―Vaya, vaya, Dylan―se mofa del huésped―veo que no pudiste tomar el ferri a la isla.
―Y yo pensé que ya estarías allá―le responde el tal Dylan―pero ya te puedes largar, que estoy ocupado―le dice molesto.
― ¿Ocupado, como si estuvieras con una mucama en tu cuarto? ―le dice con burla―es que estoy viendo su carrito en el pasillo―añade y ahora sí que mi corazón se quiere salir de mi pecho.
―Y eso a ti qué te importa―le espeta todo molesto y escucho sonreír a Neil.
―Pues, lo que pasa es que me pareció conocida, eso es todo.
"Me reconoció", me digo y cierro la puerta aún más, para que no me vea.
―Bueno, si vas a saludarla, ve y busca en la oficina de mucamas, no aquí en mi habitación―le sugiere y ahora se me cae el alma al piso, solo de pensar que Neil me vaya a buscar allá.
― ¿Estás seguro de que no está por aquí? ―inquiere todo burlesco―es que, como eres un mujeriego, a lo mejor la tienes en tu habitación y no quieres que lo sepa―le dice con sorna.
―Sí, ya sé que has estado hablando acerca de lo mujeriego que soy―le espeta molesto―ahora, ya lárgate―indica, pero ahora Neil se ríe.
―Creo que volveré a la oficina de las mucamas, como sugeriste―añade y ahora sí que estoy preocupada―hasta luego y que gane el mejor.
Entonces, escucho cómo se cierra la puerta y yo estoy asustada, porque necesito buscar el cheque de Maggie en la oficina de mucamas y ahora temo que me encuentre a Neil ahí.
―Ya puedes salir del baño―me dice el huésped.
Este señor conoce muy bien a Neil, lo cual me aterra, pero él parece estar más preocupado en otra cosa, así que salgo y él ahora me mira con una sonrisa y una ceja levantada.
―Bien, ahora, ¿en qué nos quedamos tú y yo? ―me dice y me corta la respiración y el torso desnudo de este señor tampoco es que ayude a calmarme.
―Le estaba diciendo que me iba, señor―le respondo, pero eso a él no le interesa.
―Ah, ya lo recordé, te dije que te iba a pagar por tus servicios, desde luego―señala de lo más entusiasta, como si yo no hubiera dicho nada.
―Pero es que yo soy solo la mucama, señor y estoy muy retrasada para terminar mi trabajo―le miento y trago en seco―y no soy del tipo de empleadas que se le insinúan a los huéspedes―le digo, recordando lo que me advirtió Amelie hace un rato.
―Y yo soy un hombre que te necesita―me indica y yo quedo anonadada.
―Pero ¿qué me está diciendo? ―le digo toda consternada, pero él me mira y se muerde el labio inferior, luego va hasta un maletín y toma una pequeña libreta, en la cual escribe y luego me pasa uno de los papeles.
―Toma―me indica y no entiendo qué quiere decir con esto.
―Es un cheque en blanco, señor―le digo preocupada―esto me puede traer problemas en el trabajo, si es que alguien se entera que me está dando esto―le digo todavía extrañada.
―Pues, no se lo digas a nadie, que yo tampoco lo contaré―me responde con una sonrisa, mientras levanta una ceja―digamos que será nuestro pequeño secreto―señala y me guiña el ojo, pero nota que me tapo la cara, porque está medio desnudo, así que se coloca un suéter.
―Me está dando este cheque, pero no me ha dicho lo que quiere―le revelo y él pone los ojos en blanco.
―Creo que no he sido claro, así que permíteme presentarme―señala, al tiempo que toma asiento frente a mí―mi nombre es Dylan Pemberton, el dueño de Barley Hill Corp. y actualmente estamos laborando en tres estados, pero nuestra intención es expandirnos por todo el país y tú puedes ser la clave para ello―asegura y yo arqueo las cejas―verás, hay un inversionista muy adinerado que está interesado en mi negocio, pero tengo problemas para llegar a él, porque les han dicho que no soy persona de fiar, que tengo fama de mujeriego y que no me tomo nada en serio―añade y todo esto me deja bastante extrañada.
―No entiendo cómo yo podría entrar en toda esta historia suya, señor―le respondo y trato de calmar mis nervios―y si le parece bien, esperaré a que salga de este sitio, para que pueda comenzar mi trabajo―le digo, como si mi preocupación principal no estuviera allá afuera.
