—Estarás bien… Todo estará bien —dice para sí misma, como si quisiera consolarse y tratar de asimilar la situación.
—Nora…
—Shhh… No hables, todo está bien, no hables —dice Nora acariciando el rostro de Franco. Sus manos llenas de sangre manchan las mejillas frías del mafioso.
—Nora… Te amo tanto —dice Franco sin perder tiempo, sabe que no lo tiene, sabe que el camino para él se terminó—. Y tengo tantas cosas que agradecerte y también por las cuales pedirte perdón…
—No me debes de pedir perdón por nada, por absolutamente nada —dice Nora pegando su frente a la de él—. El hombre al que amo, mi esposo, el padre de mi hijo nunca tiene que pedirme perdón por nada…
—No tuve que obligarte a casarte conmigo, pero no me arrepiento… —Sonríe y de pronto un acceso de tos lo distrae. Cada expectoración sale con sangre y le causa dolor—. Me diste un hijo hermoso y los mejores años de mi vida —añade viendo con ternura a Nora, sabiendo que cada momento
—Mami… ¿dónde está papi? —pregunta el pequeño Carlo, viendo el carro que le había regalado Franco días antes de su muerte.Nora se hinca delante de su hijo y acaricia sus cabellos negros. ¿Cómo le explica a su pequeño que su padre está muerto y jamás volverá? ¿Cómo lo había hecho su madre cuando ella perdió a su padre?—Papá no regresará a casa, mi amor —dice Nora tomando del mentón al pequeño y viendo esos ojos azules. Era como volver a ver a Franco a los ojos y eso la vuelve a destruir.—¿Por qué? —pregunta con el rostro lleno de preocupación.—Porque papito está en el cielo, esperándome con una taza de café y un vaso de leche para él —dice Nora apretando los dientes y queriendo contener las lágrimas.
Cada paso que da hacia el altar se siente como si miles de clavos se encajaran en sus pies, el corazón le late en la garganta y pareciera que este se expande tanto que obstruye su tráquea evitando que pueda respirar con normalidad. Clava su mirada en el ramo de lirios frescos entre sus manos y recorre el camino de pétalos. Cada mirada se clava en ella, viéndola con admiración y gozo, sin apreciar el verdadero martirio que está viviendo. El velo cubre el horror de su rostro y por eso nadie se percata de que está muerta de miedo. Solo cuando está cerca de llegar al altar se digna a levantar la mirada hacia su futuro esposo, un hombre que jamás había visto en su vida y no esperaba que llegara. Sus ojos son azules como un par de zafiros y su cabello castaño está peinado hacia atrás. Es la clase de hombre que ves posando en una revista o manejando un auto caro y lleno de mujeres, sus rasgos son varoniles y atractivos y tal vez en otro momento Nora caería perdidamente enamorada de él, pero
La madre Nora Beretta camina por los amplios y silenciosos pasillos del convento con dirección hacia la oficina de la madre superiora; esta la había mandado a llamar y no podía hacerla esperar. Antes de volverse monja, no se consideraba una mujer de fe. Sus motivos para estar ahí no tenían nada que ver con su mentalidad y sus ideologías, pero era una forma de ayudar a los demás y con eso le bastaba. Se caracterizaba por ser la más benevolente de las monjas y no solo eso, era graciosa y rompía un poco con los estándares al no ser tan estricta ni recatada. Antes de hacer sus votos, todo el convento la conocía como: «La novicia rebelde». Toca un par de veces la puerta, esperando hasta que escucha esa vieja voz cascada que la invita a pasar. Al entrar ve ante el escritorio a su padrastro que viene acompañado de un hombre joven con portafolio y traje a la medida.—Hermana Nora, el señor Henry Brunetti la ha venido a visitar… —dice la vieja monja señalando con sus manos marchitas al hombre
—Creí que no aceptaría —dice Nora mientras su padrastro se levanta lleno de alegría y aplaude al aire, viendo al cielo como si este fuera el responsable de su buena suerte y no su hijastra—. ¿Qué lo convenció? —Me preguntó si era tan hermosa como su voz sonaba… —dice el abogado con media sonrisa, acercándose a la monja—. Le dije que lo era aún más.Nora permanece en silencio y un temblor sacude su cuerpo. —Mañana será la boda, antes de que camine hacia el altar le entregaré el contrato actualizado y listo, con eso terminamos el proceso —retoma el abogado guardando los papeles en su portafolio.—¡¿Mañana?! —grita Nora sorprendida—. No puedo salir así de aquí. Creí que habría más tiempo…—Hoy vendrás conmigo y pasarás la noche en casa —dice Brunetti recobrando la compostura y acariciando el brazo de Nora en un intento torpe para consolarla.—Bien… mañana llegarán temprano por ustedes para movilizarlos a donde será la boda. Con su permiso.El abogado se despide con una ligera inclinaci
