55.

—En verdad quiero creerte, pero… duele demasiado… —dice Nora sin poder respirar bien, su nariz se ha constipado y las lágrimas escurren por sus mejillas. Ni la vida, ni el convento, ni nada la habían preparado para una desilusión así.

—Nora… —Franco pronuncia el nombre de su esposa con anhelo.

—No me siento bien —lo interrumpe en voz baja y frágil, bajando la mirada hacia él y acariciando su mejilla con tristeza—. ¿Puedo irme a dormir con Roberta? —pregunta y la voz se le quiebra—. ¿Crees que quiera aceptarme en su cuarto una noche?

Los ojos de Franco se enrojecen y de pronto se siente débil y herido. No quiere pasar la noche lejos de Nora, pero comprende que ahora las cosas son diferentes.

—No tienes porqué irte de aquí… —dice Franco con tristeza. Se levanta del piso y se sienta a su lado, colocando la mano encima del vientre de Nora.

—No quiero dormir aquí… —dice Nora agachando la mirada y sus lágrimas calientes caen sobre la mano de Franco—. No esta noche.

—No quieres do
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