—El consejero debe de tener algún escrito a puño y letra del viejo mafioso —dice Sandra mordiéndose los dedos—. Grimaldi no les dio la noticia solo así, sabía que su muerte estaba cerca, tuvo que dejar algo. —De momento el cuerpo de Grimaldi está con el forense, además estarán buscando a Nora en cualquier rincón donde sepan que la encontrarán, lo cual dificultará mucho la toma del cargo, posponiéndola hasta que haya paz —dice Giordano con el ceño fruncido—. Aprovecharán ese momento para acomodar todas las piezas y quedar como los líderes de La Cosa Nostra. —Situación que no pienso permitir —dice Franco apretando los dientes. —Mucha suerte, señor D’Angelo —añade Simonetta con mofa—. No hay pruebas que apoyen la inocencia de Nora, la palabra de Marianne no será suficiente para calmar la sed de venganza del resto de los clanes. Ante los ojos de su organización, Nora será una traidora y usted el esposo de la traidora. Piénselo, está en severa desventaja. —Creo que tenemos mucho que
Nora se mantiene ante la mesa principal, moviendo con la cuchara la sopa ante ella. No ha dado ni un solo bocado y su mirada se queda perdida en las estrías de la madera. Aunque pareciera que su mente está llena de ideas, la verdad es que está vacía, desconectada de todo, pero a veces esa era la mejor forma de encontrar una salida. —Nora, debes de comer. En tu estado no puedes pasar ayuno —dice Bernardo sentado a la cabeza de la mesa, viendo la apatía de Nora mientras se empina su vaso de whisky. —No tengo hambre… —dice Nora cabizbaja y con tono neutro. —Le tendré que decir a Thalía que te haga comer y créeme que no será muy agradable. Le gustan las sondas —dice Bernardo amenazando a Nora como si fuera una niña chiquita. Nora levanta la mirada hacia Thalía, pero esta no hace ningún gesto, es como si no hubiera escuchado nada o fuera un robot apagado. Thalía, al sentir que sobra, da media vuelta y sale del comedor, dejándolos solos, sin ganas de escuchar más. —Estoy embarazada,
Nora puede escuchar el motor rugir y alejarse mientras regresa sobre sus pasos, percibiendo el movimiento de las linternas dentro de la casa. Cuando la luz regresa al salón principal, todos los policías brincan ante la sorpresa, como si hubieran descubierto un fantasma entre ellos, pero solo es Nora, con la mirada clavada en el piso y esperando. —¿Nora? —pregunta uno de los policías saliendo de entre la muchedumbre, arrancándose el pasamontañas que cubre su rostro y descubriéndose ante los ojos de Nora—. ¿Nora Beretta? —Hola, Mirna —saluda con media sonrisa y extiende sus manos hacia delante con las muñecas juntas esperando el arresto, acostumbrada al procedimiento de rutina—. Como en los viejos tiempos, ¿no? —¿Qué hiciste, Nora? —pregunta Mirna desilusionada. En cuanto uno de los policías se acerca para esposar a Nora, levanta su mano, deteniéndolo—. Yo lo haré. ♥ Dentro de la fría celda del departamento de policía, Nora se mantiene sentada en el cemento, con una idea clara en
—¿Por qué dijiste eso? —pregunta Bernardo indignado—. Tuvimos que matarla aquí mismo. —No, no tiene porqué saber que nosotros ya sabemos lo que hizo. Marino tiene en sus manos a Nora, un movimiento en falso y la podemos perder —dice Franco clavando su mirada en Bernardo, haciéndolo entender—. Tendremos que asistir a ese velorio, pero… con reservas. No podemos confiarnos en las palabras de Vera. —Apuesto que nos estarán esperando todos con sus armas listas para descargarlas sobre nosotros —dice Bernardo peinando con fuerza su cabello hacia atrás. —No tienes porqué venir conmigo, a quien quieren es a mí. —Franco… Estamos juntos en esto. Si tengo las intenciones de quitarte a tu esposa, también tengo las intenciones de acompañarte hacia la muerte —dice Bernardo ofreciéndole una sonrisa divertida mientras Franco tuerce los ojos hasta ponerlos en blanco. —Me halagas, no sé qué decir —responde D’Angelo cruzándose de brazos. —Solo tenem
