiadarás ni siquiera por mi hijo?

—Ese niño tendría que ser nuestro y no tuyo y de Nora. ¿No lo entiendes? ¡Nora se quedó con todo lo que me pertenece! ¡Tú se lo diste!

—Elisa… Amo a Nora como no tienes idea y lo que pasó entre tú y yo se quedó en el pasado, se murió. No siento nada por ti. Si tanto me amas, déjame ser feliz con ella —dice Franco queriendo hacerla entrar en razón.

—No, Franco —retrocede Elisa, herida—. El tiempo corre, deshazte de ella antes de que yo le muestre tu infidelidad.

—No pasó nada entre tú y yo más que ese arranque de lujuria que no acabó en nada —dice Franco, dolido.

—¿Crees que Nora te creerá? ¡Buena suerte con eso! Tal vez del coraje termine abortando a tu hijo —dice Elisa retrocediendo sin quitarle la mirada de encima a Franco.

—He querido tener paciencia, pensar en otra solución, pero ¿sabes qué?
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