―En eso te equivocas―me asegura y yo le frunzo el ceño― porque necesito una acompañante que se vea igual a ti―me dice y quedo anonadada.
― ¿Una acompañante? ―le respondo todavía sin salir de mi asombro― ¿cómo un hombre tan sofisticado como usted quiere a una mucama para que sea su acompañante?
―No, tú eres linda y elegante, a pesar de ese uniforme que llevas―me dice con una sonrisa y yo me sonrojo por todo lo lindo que me acaba de decir―la mujer adecuada para presentarle a mis futuros socios como mi esposa.
― ¿Y ahora quiere a una esposa, señor? ―le digo un poco consternada sin creerme todavía los piropos que me ha dicho y él esboza una ligera sonrisa.
―Sí, una esposa―me dice y yo me quedo meditando por un momento―pero no tiene que ser de verdad, solo será hasta el domingo.
―Su esposa hasta el domingo―repito extrañada―pero es que aquí me conoce todo el mundo y no podría pasar por su esposa.
―Y no será aquí, ya que el inversionista principal tiene una fiesta en una isla privada que está a dos horas de aquí en ferri y hoy perdí el transporte, pero necesito ir mañana con una esposa―me dice y yo me quedo meditando por un momento.
― ¿Y por qué no intenta contratar un servicio de acompañantes? ―le sugiero y él arruga la cara―de seguro habrá una chica que sea de su agrado―le comento y él hace un bufido.
―Lo hice y no funcionó―me confiesa ofuscado―la tipa era muy corriente, no como tú, que sí que estás a la altura―me alaga y quedo sonrojada, pero no me puedo dejar convencer.
― ¿Y si busca a otra agencia? ―le digo, viendo la manera de deshacerme de todo este asunto―lo cierto, señor, es que no me conviene ese trabajo, porque estaría llamando mucho la atención―se me escapa decirle, pero, tal parece que esto lo ha puesto perspicaz.
No, no puedo aceptarlo, porque si me ven las autoridades, tendré problemas, además, he escuchado demasiadas historias de indocumentadas que las llevan con engaños, para luego venderlas al mejor postor, quienes hacen de ellas lo que quieren.
Entonces, miro a este hombre, que lo que menos parece es un tratante de blancas, pero estoy segura de que los que se dedican a esa actividad, lo que menos parecen es que sean malhechores.
― ¿Qué, eres una especie de delincuente o algo por el estilo? ―se mofa de mí, pero, cuando ve que no me río, añade―tal parece que sí lo eres―me dice burlón, lo cual me enoja.
―No necesito de su dinero, señor y no lo conozco, así que no, muchas gracias―le respondo tajantemente, para que sepa que no voy a ir con él a ninguna isla a que me haga quién sabe qué, como drogarme, por ejemplo―a lo mejor tienen subasta de chicas así como yo, sin papeles ni nada―le aclaro, porque tal parece que no entendió por qué fue que lo rechacé y él ahora se nota sorprendido.
― ¿Eres una indocumentada? ―dice consternado, pero se detiene por un momento―por cierto, ¿cuál es tu nombre? ―me dice con genuina curiosidad.
―Valery Lennox, señor―le contesto y él me mira con una sonrisa capaz de hipnotizar a la mujer que quiera.
Por eso debe tener fama de mujeriego, porque es una tentación para cualquier mujer.
Con razón sus futuros inversores tienen cierta aprehensión con él, porque tiene cara de no tomarse nada en serio.
A las mujeres, principalmente.
―Pues, Valery Lennox, no soy ningún pervertido y eso te lo puedo asegurar, así que no deberías temerme―trata de persuadirme, pero, está más que equivocado si es que piensa que me va a convencer por lo guapo que es o por su dinero, porque lo que más aprecio es mi vida―creo que le agregaré algo a mi propuesta, solamente para que te sientas más que segura―me expresa y yo quedo intrigada.
―Pero, señor, no voy a acceder si está en juego mi seguridad―le respondo, pero él me brinda una sonrisa de oreja a oreja.
― ¿Y qué tal si nos casamos mañana por la mañana, justo antes de irnos en el ferri para esa isla privada? ―añade y yo quedo nula.
