56.

Nora cubre su rostro con ambas manos y Bernardo no hace más que acercarse y envolverla entre sus brazos, queriendo consolarla, sintiéndose apenado de su dolor. 

—Suéltame… —dice Nora sin fuerzas, revolviéndose en los brazos de Bernardo—. No necesito que ahora sientas lástima por mí, no suplicaré por tu piedad. ¡No la necesito! 

—Siempre tan orgullosa —responde Bernardo besando con ternura el cabello de Nora, inhalando su aroma, embriagándose y sucumbiendo ante su calor. Controla lo mejor que puede sus instintos sobre ella. 

—Ya me conoces. —Nora levanta el rostro hacia él, quedando a centímetros del suyo—. No cavaré un hoyo para tapar otro. No esperes mucha docilidad de mi parte.

—Nunca la he esperado, Nora… Incluso cuando te vi en ese bar, cuando probé por primera vez tus labios, eras

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