—El contrato mantiene lo acordado con respecto a la deuda. Henry Brunetti tendrá que pagar en un lapso de cuatro meses la cantidad señalada, esta no es negociable… —comienza a explicar Augusto con reserva.—Si él no llegara a pagar… —dice Nora con miedo por su madre y sus hermanas.—Morirá —responde Augusto como si fuera algo normal y levanta los hombros.—Solo él, ¿verdad? —No es que quiera verlo muerto, pero le preocupa que su madre y sus hermanas sean víctimas de los excesos e irresponsabilidad de Brunetti. —¿Temes por ellas? —deduce el abogado y recibe un asentimiento por parte de Nora—. Entiendo. —Suspira y decide que, al ser su futura cuñada, puede darse el tiempo de ser piadoso—. Al volverte la esposa de Franco D’Angelo, tu madre y tus hermanas se volverían parte de la familia. No serían cercanas ni tendrían muchos privilegios, pero sí cierta protección. Mi hermano no es tan malo como debes de pensar. Si intercedes por tu familia, no dudará en descargar su furia solo contra Br
Franco se levanta y la ve ahí, tan pequeña, frágil y temblorosa. Siente ese instinto protector naciendo de él. Tiene ganas de abrazarla y decirle que todo estará bien, eso sería lo ideal si no fuera él quien le está causando ese temor. —Ven conmigo —dice extendiendo su mano.Nora traga saliva y toma la mano de Franco para levantarse. Acomoda su vestido y camina junto a él hasta la fiesta, donde ya están disfrutando los invitados y los meseros sirviendo bebidas. En una de las mesas se encuentra su familia, su madre estira el cuello buscando a su hija entre lágrimas mientras Henry pide que le descorchen una botella de vino.—Ve con tu familia —dice Franco retirando el velo de su cabello y acomodando un par de mechones para que no cubran su cara.Nora voltea hacia él, desconcertada. Parece un cachorro ladeando la cabeza para poder comprender mejor la orden de su dueño. —Ve con ellos porque cuando nos vayamos de aquí, será muy difícil que los vuelvas a ver —añade Franco con frialdad.Si
Bernardo la tomó por los muslos y la levantó, apoderándose de su cuello, besándolo con deseo y sintiendo que sus pantalones comenzaban a apretar. La dejó caer bruscamente en la cama una vez que entraron a la habitación y se quitó la playera mostrando su torso bien trabajado. Un tatuaje se asomó por el borde de sus pantalones, llamando la atención de Nora. Se trataba del rey de corazones enmarcado y sosteniendo su espada. —¿Quieres ver el resto de la carta? —preguntó Bernardo viendo fijamente con deseo a Nora mientras se desabrochaba el pantalón, ansioso por mostrarle más que solo el tatuaje.La adolescente se puso nerviosa y las hormonas la traicionaron. Su sexo palpitaba y se humedecía solo con ver al hombre frente a ella. Se desabrochó lentamente la blusa y en cuanto su sujetador quedó a la vista de Bernardo, este se apoderó de sus pequeños pechos. Se acostó sobre ella mientras sus manos expertas empezaban a meterse debajo de su ropa, acariciándola y aumentando el calor de la habi
—Se alargó la plática con Bartolomé —dice D’Angelo entrando a la casa, desabrochándose los puños de la camisa—. Al parecer saben del estado de salud de Grimaldi y no planean intervenir. —No es algo que les preocupe, La ‘Ndrangheta son los más fuertes y más desde que La Bratva se les unió —dice Sandra avanzando hacia su hermano—. Y tú tampoco tendrías nada que temer. Si Sforza está de tu lado, bien podrías derrocar a cualquiera que te quiera quitar tu lugar como el «capo di tutti capi».—No quiero llegar a eso —responde D’Angelo torciendo la boca—. Necesito visitar a Grimaldi para que conozca a mi esposa.—Te recomiendo que te enfoques en formar una relación sana con esa niña. A Grimaldi no lo vas a convencer solo con haberte casado, él especificó que necesitabas de una compañera y casarte no te da una. La confianza, el amor y la fidelidad, sí. —Sandra presiona su índice contra el pecho de su hermano en cada palabra.—¿Está en la habitación? —pregunta D’Angelo mordiéndose la mejilla.