― ¿Casarnos, señor Pemberton? ―le digo sorprendida― ¿no cree que esto es muy exagerado?―Exagerado, pero resuelve tu problema y el mío, de paso―dice con una sonrisa, lo cual me tiene consternada―y no va a ser por amor, que es mejor para ambos.— ¿Mi problema? —le digo, aunque no sé cómo esto va a resolver que Neil me siga buscando.—Cásate conmigo y te ayudaré a legalizar tu situación—indica y pone los ojos en blanco y ahora lo miro sacando una caja de su mesilla de noche.—Pero ¿qué hace? —le digo anonadada—no pretenderá que...—le digo, pero me interrumpe.―Ya tenía esto para hacer mejor el papel, y ahora lo podremos usar en serio―añade y me muestra dos alianzas y quedo pasmada, así que aprovecha el momento, para tratar de medirme un anillo de compromiso, pero lo detengo.—No, señor Pemberton, no haga eso—le digo y retiro mi mano de la suya—y ahora me retiro, porque no he terminado mi trabajo, y ya voy muy retrasada―añado y trato de irme, pero él se coloca delante de mí y casi me cho
Al día siguiente me levanto y me coloco mi mejor vestido, después de todo, una no se casa todos los días, aunque sea de mentira, así que me muevo a toda prisa para ir a la corte, donde debe estar esperándome mi futuro esposo falso. También hago una pequeña maleta con ropa suficiente para pasar el resto de la semana. ― ¿A dónde vas? ―me pregunta Maggie en cuanto me ve―no iras a trabajar así, ¿verdad? ―me dice y me señala de pie a cabeza mi traje, mi mejor vestido de coctel. ―No, hoy no trabajaré―le digo con una sonrisa―alguien me pidió que fuera hasta una isla hasta el domingo y eso es lo que haré. ― ¿A una isla? ¿sabes que eso puede ser peligroso? ―me dice preocupada―ahora siento miedo por ti, no vaya a ser que...―trata de decirme, pero la interrumpo. ―No es nada malo, iré a limpiar una gran mansión por allá, por eso me tomará todo ese tiempo―le aseguro y me voy, para que no me siga preguntando. Unos minutos después, estoy frente al señor Pemberton, quien me ve llegar al juzgado y
Entonces, siento que un escalofrío me recorre por todo el cuerpo, solamente de pensar que nos encontraremos a la sabandija esa a donde nos dirigimos. ¿Le tendré que confesar al señor Pemberton qué me une con Neil en realidad? Seguro que sí, porque es algo que saldrá a la luz tarde o temprano y es mejor que lo sepa por mí, en lugar de que Neil le dé su versión de la historia. Y ahora me pregunto por qué me interesa tanto que lo sepa, después de todo, solo lo conozco desde ayer. Pero la respuesta no se hace esperar en mi corazón, que se encuentra todo acelerado. No quiero que le hagan daño al señor Pemberton y mucho menos, alguien que me ha amenazado de muerte. ~~~ Luego llegamos al muelle y el chofer introduce la limosina en el ferri privado, mientras encuentro el valor para decirle. ―Debes cambiarte de ropa―me anuncia Dylan, justo cuando le voy a contar todo, así que supongo que esta verdad debe esperar un poco más y solo espero no encontrarme con mi hermanastro por el camino.