—Marino será procesado e investigado. Le espera una larga condena si no es que pena capital —dice Mirna y sube sus pies al escritorio—. Todo gracias a ti.—Lo sé… Gracias a mí se quitaron un parásito muy gordo de encima. Creo que me deben algo por mi labor —dice Nora con media sonrisa y sin quitarle la mirada de encima a Mirna.—Nora… Los cargos fueron hechos por Vera Caruso, ahora que está incriminada y asociada a La Cosa Nostra y a Marino, bueno… ya no importa mucho, es cuestión de tiempo para liberarte —dice Mirna sabiendo que no es todo.—¿De cuánto tiempo hablamos? —pregunta Nora con el ceño fruncido por la preocupación.—El tiempo que tome el trámite —dice Mirna bajando la mirada—. También espero que entiendas que la confesión de Marino incriminó a F
Franco recibió su lugar como el líder de La Cosa Nostra, lo que tanto había anhelado ahora era realidad, y Nora regresó al confort de una casa grande y llena de sirvientes. Mientras su embarazo avanzaba, Bernardo se mantenía al lado de Franco, apoyándolo en cada decisión, nadie se atrevía a llevarles la contraria a esos dos. Grimaldi había acertado, juntos aseguraban la unidad y quién era su motivo para mantenerse así era Nora, quien recibía la protección y el cariño de ambos, con sus respectivas limitaciones hablando de Bernardo.Cuando el pequeño Carlo nació, las cosas cambiaron. Pese a la alegría que inundó la casa y a los padres, Bernardo se sentía cada vez más enfermo, no podía ver a la hermosa familia que habían creado su mejor amigo y la mujer que ama. Aunque el niño tenía su encanto y lograba hace
—Estarás bien… Todo estará bien —dice para sí misma, como si quisiera consolarse y tratar de asimilar la situación. —Nora… —Shhh… No hables, todo está bien, no hables —dice Nora acariciando el rostro de Franco. Sus manos llenas de sangre manchan las mejillas frías del mafioso. —Nora… Te amo tanto —dice Franco sin perder tiempo, sabe que no lo tiene, sabe que el camino para él se terminó—. Y tengo tantas cosas que agradecerte y también por las cuales pedirte perdón… —No me debes de pedir perdón por nada, por absolutamente nada —dice Nora pegando su frente a la de él—. El hombre al que amo, mi esposo, el padre de mi hijo nunca tiene que pedirme perdón por nada… —No tuve que obligarte a casarte conmigo, pero no me arrepiento… —Sonríe y de pronto un acceso de tos lo distrae. Cada expectoración sale con sangre y le causa dolor—. Me diste un hijo hermoso y los mejores años de mi vida —añade viendo con ternura a Nora, sabiendo que cada momento
—Mami… ¿dónde está papi? —pregunta el pequeño Carlo, viendo el carro que le había regalado Franco días antes de su muerte.Nora se hinca delante de su hijo y acaricia sus cabellos negros. ¿Cómo le explica a su pequeño que su padre está muerto y jamás volverá? ¿Cómo lo había hecho su madre cuando ella perdió a su padre?—Papá no regresará a casa, mi amor —dice Nora tomando del mentón al pequeño y viendo esos ojos azules. Era como volver a ver a Franco a los ojos y eso la vuelve a destruir.—¿Por qué? —pregunta con el rostro lleno de preocupación.—Porque papito está en el cielo, esperándome con una taza de café y un vaso de leche para él —dice Nora apretando los dientes y queriendo contener las lágrimas.