Bernardo la tomó por los muslos y la levantó, apoderándose de su cuello, besándolo con deseo y sintiendo que sus pantalones comenzaban a apretar. La dejó caer bruscamente en la cama una vez que entraron a la habitación y se quitó la playera mostrando su torso bien trabajado. Un tatuaje se asomó por el borde de sus pantalones, llamando la atención de Nora. Se trataba del rey de corazones enmarcado y sosteniendo su espada. —¿Quieres ver el resto de la carta? —preguntó Bernardo viendo fijamente con deseo a Nora mientras se desabrochaba el pantalón, ansioso por mostrarle más que solo el tatuaje.La adolescente se puso nerviosa y las hormonas la traicionaron. Su sexo palpitaba y se humedecía solo con ver al hombre frente a ella. Se desabrochó lentamente la blusa y en cuanto su sujetador quedó a la vista de Bernardo, este se apoderó de sus pequeños pechos. Se acostó sobre ella mientras sus manos expertas empezaban a meterse debajo de su ropa, acariciándola y aumentando el calor de la habi
—Se alargó la plática con Bartolomé —dice D’Angelo entrando a la casa, desabrochándose los puños de la camisa—. Al parecer saben del estado de salud de Grimaldi y no planean intervenir. —No es algo que les preocupe, La ‘Ndrangheta son los más fuertes y más desde que La Bratva se les unió —dice Sandra avanzando hacia su hermano—. Y tú tampoco tendrías nada que temer. Si Sforza está de tu lado, bien podrías derrocar a cualquiera que te quiera quitar tu lugar como el «capo di tutti capi».—No quiero llegar a eso —responde D’Angelo torciendo la boca—. Necesito visitar a Grimaldi para que conozca a mi esposa.—Te recomiendo que te enfoques en formar una relación sana con esa niña. A Grimaldi no lo vas a convencer solo con haberte casado, él especificó que necesitabas de una compañera y casarte no te da una. La confianza, el amor y la fidelidad, sí. —Sandra presiona su índice contra el pecho de su hermano en cada palabra.—¿Está en la habitación? —pregunta D’Angelo mordiéndose la mejilla.
Las manos de Nora se aferran a los hombros de Franco, encajando sus uñas de forma inconsciente. Aunque el dolor es insoportable, sus piernas se abren más y rodean la cadera de D’Angelo, abrazándolo, manteniéndolo cautivo. —No soy nada para ti, solo un monstruo, pero es cuestión de tiempo para que me ames con desesperación, juro que lo harás —dice Franco en su oído antes de comenzar ese vaivén rítmico que se vuelve una danza dolorosa y al mismo tiempo deleitante. Nora echa la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados, todavía liberando lágrimas de dolor, pero gimiendo de placer, aferrándose a la espalda de Franco, deseando sentir su cuerpo por completo adherido al suyo. El calor aumenta dentro de ella y el miembro de D’Angelo lo siente cada vez más duro y punzante. Se vuelve una lucha en su cabeza, no quiere sucumbir ante el placer, pero una vez que el dolor cede, entonces no hay vuelta atrás, sus caderas se mueven junto con las de él, chocando en perfecta coordinación.Franco busca
Los ojos de Nora se abren lentamente, algunas legañas formadas por tanto llorar pegan sus párpados y tiene que tallarlos con gentileza para no inflamarlos más de lo que ya están. Se acomoda en la cama, apoyándose sobre sus antebrazos y analizando la habitación donde está, recordando lo que le ha ocurrido hasta ahora, con horror.—Buenos días —dice D’Angelo sin saber muy bien hasta qué punto acercarse a Nora. No quiere asustarla más.—Buenos días —contesta por educación, no por gusto. —¿Tienes hambre? —pregunta Franco sin quitarle los ojos de encima. Ella rehúye su mirada y solo asiente con la cabeza—. Bien… ¿Qué te parece si tomas un baño caliente mientras yo preparo algo? —¿Sabes cocinar? —Por fin Nora levanta su mirada escéptica hacia él.D’Angelo podría ofenderse por la pregunta, pero la belleza de esa mujer lo deja con la mente en blanco, lo marea y parece que tiene que repasar sus palabras por un momento en su cabeza para poder responder.—No, pero algo se me ocurrirá —dice con