―Pues, sí, lo soy―le indico algo molesta y trago en seco.―Ya decía yo que había algo raro por aquí―me dice y hace un bufido―te he lanzado mi mejor armamento y no has caído en mis brazos―añade y yo pongo los ojos en blanco, porque es todo un arrogante.Entonces, empieza a colocarse sus pantalones delante de mí como si nada, así que pongo mi cara para otro lado, pero parece que él está disfrutando en la manera que estoy reaccionando.― ¿Te has puesto a pensar que a lo mejor debes ser la única mujer virgen de tu edad, Valery? ―se mofa esta vez de mí, lo que me enoja.―A lo mejor sea la única virgen de veinticuatro años, pero no soy del tipo de personas que anden por ahí buscando a ver quién me desvirga, solo por mi edad―le digo toda pagada de mí misma, como tenía mucho tiempo que no lo hacía.―Pues, no sabes lo que te estás perdiendo―señala y se acerca a mi oído con su cuerpo casi desnudo lo que me corta la respiración, pero trato de recomponerme.―Asumo que sí, que lo más probable es q
― ¿Te ocurre algo? ―inquiere Dylan, ya que he dejado de bailar, de lo atónita que he quedado al ver al hombre de mis pesadillas durante los últimos cinco años.Y es que me sentía muy relajada hasta hace cinco minutos, ya que me habían asegurado de que no estaría por aquí, sin embargo, asumo que tiene tantas ganas de conseguir el contrato como Dylan, quien se ha casado conmigo por lo legal, solo para tener su oportunidad.Entonces, me pregunto qué estará dispuesto a hacer Neil y las posibilidades solo me hacen temblar.―Iré al tocador, si no hay ningún inconveniente―le digo a Dylan y este asienta con la cabeza.Así que intento esconderme en uno de los pasillos, esperando a que Neil se vaya, pero no puedo, porque Nessim está detrás de mí con el ceño fruncido.― ¿Le ocurre algo malo? ―me dice extrañado, pero yo muevo la cabeza de lado a lado y sigo caminando, tratando de que no note que quería espiarlos.―Ya vuelvo―le digo al guardaespaldas, cuando estoy en la puerta de los tocadores, pe
Sus palabras me hacen temblar de pie a cabeza y ahora me pregunto en donde se supone que está mi guardaespaldas.―No entiendo a lo que te refieres, Neil―le digo y él se acerca a mí de manera amenazante.― ¿Estás tratando de vengarte? ―me espeta cabreado, al tiempo que estrella su puño contra la pared―te lo advierto, Valery, si te has asociado con mi enemigo, me voy a encargar de que tú, Dylan y su negocio se vengan abajo―ruge cerca de mi oído y yo trato de apartar su cara de la mía.―Ya déjame en paz, Neil―chillo de miedo―no me interesas ni tú ni nada que tenga que ver contigo, así que ya te puedes largar de por aquí―le digo, pero entonces, veo cómo su presencia desaparece de mi cara.― ¡Deja a mi esposa en paz! ―le dice Dylan, quien lo tiene por el cuello y ahora lo ha puesto contra la pared.― ¡No le he hecho nada! ―le dice y entonces Dylan lo suelta y ambos se están midiendo con el ceño fruncido―pero esto no puede ser casualidad, que tú y ella estén confabulados en mi contra― le es
Me despierto escuchando el ronronear de alguien, mientras me encuentro acurrucada a un pecho y soy rodeada por unos brazos que me asen con firmeza.Y se sienten tan bien, aunque sé que está todo mal, así que trato de deshacerme de esos fornidos brazos, pero, en cuanto siente que me muevo, me llevan más cerca de su pecho, lo que hace que mi corazón palpite a mil por hora y escucho al señor Pemberton reírse.―Buenos días, Valery―me dice, con su aliento rozando mi oído― ¿has dormido bien? ―inquiere todo burlesco, pero no le respondo, en lugar de eso, trato de salir de sus brazos y su embrujo, pero no me lo permite.― ¿Buenos días? ¡señor Pemberton! ―le respondo toda sonrojada y molesta a la vez―pero, qué pretende con tenerme así―le digo enfurruñada.―Pues, no he sido yo, sino tú―me dice con socarronería.―Pero, usted me está abrazando―le señalo desconcertada―y estoy segura de no haberle pedido que me abrace―le añado y se ríe aún más―así que le ruego que me suelte.― ¿Estás segura? ―señal
― ¿Otra vez con eso? ―le digo toda molesta―no soy ninguna esposa falsa, mira―señalo y le entrego la identificación que me dieron en el juzgado―este es mi nombre legal, así que te agradezco que ni siquiera quieras ir por ese lado―le advierto y él observa sorprendido, mirándome con las cejas arqueadas y luego respira profundo.―Pues, sé de algunos lugares que se encargan de hacer buenas identificaciones falsas, por lo que sé―me suelta y yo le sonrío.Y vaya si lo sé, si yo uso una para cambiar mi cheque cada dos semanas, pero eso no viene al caso.―Pues, has lo que quieras, pero luego no te quejes, si te das cuenta de que te has puesto ha investigar por el gusto―le digo muy pagada de mí misma y es justo en el momento en que se aparece mi falso esposo.―Pero, miren a quién tenemos por aquí―le dice a mi hermanastro, al tiempo que me besa la coronilla―Neil McCain―le dice con sorna― ¿algo que se te haya perdido? ―observa, al tiempo que me toma de la cintura y me da un beso, pero esta vez en