9.

Los ojos de Nora se abren lentamente, algunas legañas formadas por tanto llorar pegan sus párpados y tiene que tallarlos con gentileza para no inflamarlos más de lo que ya están. Se acomoda en la cama, apoyándose sobre sus antebrazos y analizando la habitación donde está, recordando lo que le ha ocurrido hasta ahora, con horror.

—Buenos días —dice D’Angelo sin saber muy bien hasta qué punto acercarse a Nora. No quiere asustarla más.

—Buenos días —contesta por educación, no por gusto.

—¿Tienes hambre? —pregunta Franco sin quitarle los ojos de encima. Ella rehúye su mirada y solo asiente con la cabeza—. Bien… ¿Qué te parece si tomas un baño caliente mientras yo preparo algo?

—¿Sabes cocinar? —Por fin Nora levanta su mirada escéptica hacia él.

D’Angelo podría ofenderse por la pregunta, pero la belleza de esa mujer lo deja con la mente en blanco, lo marea y parece que tiene que repasar sus palabras por un momento en su cabeza para poder responder.

—No, pero algo se me ocurrirá —dice con
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