Hace diez años…Mientras Nora tenía batallas incansables con la madre superiora y el resto de las hermanas, una revolución asolaba a la policía de Italia. El clan Marchetti, de los más poderosos de La Cosa Nostra, estaba haciendo lo que otros no habían intentado: enfrentarse a la policía de forma directa y agresiva, sin contemplaciones; sin importar si sus identidades eran reveladas. Mantener el anonimato ya no le interesaba al nuevo líder del clan: Bernardo Marchetti.Un buen día llegó a la casa a la que Nora lo había llevado, pero esta vez no usaba vaqueros ni una playera roída. Iba con un traje negro, pues tenía que asistir elegante al velorio que quería provocar. Abrió la puerta de una patada y sus hombres entraron, asegurando la zona. Beretta bajó con arma en mano, ya había llamado refuerzos.—¡Beretta! ¡He venido por lo que me pertenece! —gritó Marchetti con sorna, pavoneándose insolente—. Deja de esconderte.—No me escondo —respondió Beretta haciéndole frente, apuntando directo
Después de un desayuno silencioso, D’Angelo decide que bajen a la piscina. El sol está radiante y el cielo despejado. Incluso el agua está tibia. Antes de que le dé tiempo a Franco para entrar al agua, ve a su hermana a lo lejos, acercándose con una mano alzada, saludando. —¿Por qué no entras al agua y cuando me desocupe te alcanzo? —dice con media sonrisa y acaricia el negro cabello de Nora.Esta solo asiente con la cabeza y mientras lo ve partir se dispone a sentarse sobre el borde. Nunca había tenido la oportunidad de aprender a nadar y agregando su estúpida fobia infundada a los tiburones, prefiere mantenerse en la seguridad de la orilla, mojando solo sus piernas hasta las rodillas y dejando que el sol caliente su piel. —¿Cómo va tu luna de miel? —pregunta Sandra viendo a lo lejos a Nora.—Dentro de lo que cabe, para un par de desconocidos, creo que bien —responde D’Angelo viendo en la misma dirección que su hermana. Siempre era grato ver a Nora, lo tenía encantado. —¿Tuvieron
Franco la mantiene a flote al mismo tiempo que la abraza por la cintura, sintiendo la calidez y suavidad de su cuerpo. Su cintura es tan estrecha que da la impresión de que con ambas manos es suficiente para sujetarla. Acaricia con sus labios la piel de sus brazos, es como el roce de terciopelo sobre su boca. Voltea hacia su cuello e inhala el aroma que libera su piel y su cabello. Tenerla cerca era un martirio y un goce.—¿Es un buen momento para decir que tengo miedo a los tiburones? —dice Nora angustiada, ignorando las caricias furtivas de D’Angelo.—¿Qué? —pregunta divertido, olvidando ese momento de seducción—. En la piscina no hay tiburones.—Lo sé… Sé que es tonto, pero… —Nora se despega lo suficiente para poder verlo cara a cara.Se le olvida todo lo que iba a decir cuando se da cuenta del calor que comienza a crecer entre ell
—¿Estás lista? —pregunta Franco con ternura, viéndola como si fuera una niña pequeña y tierna a la cual quiere proteger. —¿Para qué? —Nora voltea sorprendida hacia él. —Tenemos que salir… —Se pone de pie y se estira. La playera negra que trae puesta se adhiere a la perfección a su torso bien ejercitado y Nora desvía la mirada. «No sé qué me hago si ya tuve sexo con él hasta en la piscina» piensa llena de culpabilidad y cubre su rostro con ambas manos «Y lo peor es que me gustó. ¡Me iré al infierno!». La lucha entre hacer lo que quiere y lo que tiene que hacer se vuelve cada vez más complicada. Tantos años en ese convento hicieron que su forma de pensar fuera reservada y este cambio de vida la está matando. —¿Estás bien? —pregunta Franco colocando la mano en su hombro, viendo su arranque de arrepentimiento. —Sí… eso creo —responde Nora con rostro afligido—. ¿A dónde iremos? —Por ropa, necesitas un vestido. —¿Ya